El matemático norteamericano Norbert Wiener (1894-1964) era famoso por su deslumbrante intelecto, su vanidad infantil, su legendario desconocimiento del mundo y su distracción. Wiener pasó la mayor parte de su vida en el Instituto Tecnológico de Massachusetts donde aún circulan historias sobre su extraño comportamiento. Entre las historias que se cuentan con frecuencia acerca de su abstracción está la de su confusión una tarde cuando trataba de encontrar el camino a su casa al poco tiempo de que él y su familia se hubieran mudado de domicilio. Abordando a una niña que se acercaba en dirección contraria, le preguntó si podría dirigirle hacia Brattle Street. La niña se rio: «Sí, papá», dijo, «te llevaré a casa».
Otro ejemplo contado frecuentemente era un encuentro con un estudiante que le buscaba con un problema. Al encontrar al profesor en un ensueño profundo, esperó, pero al cabo de un rato decidió molestarle: «Hola, profesor Wiener», empezó. Wiener saltó: «¡Eso es!», gritó, «¡Wiener!». Más convincente quizá es la imagen de Wiener derecho en el pasillo, con su nariz en un libro. Tenía la costumbre de seguir su camino deslizando un dedo por la pared. En una ocasión, el dedo le llevó por una puerta abierta, recorrió las paredes de un aula donde se estaba impartiendo una lección hasta llegar de nuevo a la puerta, y salió otra vez al pasillo.
Wiener no mencionaba estas proclividades en sus memorias. Abundan las historias, pero un buen retrato del hombre puede encontrarse en un artículo de Steven G. Krantz publicado en The Mathematical Intelligencer, 12, 32, (1990).