Plinio el Viejo, o Gaius Plinius Secundus, fue el autor de la Historia Natural, la más completa exposición de la erudición científica en el mundo antiguo. Encontró su final, como mártir de la curiosidad científica, durante la erupción del Vesubio que destruyó Pompeya y Herculano en el 79 d. C. El desastre fue vívidamente descrito por su sobrino Plinio el Joven. La familia estaba en Misenum, al otro lado de la bahía de Nápoles, y el viejo Plinio estaba al mando de la flota, entonces fondeada en la bahía. Él advirtió una nube grande y rápidamente creciente que ascendía en una columna de humo y que se estaba ramificando «como un pino mediterráneo». «Mi tío», registró el sobrino, «que era un gran erudito, no podía mantenerse alejado de allí». Tomó un barco y lo dirigió hacia la fuente del humo. Cuando el barco se acercaba a Pompeya llovían cenizas calientes y piedra pómez, pero Plinio no se volvió atrás y ordenó a su timonel que navegase en la creciente oscuridad hasta que el barco quedó atrapado en los bajíos por un viento desfavorable. Su sobrino continúa:
Mi tío decidió salir a la orilla y ver por sí mismo si el mar les permitiría navegar. Pero el mar todavía estaba furioso y contra ellos. Sus esclavos pusieron una plancha para que él se acostara y él pidió y bebió una o dos copas de agua fría. Las llamas y el olor del azufre, que siempre te dice que se acercan las llamas, hicieron correr a los demás. Estas llamas le hicieron despertar. Se puso en pie, apoyado en dos jóvenes esclavos, pero se desplomó inmediatamente. Supongo que los espesos humos habían bloqueado su tráquea y cerrado su esófago, que siempre fue débil y le daba problemas. Cuando ya con luz encontraron su cuerpo dos días más tarde, no había ninguna marca en él.
Fuente, Pliny: A Selection of his Letters, traducción Clarence Greig (Cambridge University Press, Londres, 1978).