24. Distinguir una auténtica vocación

Las hazañas de los alumnos en el laboratorio han sido una fuente de muchas preciadas historias granguiñolescas. La siguiente fue registrada por John Nelson (1876-1965), catedrático de Química en la Universidad de Columbia en Nueva York durante casi medio siglo.

Como muchos de su generación, Nelson desconfiaba de la capacidad de las mujeres en el laboratorio de modo que, cuando una joven graduada en una facultad para mujeres solicitó una plaza como estudiante de investigación, la invitó a demostrar su competencia práctica realizando una sencilla síntesis orgánica siguiendo las instrucciones del manual de laboratorio. Tenía que preparar bromobenceno a partir de benceno y bromo. Al cabo de una hora Nelson entró en el laboratorio y preguntó cómo iba avanzando. No muy bien, parecía, porque la reacción se negaba a proceder como anunciaba el manual. Nelson observó el aparato, un matraz, en donde el líquido estaba hirviendo enérgicamente bajo un condensador de reflujo (en esencia, un tubo de agua fría que permite que el vapor se condense y el líquido vuelva al matraz y siga hirviendo). El matraz contenía benceno pero, preguntó Nelson, ¿dónde estaba el bromo (lo que habría dado un tinte amarillento al líquido)? En el matraz, fue la respuesta, flotando en el líquido. Nelson observó más de cerca y observó materia sólida blanca agitándose en el líquido en ebullición. Mirando alrededor descubrió una lata etiquetada como bromo y tras preguntar obtuvo la explicación: la estudiante había arrojado en el matraz el material blanco empaquetado, sin haber descubierto que en su interior había un vial de bromo líquido. Nelson la animó a buscar otra carrera. (Justo es añadir que siempre ha habido teóricos de talento y con éxito cuya presencia en el laboratorio presagiaba la muerte de todos los aparatos y el desastre para los experimentos de los colegas).

Véase, The Human Side of Scientists (University Publications, University of Cincinnati, Cincinnati, Ohio, 1975).