XXV

DARÍO solía estar en su casa preparando los exámenes. De vez en cuando daba un paseo para estirar las piernas. Estaba andando dos o tres horas a paso largo.

Las chicas. ¿Por qué era tan idiota? Le agradaban como género. Pero al tratarlas una por una, todas le resultaban pesadas, tontas y con la cabeza a pájaros. No podía mantenerse ninguna conversación decente con ninguna. Sólo sabían hablar de actores de cine, películas y discos. O de los novios de Fulanita o los vestidos de Zutanita. O del coche de Mengano. Siempre riéndose con sus risitas nerviosas. ¡Pues esa manía de besarse en las dos mejillas haciendo pamemas cuando se encontraban! ¡Tenía bemoles la cosa! Y claves de sol, compases, tirirí, tirirí

Comenzó a dar brinquitos al son de su tirirí. De repente se paró; y se quedó quieto, con la cabeza gacha. Se dio cuenta de que estaba con un nerviosismo desacostumbrado. Todo le molestaba y le ponía fuera de sí. Tenía los nervios alterados. Decidió que tenía que salir con una chica. Le vino a la memoria María Rosa. Hacía mucho tiempo que no la veía. Y le agradaba. Decidió llamarla cuando llegara a casa. De pronto le asaltó una duda: ¿se acordaría de él? Al despedirse aquel día parecía contenta de la tarde. Pero, a las chicas no había quién las entendiera. Tampoco había por qué ser pesimista. La llamaría.

Dio por terminado aquel asunto. Púsose a contemplar los árboles que bordeaban la avenida por donde iba. Era el camino a la Universitaria. Los montes de la Sierra se veían pardos, verdiazules. Las nubes, blancas y alargadas, se teñían de un rosa amarillento, casi del color de la llama del leño seco. Parecía que iban a estallar de fuerza. El sol inundaba de luminosidad los árboles del parque del Oeste, declive hacia el Manzanares, y los terrenos más alejados de la Casa de Campo en un contraluz vivísimo reforzado por el azul añil del cielo. Las parejas pasaban morosamente cogidas de la cintura o del cuello. Darío volvió a mirar el cielo y el paisaje. Caminó así durante un rato. De pronto dio un traspiés en un alcorque, yendo a dar con el hombro en el árbol. Cayó sobre el costado. Se levantó rápido y miró, preocupado de que se fijasen en él. Algo tranquilizado, echó de nuevo a andar, limpiándose los pantalones con manotazos desmañados en las perneras azules. Comenzó a sentirse preso de un mal humor incontenible que le subía del fondo, desgarrando su felicidad de un momento antes. Derivó a pensar en los exámenes, que se cernían amenazadores como nubes de plomo. Fue embotándose en los problemas de los estudios, dándoles vueltas y más vueltas, esperanzándose y desesperándose. No pudo aguantar más. De repente dio media vuelta militar. Se puso a desandar lo andado con un paso rabioso, queriendo adelantar con el cuerpo a sus propias piernas.

Al llegar a su casa se acordó de la idea de llamar a María Rosa. Pero se dio media vuelta en el sofá y no quiso acordarse de ella.

Durante el resto de la semana siguió estudiando. Pero el mal humor duraba: no se enteraba de nada. Abría los libros, los cerraba de un manotazo, se tumbaba. Se incorporaba, los volvía a abrir. Varios días terminó por irse al cine.

Sólo a la hora de comer del sábado recordó su proyecto de llamar a María Rosa. Llamó. María Rosa le esquivó con excusas. Al colgar quedó un instante quieto. Luego, se extendió en una butaca. Se hacía preguntas a las que no encontraba contestación, se recriminaba haber estado dos meses sin llamarla.

—¿Qué pasa? ¿Qué me pasa? ¿Qué les pasa? ¿Por qué no quieren salir conmigo? ¿Es que soy demasiado joven, inteligente, aburrido… qué? ¿Qué? ¿Qué? —En la cabeza le retumbaban estas preguntas. Quedó así un buen rato, boca abajo en un sofá, apretando los puños… Estaba llorando.

Alejandro, Luis y Carlos andaban de cabeza. Estaban empeñados en la idea de hacer una excursión larga por el verano. De vez en cuando alguno llamaba a otro para comunicarle alguna novedad. Se reunían por una o dos horas, después de cenar. Cada uno llevaba sus mapas, sus cálculos y sus ideas. Los tres cambiaban impresiones. Poco a poco iban conformándose los proyectos posibles.