EL DÍA 3 DE OCTUBRE de mil novecientos sesenta y…, el Dr. Canal, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, subió al estrado. Dejó un birrete octogonal cubierto de flecos rojos, con gran borla roja en el techo, sobre la mesa. Se aclaró la garganta con discreción. Dio con los dedos unos golpes cortos en el micrófono. Miró a la presidencia: estaba el ministro de Educación. A su derecha, el rector de la Universidad; a ambos lados los decanos de las Facultades, y en el extremo el jefe del SEU del Distrito Universitario, con chaqueta blanca, galones y camisa azul. En varias filas perpendiculares a la mesa de la presidencia se sentaban los catedráticos, de rojo, de azul cobalto, de azul cielo, de naranja… Enfrente, los invitados de honor. Separada por una barandilla y un escalón que bajaba, la sala, rebosante de jóvenes que se revolvían en apreturas. En sitios estratégicos, bedeles de azul con galones dorados.
—Excelentísimo señor Ministro, Ilustrísimo y Magnífico señor Rector, Ilustrísimos señores, señoras y señores: …
El Dr. Canal comenzó el discurso de apertura académica, que versaba sobre «Vitalidad del derecho romano en la vida moderna: hacia la formación del Código de guerra bacteriológica».