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En una pizarra blanca de la sala de reuniones, en el Centro de Delitos Graves, había una ampliación de la fotografía del pasaporte de Drayton Wheeler.

—Son las 8.30 de la mañana del miércoles 15 de junio. Esta es la vigesimoprimera reunión de la Operación Icono —dijo Grace a su equipo, a los que se habían sumado esa mañana el inspector Tingley, Haydn Kelly y Ray Packham, de la Unidad de Delitos Tecnológicos—. Tenemos nuevas pistas que me hacen creer que la Operación Icono podría estar relacionada con el icono de carne y hueso que tenemos actualmente en Brighton grabando una película: Gaia.

Observó que aquello despertaba una reacción inmediata por parte de todos los miembros de su equipo. Luego les explicó los acontecimientos de la noche anterior, el vídeo de Gaia que había visto y la búsqueda que había hecho en Internet aquella misma mañana. Se quedó mirando a la agente Reeves:

—Emma, he encontrado la cantidad final que se pagó por el traje en la página de eBay, pero no he hallado información sobre las personas que pujaron. Necesitamos descubrir eso con urgencia. Encárgate de contactar con eBay y entérate de quiénes participaron en esa subasta. En cuanto tengas los nombres, quiero que los contrastemos con nuestras bases de datos. En particular, necesitamos saber quién fue la persona que hizo la penúltima puja y se quedó sin el traje.

—Sí, señor.

Se giró hacia Packham. El analista de la Unidad de Delitos Tecnológicos no tenía en absoluto pinta de cerebrito informático, pero el tipo tenía un dominio de todo lo relacionado con la tecnología que resultaba difícil de superar.

—¿Tú también lo has mirado, Ray? ¿No has encontrado nada?

—No, jefe. Pero los de eBay no deberían tener problema para darnos esa información enseguida.

—Bien. ¿Y tienes los resultados del mensaje de e-mail enviado el lunes por la noche?

—Sí que los tengo —respondió, orgulloso—. Hemos comprobado la dirección IP, y tengo buenas noticias. Es una IP fija registrada a nombre de un cibercafé, el café Conneckted, de Trafalgar Street. Se envió desde allí a las 20.46 del lunes.

—¡Eres un genio!

—Ya lo sé —dijo Packham, con una sonrisita burlona.

Grace señaló hacia la fotografía de pasaporte de Drayton Wheeler que había colgada en la pizarra.

—El cuerpo no ha sido identificado formalmente aún, pero estamos bastante seguros de que este es el hombre que murió aplastado por la lámpara de araña anoche —dijo Grace, que procedió a repasar los tiques hallados en la habitación de su hotel—. El tique del café Conneckted sitúa a Wheeler en ese café el lunes, el día en que se envió el mensaje; tenemos que descubrir a qué hora estuvo allí. Norman, quiero que estés ahí a las 10.00, cuando abra.

—Sí, jefe —dijo Potting, asintiendo.

—Si podemos determinar que Wheeler estuvo allí el lunes a las 20.46, podría ser una buena noticia. Si no, tenemos que saber quién estaba allí. Con un poco de suerte, las cámaras de circuito cerrado nos lo dirán.

—Déjemelo a mí.

Grace echó un vistazo a sus notas.

—La Científica, que ha trabajado allí toda la noche, me ha pasado sus conclusiones hace un rato. El cloruro de mercurio es un ácido aparentemente fácil de sintetizar a partir del mercurio de los termómetros, el ácido sulfúrico de las baterías de coche y el ácido clorhídrico presente en los decapantes. Había recibos de compra de todas esas cosas en la habitación de Wheeler en el Grand. La Científica me ha dicho que el cloruro de mercurio disuelve especialmente bien el aluminio, que es de lo que estaba hecho el soporte de la lámpara.

—Jefe —intervino Batchelor—, no acabo de ver la conexión entre el tejido del traje y la lámpara de araña.

—Bienvenido al club —dijo Grace—. La conexión es Gaia, y no puedo garantizar que podamos trazar una línea entre ambas cosas, Guy. Pero vamos a considerarlo una línea de investigación, ¿vale?

El sargento asintió.

—Lo más urgente ahora es establecer si Drayton Wheeler envió ese correo o no —insistió—. Espero que lo hiciera. Porque, si no fue él, tenemos un gran problema.