90

Son las 18.30 del martes 14 de junio. Esta es la vigésima reunión de la Operación Icono —dijo Grace a su equipo—. Tenemos algunos avances. —Miró a Potting—. Norman, ¿puedes contarnos qué has encontrado en el registro de la casa de Myles Royce?

—Me llevé conmigo al agente Nicholl, así como a Lorna Dennison-Wilkins, asesora de la Científica, y a James Gartrell, fotógrafo forense, para documentar el registro. La madre de Royce no exageraba cuando decía que su hijo era muy fan de Gaia. La casa está tan llena de cosas de esa mujer que apenas queda sitio para moverse. Nunca he visto nada parecido. Casi todas las habitaciones están atestadas de figuras de cartón troquelado con su imagen, ropa, discos, programas de recuerdo, montones y montones de recortes de prensa por el suelo, y algunos colgados por las paredes. A mi modo de ver no era un simple admirador, sino un fanático. En pocas palabras, un tío raro. En algunas habitaciones no se puede abrir la puerta del todo de la cantidad de material apilado. Si hace falta, Lorna puede llevar a más personal de su equipo para catalogarlo todo.

—La gente así me inquieta —dijo Grace—. Los fanáticos son obsesivos, y por tanto impredecibles. Lo que me preocupa es que tenemos a un fanático de Gaia muerto, y a Gaia en la ciudad. Puede que sea una casualidad. Pero hemos de centrarnos en descubrir con qué otros fans de Gaia se relacionaba Royce. —Miró sus notas, y dejó que Potting prosiguiera.

—Bueno, tras el examen que ha realizado del ordenador de Royce la Unidad de Delitos Tecnológicos, hasta ahora, parece ser que el tipo formaba parte de un pequeño grupo de fans obsesivos de Gaia que intercambiaban información y participaban con mucha frecuencia en subastas, para intentar llevarse todo lo que aparecía. Y parece ser que tenía una rivalidad particularmente enconada con un personaje llamado Anna Galicia. Ahí es donde la cosa se pone interesante. —Repasó sus notas—. Esta rivalidad evolucionó hasta convertirse en una disputa a voces con esta mujer. Un intercambio de mensajes realmente duros y malintencionados sobre algún artículo que Gaia había llevado en alguna de sus actuaciones y por el que ambos habían pujado. La Unidad de Delitos Tecnológicos aún está investigando los detalles. Pero mientras tanto le he pedido a Annalise que haga una búsqueda de coincidencias con el nombre de Anna Galicia, y ha encontrado una —dijo, haciéndole un gesto a la aludida.

—La noche del pasado miércoles —apuntó la agente Vineer—, una patrulla asistió a una llamada de grado tres en el Grand Hotel. Era una mujer que se quejaba de haber sido maltratada por dos de los guardias de seguridad de Gaia Lafayette. Se identificó como Anna Galicia. Al informar la Unidad de Delitos Tecnológicos del vínculo que había entre ella y Royce, dos agentes de uniforme fueron a su dirección para interrogarla. Pero esa dirección no existe. Nos dio una dirección falsa.

Branson frunció el ceño.

—¿Por qué iba a hacer eso si estaba poniendo una denuncia?

—Exactamente —dijo Grace—. No cabe duda de que estaba bastante enfadada. ¿Por qué iba a dar una dirección falsa? —Paseó la mirada por todo su equipo—. ¿Alguna idea?

—Para mí no tiene sentido —dijo Graham Baldock.

—Ni para mí —dijo el agente Batchelor—. Si pones una denuncia, es que tienes algo que denunciar. Si tienes algo que ocultar, simplemente no pones la denuncia. O sea…, ¿para qué? —Se encogió de hombros.

—Esa mujer no me da buena espina —dijo Grace—. Tenemos que encontrarla rápido. ¡Muy rápido!