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Después de la prueba de vestuario, Drayton tomó el autobús de cortesía para los extras hasta el centro de Brighton y luego paseó hasta el Royal Pavilion, comprobando que una de las cosas que había comprado en Mothercare estuviera a buen recaudo en su bolsillo. Pagó la entrada y entró. Era la una y media. Faltaban cuatro horas antes de que cerraran el acceso al público.
Con un poco de suerte, tendría tiempo más que suficiente.
Se dirigió directamente al salón de banquetes y observó, satisfecho, que estaba atestado de gente, todos moviéndose lentamente por el borde de la sala, siguiendo el camino limitado por los postes de latón unidos con cuerdas, que rodeaban la mesa de banquetes. Constató que solo había un guardia de seguridad en aquel momento. Aquello le gustó aún más.
Se acercó y se detuvo a cierta distancia, fingiendo que observaba una bonita mesa auxiliar de caoba cubierta de piezas de plata. Pasó una pareja con dos niños aburridos, seguidos de un grupo de turistas japoneses, que se pararon justo delante de él. En el otro extremo de la sala, el guardia de seguridad estaba ocupado evitando que alguien tomara una fotografía. ¡Era el momento perfecto!
Nadie se dio cuenta de que deslizaba la mano por debajo de la mesita auxiliar, y que pegaba algo pequeño y duro presionando por debajo, sosteniéndolo hasta estar seguro de que la cola había fraguado. Solo tardó unos segundos, durante los cuales los turistas japoneses habían tenido el detalle de no moverse del sitio.
Entonces prosiguió la marcha, siguiendo el flujo de gente. ¡Misión cumplida!