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Son las 18.30 del miércoles 8 de junio. Es la décima reunión de la Operación Icono —le dijo Grace a su equipo, en la atestada sala de conferencias del centro de investigaciones—. Voy a repasar nuestra situación.

Estaba de buen humor. Había recibido una llamada de la inmobiliaria Mishon Mackay, en que le habían informado de que ese mismo día había habido varias visitas a su casa. Una de ellas, una mujer con un niño, parecía interesada.

Repasó sus notas e inició el resumen de la situación:

—Esta tarde hemos recuperado cuatro miembros (dos brazos y dos piernas) del fondo del lago de pesca de la West Sussex Piscatorial Society, cerca de Henfield. Ahora mismo están en el tanatorio de Brighton y Hove, a la espera de que mañana los examine la patóloga forense del Ministerio del Interior, Nadiuska de Sancha. Se han enviado muestras de todos ellos para analizar el ADN con el fin de comprobar si coincide con el del torso encontrado en la Stonery Farm.

—Bueno, parece que por fin nuestra investigación echará a andar —bromeó Potting, que se calló al instante ante la mirada reprobatoria de Grace, aunque solo por un momento—. Lo siento, Roy, a lo mejor he metido la pata…

Se oyeron algunas risas contenidas. Grace también sonrió.

—Calla la boca, Norman. ¿Vale? —Observó un intercambio de miradas entre Potting y Bella, y esperó que esta le hiciera algún comentario incisivo, pero la chica no dijo nada, así que Grace prosiguió.

—Darren Wallace, del depósito, que tiene más experiencia que todos nosotros en ese tipo de cosas, me ha dicho que los miembros parecían muy fríos, mucho más de lo normal, aun teniendo en cuenta que habían estado sumergidos en el agua del lago. Él apunta a la posibilidad de que hayan estado congelados. Estoy seguro de que todos los que sabéis algo de cocina tendréis una idea de lo que tarda en descongelarse una pata de cordero.

Varios de los presentes asintieron.

—Todo lo que puedo decir en este momento, a partir del informe forense inicial —prosiguió Grace—, es que la superficie de rotura irregular en los huesos de los miembros amputados coincide visualmente con las correspondientes zonas del torso, lo que nos crea un problema de concordancia temporal. Es posible que los hayan mantenido refrigerados hasta ahora. Desde luego es demasiado pronto para asegurar que hemos encontrado los miembros que buscábamos, pero podríamos clasificar el lago como escenario secundario.

—¿Y si no son los que buscamos, jefe? —intervino Nicholl—. ¿Nos encontraríamos ante otra investigación de asesinato?

—Exactamente —contestó Grace—. Pero de momento no quiero planteármelo. Mi hipótesis es que al agresor le entró pánico al ver el retal anoche en Crimewatch y que decidió librarse de los restos que conservaba. Pero de momento no es más que mera especulación.

—Y no explica qué ha pasado con la cabeza de la víctima, que sigue sin aparecer —apuntó el sargento Lance Skelton, encargado de Recursos Humanos para la investigación.

—¿Por qué motivo iba a conservar los miembros el agresor, jefe? —preguntó el agente Exton.

—No tengo ni idea. Nos toca a nosotros descubrirlo. —Volvió a mirar su notas—. Bueno, desaparecidos. Norman, ¿alguna novedad?

—Tengo al equipo de investigación de campo repasando los casos de todos los desaparecidos de Sussex, Surrey y Kent que se ajustan a la fecha aproximada de la muerte del «varón desconocido de Berwick», a su complexión y a su altura estimada. Pero de momento no tengo nada concluyente, jefe.

Grace le dio las gracias y siguió adelante.

—«Inspector en funciones». Branson —dijo, enfatizando las palabras—, ¿qué nos puedes decir del tejido recuperado en el lago?

—Tuve que decidir, jefe, si dejárselo a Ryan Farrier, el sastre de Gresham Blake, para ver qué podíamos descubrir sobre su propietario a partir del tamaño del traje y la factura, o si enviarlo al laboratorio para que hicieran inmediatamente los análisis de ADN. Pero pensé que, para intentar proteger cualquier resto de ADN, era mejor que pasara primero por el laboratorio.

—Has hecho bien —apuntó Grace—. A lo mejor podrías llevarte al sastre al laboratorio, para que lo examinara allí.

—Ya he quedado con él, mañana por la mañana —dijo Branson, sonriendo, satisfecho.

Grace también sonrió. Estaba orgulloso de su pupilo. Con su estilo metódico, la atención por los detalles y el pensar por sí mismo, estaba demostrando cada vez más que tenía tablas para ser un buen investigador. Volvió a mirar sus notas.

—En el escenario se ha encontrado una considerable cantidad de huellas de buena calidad, algunas próximas al trozo de tela que encontramos en los matorrales. —Hizo una pausa, señaló la ampliación y el tejido de muestra colgado de la pizarra blanca al otro extremo de la mesa—. En particular, encontramos numerosas pisadas por el perímetro del lago, y junto al lugar donde se encontraron los restos del traje. —Se giró hacia el agente Exton—. Jon, se han sacado moldes y fotografías de las huellas; quiero que descubras el fabricante de ese calzado. Te sugiero que empieces dirigiéndote a la NPIA: ellos tienen un registro de calzados de referencia.

—Enseguida, jefe.

—He contactado con un podólogo forense, el doctor Haydn Kelly, que es uno de los principales analistas forenses del país especializados en postura corporal, y le he pedido que asista a la reunión de mañana por la tarde; así tendrá tiempo de analizar las huellas antes de venir. —Levantó la vista—. Bueno, Crimewatch. ¿Tenemos alguna pista más a partir de las llamadas?

—Nada significativo, jefe —respondió el agente Nicholl—. Hasta ahora hemos recibido setenta y cinco llamadas, y solo tres nombres. Un montón de llamadas descartables. Los típicos borrachos. Uno nos ha dicho que lo hizo su padre, y luego nos ha contado que su padre murió hace cinco años. Otro nos ha dicho que lo hizo Kirsty Young, la presentadora del programa. Hemos clasificado las llamadas, como siempre, en categorías: A, B y C. La única de grado A era la del pescador, William Pitcher, esta mañana.

Grace le dio las gracias y luego preguntó:

—¿Alguien más tiene algo que añadir?

Varios de los presentes negaron con la cabeza.

—Pues nos vemos otra vez mañana a las 8.30.

En el momento en que salía de la sala de reuniones y enfilaba el pasillo en dirección a su despacho, se encontró con Ray Packham, de la Unidad de Delitos Tecnológicos, que caminaba a toda prisa en su dirección.

—¡Roy! Ya he podido echarle un vistazo a tu BlackBerry.

—¿Ah, sí?

Se pararon bajo un gran tablón en el que había una gráfica con el título MODELO DE INVESTIGACIÓN DE ASESINATO.

—Tenías razón en preocuparte. Te habían pirateado el teléfono.

Grace se lo quedó mirando, sintiéndose de pronto profundamente incómodo.

—¿De verdad?

Packham asintió.

—¿Y quién lo ha hecho?

—No estoy seguro de que esto te vaya a gustar. Quizá debiéramos ir a tu despacho.

Grace se puso en marcha inmediatamente.