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—Creo que me he enamorado.
Grace levantó la mirada y vio a Branson entrando en su despacho. Su amigo cogió una de las sillas que tenía frente a la mesa y se sentó a horcajadas, como si montara a caballo.
—¡Yo también! —Grace le tendió una ficha impresa del Frosts Garage con la fotografía de un Alfa Romeo Giulietta negro reluciente—. ¿Qué te parece?
—¡Impresionante!
—¡Solo tiene un año, bastantes kilómetros, pero entra en mi presupuesto!
Branson cogió la ficha técnica por cortesía y echó un vistazo.
—¡Solo tiene dos puertas!
—No, cuatro; las manillas de las de detrás están ocultas.
—Así que podrías poner al bebé en el asiento de detrás, ¿no?
—¡Exacto!
—Pues ve a por él. Date ese capricho, te lo mereces. Y, oye, a tu edad puede que sea el último vehículo divertido que tienes, antes de pasar a esas sillas de ruedas motorizadas.
—Anda y que te den —respondió Grace, con una sonrisa socarrona—. ¿Y tú? ¿De qué o de quién te has enamorado?
—Bueno, es probable que no te lo creas, pero…, eh… —De pronto parecía inusualmente tímido—. ¿Sabes? ¡Bella es una mujer muy atractiva cuando se lo propone!
—La verdad es que en Crimewatch la vi bastante guapa. Solo la vi de lejos, pero tenía mejor aspecto que nunca. ¿Así que has atacado?
—No exactamente. Pero estoy en ello.
—Así me gusta. Me alegro. Ya es hora de que empieces a vivir otra vez.
—Es una mujer encantadora.
—Y muy lista. Le tengo una gran admiración. Por cierto, tuviste un gran debut televisivo. ¡Estuviste genial!
Branson parecía encantado.
—¿De verdad? ¿Tú crees?
—¡De verdad!
Alguien llamó a la puerta.
—¡Adelante! —dijo Grace.
Ray Packham entró con la BlackBerry de Grace en la mano. Se quedó mirando a los dos policías y dudó.
—Siento interrumpir, jefe. Vengo a devolverle esto.
—¿Alguna noticia?
—La he clonado; la estudiaré en cuanto tenga un momento —dijo, y le devolvió el teléfono.
Grace le dio las gracias y vio que la lucecita roja de los mensajes parpadeaba furiosamente. Hizo un repaso superficial de los mensajes recibidos la última hora. Entonces, justo antes de que Packham cerrara la puerta, la BlackBerry sonó.
Era el superintendente jefe Barrington, comandante jefe de la división de Brighton y Hove.
—Roy, solo quería decirte que Gaia ya ha llegado al Grand. He quedado con su jefe de seguridad, un tipo llamado Andrew Gulli, dentro de una hora en la suite presidencial del hotel. ¿Podrás estar ahí?
Grace le dijo que sí. Pero en el momento en que colgaba sonó el teléfono interno. Respondió. Esta vez se encontró con la voz excitada de una de las nuevas agentes del equipo, Emma Reeves.
—¡Señor, acabo de recibir una llamada interesante de alguien que vio Crimewatch anoche!
—¿Y?
—Era socio de un club de pesca cerca de Henfield. Acaba de ver un trozo de tela que concuerda con el que el sargento Branson mostró en televisión.
Henfield era un pueblo situado a quince kilómetros al noroeste de Brighton.
—¿Está seguro de ello?
—Me ha enviado una fotografía hecha con su teléfono móvil. Bueno, parece que es la misma. Dice que estuvo ayer en ese mismo sitio y que, desde luego, entonces la tela no estaba allí.
—¿Estás en la Sala de Reuniones?
—Sí, señor.
—Voy enseguida.
Colgó y se puso en pie.
—¿Quieres ir de pesca? —le preguntó a Branson.
—No he pescado en mi vida.
—¡Pues ya es hora de empezar, antes de que te hagas demasiado viejo!
—¡Que te den!
—¿Te acuerdas del actor Michael Hordern?
—¡Sir Michael para ti! Pasaporte para Pimlico, Hundid el Bismarck, El Cid, El espía que surgió del frío, El desafío de las águilas, Shogun, Gandhi. ¡Era brillante!
—¿Sabes lo que dijo?
—Tengo la sensación de que me lo vas a decir —respondió Branson, con una mueca.
—«En el recuento de los setenta años que nos toca vivir, el tiempo dedicado a la pesca no cuenta».
—¿Es así como te mantienes joven, colega?
—Hace años que no pesco —dijo Grace—. Mantenerme tan joven forma parte de mí, es algo innato.
—En tus mejores sueños.
—No, en mis mejores sueños soy aún más joven… y te paseo en silla de ruedas.