No permitas que él, que nadie, te encierre en la cocina, así muchos supongan que la cocina es el sitio reservado a las mujeres. En la cocina, sola, no puedes estar acabarás cociéndote en tu propia salsa de amargura. Es cierto que en las ollas se halla distracción y que con buen cuidado y buenos ingredientes mantendrás muy despiertos todos los apetitos de quien contigo habita. Pero no te limites a estar en la cocina, y menos sola. Más bien haz lo siguiente: consigue que él aprenda a hacer un plato fácil y que empiece a creer que por ser hombre (todos lo creen) logrará superarte (también, siempre dicen también) en la cocina.

Para este plan no es mala idea una tortilla de esos tubérculos que los españoles, alargando la voz inútilmente, insisten en llamar patatas y son papas. Eso sí, a la tortilla, no permitirás que sea él el que le dé la vuelta. Enséñale a pelar las papas y a cortarlas en rebanadas ni delgadas ni gruesas. Para que entienda bien, dile que no más gruesas que las monedas de quinientos que guarda en el bolsillo (y lo has de ver sacando la moneda y midiendo el tamaño). Enséñale también a ponerlas en la sartén con el aceite aún frío. Dile que no es tan fácil batir muy bien diez huevos en una coca grande, que no debe quedar rastro de yema ni de clara, que la medida de sal es sutil e importante, así como el momento en que las papas se deben aliñar con una única cebolla cabezona en rodajas, más una manotada de perejil picado muy menudo.

Dile también cómo, al alcanzar un tenue dorado, un bronceado leve como de costa del sol en el otoño, se cuelan las papas y la cebolla frita y cómo debe mezclarlas, en frío, con los huevos batidos. Después, en poco aceite, enséñale a depositar la mezcla con cautela y dile que te avise cuando empiece a secarse por encima. Dar vuelta a la tortilla, ya te dije, es lo único difícil. Pero no se lo hagas saber, mándalo a otra parte mientras en una tapa haces la voltereta necesaria. Cuando él vuelva verá la parte dorada por encima y se sorprenderá de sus dotes culinarias. Pocos minutos más y dile que ponga la tortilla en una fuente, con rodajas de pan.

Este es un buen comienzo para tener un compañero fiel en la cocina. Sigue con ensaladas, carnes rápidas, jugos de frutas varias. Llegará el día en que lo vas a ver leyendo una receta y dando finalmente una sorpresa. Al cabo de los años una pareja encuentra que su mejor acuerdo se encuentra en la cocina. Por eso no te encierres, no dejes que éste sea tu único atributo, aprende a fabricarte un mozo de cocina.