La traición es un vicio maligno de los machos que no depende de tu decadencia sino de una imaginación enardecida que no encuentra sosiego hasta no averiguar lo que hay escondido detrás de un traje ajeno. Si llegas a saber que él ha retozado con mujer más moza, no dejes que te aprese la duda de tu cuerpo. No va en busca el hombre de mejores manjares, lo mueve la curiosidad por los platos exóticos.

¿Qué consejo he de darte para combatir una imaginación que yo mismo padezco? Trata de no enterarte. Y si te enteras fíngele a tu marido que su mejor amigo te pretende. Nada que hinche tanto (y hasta llene) la imaginación como el ardor de una sutil sospecha. Le bajarás los humos. Entenderá que no quieres conservarlo a toda costa.

Hazle saber también los deleites que encierra la experiencia y cómo el paladar degusta más sapiente los platos conocidos; sabe encontrarles sus sabores secretos. Las infidelidades suelen conducir a un fracaso de la fantasía; ésta se estrella contra una realidad que otorga menos de lo que promete. Y si la fantasía triunfa en él, si la realidad se le acomoda o la mejora, encuentra entonces tú también la fantasía porque sólo en el lomo de una nueva ilusión conseguirás olvido perdón indiferencia. Y para ilusionarte ¿qué has de hacer? Volver a abrir los ojos a los ojos que te miran, dejar al fin de hacerte la desentendida.