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Biografía: 1. Relato detallado en mayor o menor medida de la vida y la obra de una persona.

»Biógrafo: 1. Autor de una o varias biografías; p. ej., el biógrafo de Beethoven 2. pl. biógrafos (los), autores antiguos de breves biografías de oradores, filósofos, poetas, historiadores, eruditos, etc».

No cabe duda de que Logarás no responde a la acepción de biógrafos, en plural. Por un lado, porque Favieros y Stefanakos no pertenecían a las categorías de oradores, filósofos, poetas, etc., como señala Dimitrakos. Por otro, porque sus biografías son cualquier cosa menos breves. La segunda, aún más extensa que la primera, pasaba de las trescientas cincuenta páginas. Al margen de eso, la segunda edición está más cuidada que la primera. La cubierta es de papel mate, con letras de color azul oscuro sobre fondo gris y, en el centro, una fotografía reciente de Lukás Stefanakos en una de sus intervenciones en el Parlamento. Seguramente la copiaron de alguna revista o periódico.

Esta vez, he tomado ciertas medidas. Me he asegurado de comprar la biografía a tiempo para leerla por la tarde, sin prisas y sin pasar la noche en vela. La visita al editor podía esperar. No me cabía la menor duda de que Logarás —fuera quien fuese— había seguido la misma táctica con el segundo editor, y que cualquier intento de localizarlo nos conduciría a la casa abandonada de la calle Niseas.

Se imponía la búsqueda urgente de una tercera biografía. Me merecía una paliza por no haberla emprendido inmediatamente después del suicidio de Favieros. Me confundió mi certeza de que Logarás era, en realidad, Favieros, y la biografía, una autobiografía. Ahora que había metido la pata, tenía que espabilar para evitar males mayores. Pedí a Kula que buscara un catálogo de las editoriales griegas. Tardó media hora en encontrar la publicación de la Asociación de Editores de Libros. Los telefoneó a todos, uno por uno, pero no dio con una tercera biografía. Esto, en parte, suponía un alivio, porque significaba que no existía una tercera víctima potencial, al menos de momento. Desde luego, podría llegar en cualquier instante a manos de un editor, de modo que les pedimos a todos que nos avisaran enseguida si recibían un manuscrito de Minás Logarás. No esperaba grandes resultados de todo esto. El que se oculta detrás del seudónimo de Minás Logarás no es tonto. Sin duda, ya había previsto que tras la aparición de la segunda biografía sumaríamos dos y dos, así que no se apresurará en enviar otra.

Son más de las cinco cuando me arrellano en el sillón y abro el libro, pero me interrumpe Adrianí:

—¿Piensas leer la biografía de Stefanakos?

—Sí, y, como ves, empiezo temprano, para que no te quejes porque paso la noche en el sillón.

—¿No te gustaría leerla en el parque? —pregunta con una sonrisa almibarada. En la siguiente frase, la melosidad se troca en nostalgia—: Hace tiempo que no vamos al parque, y hoy es un buen día, porque no hace tanto calor.

No es mala idea en absoluto. Por un lado, si voy, le daré una alegría. Por otro, si permanezco ocho horas apoltronado en el sillón, acabaré anquilosado. Caminar y tomar el aire me sentará bien.

No sé qué otros cambios se han operado en el parque, pero el gato no está en su sitio. A pesar de ello, respeto nuestro acuerdo tácito y me siento en mi banco de siempre. El parque está desierto, el sol se filtra entre el follaje, todo sigue tal y como lo dejamos excepto la temperatura, que ha subido y va acompañada de un alto nivel de humedad.

Adrianí mira alrededor y suelta un suspiro de placer.

—¿Sabes? Lo echaba de menos. Era agradable venir aquí todas las tardes.

Intento retroceder en el tiempo y recordar si realmente era agradable. Estaba tan deprimido en aquella época, tan derrotado y abúlico, que no logro asociarla con sensaciones agradables. Aunque quizá lo fuese. Seguramente esos días transcurrieron con mucha serenidad, aunque la serenidad es sinónimo de aburrimiento para mí, porque no sé cómo matar el tiempo.

Opto por guardar silencio, lo que podría interpretarse como aquiescencia, y me zambullo en la lectura de la biografía de Lukás Stefanakos. Al cabo de unas cuantas páginas, tengo la impresión de que Minás Logarás escribió una única biografía y envió a las editoriales dos copias con títulos distintos. Favieros y Stefanakos procedían del mismo estrato social y siguieron trayectorias paralelas. Después de la primaria y el instituto, Favieros ingresó en la Politécnica, y Stefanakos en Derecho.

Voy por la mitad de la etapa estudiantil de Stefanakos cuando aparece el gato. Se detiene entre los dos bancos y me contempla, desconcertado. Luego abre la boca lentamente. Me imagino que expresará su enojo por el abandono al que lo he sometido, pero se limita a bostezar, como si mi sola presencia le provocara un tedio insoportable.

—Míralo, parece que nos ha reconocido. ¡Lo que es el instinto! —se admira Adrianí, que ha levantado la cabeza de su bordado.

El gato cierra la boca y, con la cola estirada, pega un salto y se acurruca en su lugar habitual, mientras yo me concentro de nuevo en la biografía de Stefanakos.

Logarás, que colmaba de elogios a Favieros, no se queda corto con Stefanakos. Ahora que los leo por segunda vez, sin embargo, esos elogios me suenan falsos, como si el autor alabara a sus personajes por obligación, sin creer sus propias palabras. Estoy convencido de que pensaría lo mismo si releyese la biografía de Favieros.

Cuando termino la parte dedicada a los años universitarios de Stefanakos, que, como en el caso de Favieros, ocupan la mitad del libro, ya casi es de noche. Adrianí, muy a su pesar, se levanta, y yo también preferiría proseguir la lectura en el parque y no en el interior asfixiante de casa.

Finalmente, vuelvo a abrir el libro en torno a las diez de la noche, después de ver un telediario aburrido y cenar un plato de judías verdes. Adrianí insiste en que conviene evitar las toxinas en verano, por lo que comemos casi exclusivamente verduras y, muy de vez en cuando, pescado al horno.

Stefanakos recorre el mismo camino que Favieros: los años de la lucha antifascista, la oposición a la junta militar, su arresto a manos de la policía militar, que se produjo poco después de la detención de Favieros. Mientras leo, se me ocurre que quizás ellos dos se conocieron en los calabozos de la policía militar, pero descarto la idea enseguida, porque allí mantenían a los presos incomunicados en celdas separadas.

Cuando llego a los capítulos dedicados a la carrera parlamentaria de Stefanakos y a su consagración como político, empiezo a esperar que de un momento a otro Logarás eche algo de lodo sobre su imagen, y no me equivoco.

La alusión viene inmediatamente después de la descripción de la boda de Stefanakos con Lilian Stazatu. Logarás narra cuánto se esforzó Stazatu durante los primeros años de su matrimonio por afianzar el perfil político de su marido, permaneciendo ella misma en la sombra. Tal vez quería evitar que se relacionara a Stefanakos con su padre, Arguiris Stazatos. Al mismo tiempo, no obstante, desarrolló una intensa actividad empresarial.

Al principio, esta actividad se centra en Starad, la agencia de publicidad de Lilian Stazatu, y en su vertiginoso ascenso, que coincide con el auge de la televisión. Lo turbio aflora en el sitio menos pensado: Union Consultants, la empresa de consultoría que Stazatu funda en sociedad con Sotiría Markari-Favieru. Justo después de mencionarla, Logarás lanza la primera indirecta. Sostiene, quizá con cierta ironía, que Stefanakos ayudó a su mujer a sacar adelante esta segunda empresa con la misma discreción que demostró ella mientras luchaba por impulsar su carrera política. Cuando una afirmación de este tipo se refiere a una empresa que se dedica a asesorar a la Unión Europea sobre inversiones, deja el campo sembrado para muchas sospechas.

Este no constituye, sin embargo, el indicio más incriminatorio. Media página más abajo, Logarás revela que Stazatu y Favieru abrieron una sucursal en Skopia, con la que negociaban con todos los países balcánicos interesados en ingresar en la Unión Europea. Una gran parte de los fondos destinados a esos países, así como a la reconstrucción de Bosnia y Kosovo, llegaban allí a través de Grecia.

Son las doce y media de la noche cuando acabo de leer la biografía. Adrianí ya se ha ido a dormir. Busco papel y lápiz y me siento a la mesa de la cocina. Intento trazar el esquema de la relación entre Favieros, Stefanakos y sus respectivas esposas.

FAVIEROS

Empresa constructora Erige S. A.

Balkan Prospect:

red de agencias inmobiliarias

Empresas constructoras en los Balcanes

STARAD

Agencia de publicidad

STAZATU con la esposa de FAVIEROS

Consultoría Union Consultants

Oficinas en Skopia de dicha empresa,

que opera en los Balcanes y,

sobre todo, en Bosnia y Kosovo

STEFANAKOS

Diputado de mucho peso y gran

reputación en los Balcanes

Estudio el esquema y trato de establecer las conexiones. En un principio, tanto Favieros como Stazatu dirigen empresas libres de toda sospecha: Erige, de Favieros, y Starad, de Stazatu. Detrás de estas compañías limpias e intachables se ocultan otras, cuyas actividades se desarrollan en terrenos poco claros. Tanto Balkan Prospect como Union Consultants operan, al parecer, dentro de los márgenes de la legalidad, aunque sus transacciones y sus medios financieros dejan muchos interrogantes sin contestar.

Las cosas se complican aún más en los Balcanes. Allí Favieros compraba a través de sus agencias inmobiliarias terrenos y viviendas a bajo precio, de los que luego obtenía grandes beneficios por vías diversas. En cuanto a la pareja Stazatu-Favieru, es muy posible que, con el pretexto de su mediación, saquen grandes tajadas de los fondos comunitarios destinados a diversos países balcánicos. Antes los intermediarios del vestíbulo del ayuntamiento cobraban dos dracmas por rellenar una petición de partida de nacimiento. Ahora los intermediarios griegos de la Unión Europea cobran millones por tramitar las solicitudes de los pueblos balcánicos.

Y, detrás de todo esto, Stefanakos. Luchador antifascista, político excelso, terror del Parlamento y amigo de los Balcanes. Si él intervenía entre bastidores para que la sociedad Stazatu-Favieru, con sede en Grecia y en los Balcanes, se embolsara fondos de los programas comunitarios, ¿quién se atrevería a denunciarlo? Esas cosas rara vez salen a la luz, porque son pocos los que están al corriente y aún menos los que están dispuestos a abrir la boca.

Dejo el lápiz e intento poner en orden mis pensamientos. ¿Será esta la causa del suicidio de Stefanakos? Un desconocido que se oculta tras el seudónimo de Logarás lo sabe todo y lo extorsiona. Stefanakos se suicida para evitar el descrédito que los hundiría a él y a su mujer. Al final, resulta que la teoría del escándalo no se puede desdeñar en absoluto.

A pesar de todo, persiste una incógnita: ¿por qué Favieros y Stefanakos se suicidaron en público? Preferir la muerte a la deshonra no implica que haya que matarse ante millones de espectadores. Sigo sin encontrar la respuesta a ello.

Me levanto para llamar al móvil de Sotirópulos.

—Ese diputado que te habló de la relación entre Favieros y Stazatu…

—Se llama Andreadis. ¿Existe tal relación?

—Eso parece. No con Favieros directamente, sino con su mujer. —Suena un silbido—. ¿Puedes concertarme una cita con ese Andreadis? Me gustaría hablar con él.

Se produce una pausa.

—Aquí empiezan las dificultades —señala y no bromea en absoluto. Guarda silencio antes de añadir—: Lo intentaré.