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Árni estaba teniendo dificultades a la hora de encontrar a alguien que dominara el álfico en Islandia, especialmente un sábado.

La pareja de profesores de la universidad a los que llamó se mostraron displicentes ante su petición. Tolkien no era una materia de estudio seria y la única persona que había mostrado algo de interés en el autor británico había sido el mismo Agnar, pero sus colegas dudaban de que hablara élfico. Así que Magnus le sugirió a Árni que buscara en internet para ver qué encontraba.

El mismo Magnus decidió hacer uso de internet para tratar de localizar a Ísildur. Claramente, Ísildur era el socio principal en su relación con Steve Jubb y, probablemente, quien ponía el dinero. Si Steve Jubb no les contaba nada sobre el trato al que estaba llegando con Agnar, puede que Ísildur sí lo hiciera. Si es que lo encontraban.

Cuanto más pensaba Magnus en ello, menos probable le parecía que Ísildur fuera un amigo de Jubb de Yorkshire. Ese tipo de apodos era más común en el mundo de internet que en el físico.

Pero antes de ponerse a trabajar, había un correo electrónico que le estaba esperando, enviado por el agente Hendricks, quien afortunadamente sí parecía estar trabajando el sábado.

Era de Colby.

Magnus respiró hondo y lo abrió.

Magnus:

La respuesta es no. Estoy segura de que en realidad no lo sientes, así que no finjas.

No te molestes en enviarme más correos, no los voy a contestar.

C.

Magnus sintió un impulso de rabia. Por supuesto, Colby tenía razón. Lo cierto es que no quería casarse con ella y era imposible que pudiera convencerla de que sí lo deseaba. Pero estaba preocupado por su seguridad. Le escribió rápidamente.

Hola, Colby:

Estoy muy preocupado por ti. Necesito que estés a salvo. Ya. Si no quieres venirte conmigo, trataré de arreglarlo de otro modo. Así que, por favor, mantente en contacto conmigo. Y si no es conmigo, con el FBI o con el subcomisario Williams de Schroeder Plaza. Si lo haces, habla directamente con él y solo con él.

Por favor, haz esto por mí.

Te quiero.

Magnus

Probablemente no funcionaría, pero valía la pena intentarlo.

Magnus se pasó el resto de la tarde en las turbias aguas de internet tanteando por foros y chats. Había por allí una enorme cantidad de fanáticos de El señor de los anillos. Parecían dividirse entre aficionados y obsesos. Los aficionados eran en su mayoría chicos de trece años que no sabían escribir, que habían visto todas las películas y pensaban que los balrogs molaban un montón. O se trataba de chicas de trece años que no sabían escribir, que habían visto las películas y que pensaban que Orlando Bloom estaba realmente bueno.

Aquellas breves entradas eran superadas por los impresionantes artículos aportados por los obsesos, que escribían miles de palabras sobre aspectos confusos de la Tierra Media, el mundo inventado por Tolkien. Había discusiones sobre si aquellos balrogs tenían alas reales o metafísicas, sobre los motivos de que no existieran ents jóvenes o sobre quién o qué era exactamente Tom Bombadil.

Magnus no había vuelto a leer El señor de los anillos desde que tenía trece años y solo albergaba un vago recuerdo de todos aquellos personajes. Pero lo que le sorprendía no era simplemente la oscuridad de aquellos argumentos, sino la pasión y la ocasional virulencia que los acompañaban. Estaba claro que para muchísima gente de todo el mundo, El señor de los anillos era algo importantísimo.

Después de dos horas encontró una entrada de un hombre llamado Ísildur. Uno de los obsesos. Contenía varios párrafos que comentaban un largo artículo académico escrito por alguien llamado John Minshall sobre la naturaleza del poder del Anillo Único en El señor de los anillos.

Había varios anillos de poder en el libro de Tolkien, todos creados por los elfos, excepto el más grande de ellos, el Anillo Único que los dominaba a todos y que fue creado por Sauron, el Señor Oscuro. Mucho antes de que tuvieran lugar los sucesos que se relatan en este libro, se libró una batalla desesperada entre el malvado Sauron y una alianza de hombres y elfos, una batalla que ganó esta alianza. El anillo lo arrancó de la mano del Señor Oscuro un hombre llamado Ísildur. Pero más tarde, cuando se dirigían a casa, el victorioso Ísildur y sus hombres sufrieron una emboscada de los orcos. Cuando Ísildur trataba de escapar, saltó al río, donde el anillo se escurrió de sus dedos y se perdió. Poco después, los orcos lo apresaron y lo mataron a flechazos.

El anillo permaneció en el lecho del río durante siglos, hasta que fue descubierto por una criatura parecida a un hobbit llamada Déagol, que se encontraba pescando allí con su amigo Sméagol. A este último le invadió el deseo de tener aquel hermoso y reluciente anillo y, como su amigo se negó a dárselo, lo estranguló y se colocó el anillo en el dedo. Con el tiempo, Sméagol terminó corrompido por el anillo y se convirtió en una criatura obsesiva y escurridiza llamada Gollum hasta que por fin, varios siglos después, le quitó el anillo Bilbo Bolsón, el héroe del primer libro de Tolkien, El hobbit.

El anillo tiene todo tipo de poderes. El portador del anillo no envejece, pero finalmente termina agotado y desaparece. Si el poseedor del anillo se lo pone, se vuelve invisible ante los mortales normales. Con el paso del tiempo, el anillo ejerce un poder sobre su portador, haciendo que mienta, engañe e incluso mate con tal de seguir poseyéndolo. Llevarlo se convierte en una adicción. Pero lo que es más importante, Sauron, el Señor Oscuro, está buscando el anillo. Cuando lo encuentre conseguirá el dominio absoluto sobre la Tierra Media. El único modo de que el anillo pueda ser destruido es llevarlo al Monte del Destino, un volcán situado en el centro de Mordor, la tierra de Sauron, y lanzarlo por la Grieta del Destino. Esta se convierte en la búsqueda del sobrino de Bilbo, un hobbit llamado Frodo.

Minshall argumentaba que los poderes del anillo demostraban que se había inspirado en las óperas del ciclo de El anillo del nibelungo de Wagner, en las que los dioses compiten por hacerse con el control del anillo y dominar el mundo.

Esta idea molestó seriamente al actual Ísildur.

Citaba al mismo Tolkien, quien negaba que hubiera ninguna conexión, asegurando que «ambos anillos son redondos y que ahí terminan los parecidos». Después, Ísildur lanzaba un largo discurso en el que citaba desde La saga de los volsungos hasta la Edda prosaica, ambas escritas en Islandia en el siglo XIII. Aseguraba que Tolkien había leído la saga de los volsungos cuando aún estaba en el colegio y que esta le habla inspirado durante el resto de su vida.

Ambas fuentes describen cómo tres dioses, Odín, Hoenir y el embaucador Loki, estaban de viaje cuando se encontraron con una catarata en la que un enano llamado Andvari estaba pescando transformado en un lucio. Loki lo atrapó y le quitó su oro. Andvari trató de quedarse con un anillo mágico, pero Loki lo vio y amenazó al enano con llevarlo a Hela, que era la hija de Loki, diosa de los muertos, si no le entregaba el anillo. Andvari lanzó una maldición sobre el anillo y desapareció tras una roca. Durante el resto de la saga, el anillo pasa de una persona a otra, provocando el caos por dondequiera que va. Parece que Ísildur creía que tanto J. R. R. Tolkien como Richard Wagner habían leído La saga de los volsungos, lo cual explicaba la similitud entre las dos historias.

Después seguía una serie de entradas de uno y otro lado cada vez más acaloradas hasta que aparecía un tercer participante que llamaba mentiroso y plagiador a Tolkien. Aquello pareció unir a Minshall y a Ísildur en defensa de su héroe y el asunto quedó así finiquitado.

Magnus tenía la fuerte sospecha de que se trataba del mismo Ísildur que era socio de Steve Jubb: los dos compartían el mismo interés por La saga de los volsungos. Por suerte, la página web incluía un enlace a la dirección de correo electrónico de las personas que participaban con sus entradas. La dirección de Ísildur indicaba un proveedor de internet de Estados Unidos. La pregunta era cómo podía descubrir Magnus de quién se trataba.

Había una pequeña posibilidad de obtener una respuesta enviándole un correo electrónico en el que la policía de Reikiavik le pidiera ayuda en la investigación de un asesinato. Pero había más posibilidades de que Ísildur se diera cuenta de que la policía iba a por él y se quedara en silencio.

El año anterior Magnus había estado implicado en la investigación de la violación y asesinato de una mujer en el barrio de clase media de Brookline. Esta mujer había recibido correos anónimos de un acosador. Con la ayuda de un joven técnico llamado Johnny Yeoh, de Informática Forense, Magnus había localizado la dirección IP del ordenador desde el que se habían enviado los correos, a pesar de todas las estratagemas que había utilizado el que los envió para ocultarlo. Resultó que se trataba del vecino de al lado de la mujer. Ahora cumplía cadena perpetua en la prisión de Cedar Junction.

Magnus tenía la dirección de correo de Ísildur. Lo único que necesitaba era provocar un correo electrónico de respuesta por su parte que incluyera el «encabezamiento» que revelara la dirección IP del ordenador de Ísildur.

Pensó por un momento y, a continuación, escribió:

Hola, Ísildur:

Tu comentario sobre La saga de los volsungos me ha parecido muy interesante. ¿Dónde puedo conseguir un ejemplar?

Matt Johnson

Una pregunta sencilla, si bien algo tonta, a la que Ísildur solo tardaría unos segundos en contestar, con suerte no demasiado tiempo como para preocuparse por la dirección de correo desde la que había sido enviada. Merecía la pena intentarlo.

El problema con la correspondencia electrónica era que nunca se sabía cuánto tiempo tardaría en llegar la respuesta. Podría ser un minuto, una hora, un día o un mes. Mientras esperaba, Magnus fue a ver qué hacía Árni. Había hecho algunos avances: había encontrado un profesor de lingüística de la Universidad de Nueva Gales del Sur que aseguraba ser experto en los idiomas inventados por Tolkien, de los que se suponía que existían catorce. Al igual que Magnus, le había enviado una pregunta por correo electrónico y estaba esperando la respuesta.

Árni encontró también indicios de un Ísildur. Había alguien que utilizaba ese sobrenombre y que parecía estar tratando de crear un servicio de traducción on-line directa e inversa del quenya, uno de los idiomas élficos más detallados por Tolkien. En cuanto a si se trataba del mismo Ísildur o de algún otro fanático de El señor de los anillos, no podían estar seguros.

Magnus volvió a su ordenador. Había tenido suerte. Encontró un breve correo electrónico de Ísildur.

Hola, Matt:

Puedes conseguir un ejemplar en Amazon. Hay una buena edición de Penguin Classics. Merece la pena leerlo. Disfrútalo.

Ísildur

Magnus pulsó unas cuantas teclas de su ordenador y apareció una serie de códigos y números, el encabezamiento del correo.

Un filón.

—Árni, ¿conoces a alguien de tu Departamento de Informática Forense que pueda comprobarme el encabezamiento de una dirección de correo?

Árni pareció dudar.

—Es sábado. Estarán en casa. Podría tratar de localizar a alguno, pero tardaré un rato. Es probable que tengamos que esperar al lunes.

Lo del lunes no era una buena idea. Magnus miró el reloj. Casi era la hora del almuerzo en Boston. Johnny Yeoh era un civil, no un oficial de la policía, pero era el tipo de friqui que lo dejaría todo con tal de ayudar si algo le interesaba. Magnus y él se llevaban bien, sobre todo desde que Magnus se había asegurado de que Johnny recibiera buenas alabanzas por su trabajo a la hora de localizar al asesino de Brookline. Ese sería el tipo de tarea que pondría en marcha el cerebro de Johnny.

Magnus escribió un correo rápido cortando y pegando el encabezamiento del mensaje de Ísildur. Se aseguró de que no hubiera nada en el texto del correo que pudiera indicar que se encontraba en algún lugar que no fuera el corazón de los Estados Unidos. Pensó enviarlo a la dirección de Johnny del Departamento de Policía de Boston a través del agente Hendricks. El problema es que Johnny no lo recibiría hasta el lunes. Magnus necesitaba un resultado más rápido.

Magnus recordaba la dirección de correo privado de Johnny. La había utilizado bastantes veces el año anterior. Sopesó los riesgos. No había modo alguno de que nadie estuviera controlando si Johnny Yeoh se ponía en contacto con Magnus. Y aunque Lenahan tenía muchos amigos en todo el Departamento de Policía, lo menos probable es que Johnny fuera uno de ellos.

Escribió la dirección de Johnny y pulsó la tecla de envío.

Con un poco de suerte, por la mañana sabrían quién era Ísildur.