La vida es un vía crucis que permite la curación de los sufrimientos, aunque éstos nunca desaparecen. Hay momentos peliagudos que no se olvidan. Un viejo escritor monárquico, ya fallecido, coincidió con el tratadista en una de las primeras recepciones a las que sus majestades los reyes invitaban a los escritores con motivo del Premio Cervantes, que se celebra todos los años el 23 de abril, fecha en la que doblaron la servilleta don Miguel de Cervantes y don Guillermo Shakespeare, entre otros muchos. El viejo escritor esperaba el momento del besamanos o saludo a los reyes con nerviosismo, y lo hacía en compañía de un personaje bastante gafe. El tratadista le advirtió de los riesgos que corría, y el viejo escritor no le hizo caso.
—Tú y tus maldades —comentó desde la sonrisa.
Por fin, a la hora convenida, con puntualidad de reyes, don Juan Carlos y doña Sofia se situaron en el salón de recepciones de La Zarzuela para ser cumplimentados por el personal escribiente, y el viejo escritor subió las escaleras apoyado en el personaje bastante gafe. El tratadista volvió a recordarle los riesgos que abrazaba, y el viejo escritor insistió en su desdén. Al llegar a la altura del rey, el viejo escritor monárquico, emocionado en grado sumo, casi en levitación, se dispuso a saludar al monarca. Se cuadró, pegó un vibrante taconazo, estrechó la mano del rey, bajó la cabeza y se tiró el pedo más sonoro que jamás ha oído el tratadista en toda su vida. El personaje gafe le había pasado la factura.
—¡Qué bochorno! —me comentó poco después—. ¿Tú crees que los reyes se han dado cuenta?
—¿De tu pedo? —le pregunté benevolente.
El viejo escritor asintió, y el tratadista no tuvo más remedio que ser sincero:
—Es imposible que no hayan reparado en él. Lo ha oído todo el mundo.
—Lo único que me consuela —dijo el viejo escritor todavía con el rostro carmesí— es que los pedos no salen en las fotos.
Verdad de la buena. Las fotografías no registran sonidos, ni olores, ni gustos. La fotografía salió sin pedo, y el viejo escritor la enmarcó. Cuando alguien le visitaba, enseñaba la fotografía orgulloso.
—Mira, aquí estoy saludando a los reyes.
—Estás muy bien —le comentaban—, pero los reyes han salido con cara de susto.
—Algún defecto del «flash».
—Posiblemente.
Pero hay fotografías que no engañan, y ésas son las que pretende analizar el tratadista para que sus lectores y alumnos procedan inmediatamente, en caso de que las conserven, a su destrucción. Las fotografías son tremendas cuando los años pasan, las costumbres cambian, las pasiones menguan y las manías se agigantan. Las fotografías se pueden guardar en un cajón que no abre o en un álbum que no se encuentra, pero jamás deben estar expuestas o al alcance de los menores. Sobre todo las que registran estas situaciones:
Fotografía de boda: pareja de novios ante el altar con los pajes sentados a sus pies.
Fotografía de boda: la novia firma el acta matrimonial y el novio sonríe embobado.
Fotografía de boda: los novios parten la tarta nupcial con una espada de Toledo y la prima ordinaria aplaude.
Fotografía de boda: los novios, sonrientes, ella con la cabeza agachada y sujetándose el velo, intentan llegar hasta el coche mientras los invitados les lanzan puñados de arroz.
Fotografía de primera comunión: el niño o la niña rezan devotamente instantes después de recibir el sacramento.
Fotografía de primera comunión: los padres, el niño y la bicicleta de regalo.
Fotografía de fin de año: la familia al completo con gorros y matasuegras.
Fotografía de guerra: grupo de militares abrazados entre ruinas de ciudad recientemente ocupada.
Fotografía de empresa: instantánea de la cena-homenaje al conserje recién jubilado con placa de plata entregada por el presidente.
Fotografía de noviazgo: ambos, gozosos y sonrientes, abrazados sobre un prado.
Fotografía en el zoo: normalmente, junto al elefante.
Fotografía de mili: soldado con arma simulando posición de guardia, prevención de ataque o simulación de inmediata presencia del enemigo.
Fotografía en parque de atracciones: en la montaña rusa.
Fotografía de viaje: fondo de torre Eiffel en París, Parlamento en Londres, Quinta Avenida en Nueva York, plaza de San Pedro en Roma, Manneken Pis en Bruselas, cataratas en Niagara o plaza Roja en Moscú.
Fotografía de viaje: fondo de la torre inclinada en Pisa. La instantánea puede ser merecedora de la pena capital si las personas que aparecen en ella simulan cierta inclinación.
Fotografía de Navidad: junto a Papá Noel. O haciendo de Papá Noel, o sonriendo a Papá Noel. Sólo es admisible si capta el instante en el que Papá Noel es abofeteado.
Los lectores deben obedecer sin tardanza al tratadista y destruir todas estas fotografías. En caso de no hacerlo, deben saber que jamás estarán en el candelero o, como dijo no se sabe quién, en el candelabro.