CACHO 22
PAPÁ NOEL O SANTA CLAUS

Pesadísimos ambos. A Santa Claus, el yanquerío le denomina «Santa». Papá Noel pulula por ahí, con una serie de renos voladores y riéndose de todo y de todos. En España, guste o no, son unos intrusos, que están a punto de terminar con la tradición mágica de Melchor, Gaspar y Baltasar, que tampoco son los que creen los niños, pero sí los dueños de nuestras costumbres. El tratadista reconoce su incoherencia en este espinoso asunto. El tratadista se ha disfrazado voluntariamente, sin mediar presión, coacción o chantaje, de Papá Noel durante varios años consecutivos. El tratadista, vestido de tal cosa, ha entregado regalos, repartido ilusiones, conversado con inocentes y recibido besos limpios de agradecimientos celestes. El tratadista ha sido un perfecto sinvergüenza, porque ha representado un papel nada acorde con sus principios. En España, Papá Noel, o Santa Claus, o San Nicolás, que son lo mismo, no pasan de ser unos advenedizos, unos gorrones y unos pelmazos que han entorpecido aún más, si ello es posible, el duro camino de la Navidad. Al niño español siempre se le ha sometido a la dura prueba de creer en los Reyes Magos después de asistir a la Cabalgata. El niño español es tan tonto que, a pesar de la Cabalgata, ha mantenido su fe. Maravilloso milagro. Pero al niño español no se le puede poner a prueba dos veces en tan escaso margen de tiempo. O se cree en Santa Claus o se cree en los Reyes Magos. Compartir creencias y fidelidades supone inequívoca muestra de frescura infantil o de ingenuidad mamona.

—Nuestro nene sabe ya que los Reyes Magos somos nosotros y que Papá Noel no existe.

—Es que vuestro nene es listísimo.

—Sí, pero ha tardado treinta y siete años en darse cuenta.

—Maravillas de la fe.

Escribí un día, y no sin recibir manifestaciones de enfado y dolor, que Santa Claus, con ese culo, en España no tiene más destino que la clínica Incosol. Por santo que sea, no hay chimenea que permita su deslizamiento con garantía de buena circulación. En Groenlandia puede ser, pero en España no. A España vienen los Reyes Magos, Melchor con barba blanca, Gaspar con barba castaña y Baltasar, con o sin barba, pero siempre negrito. Santa Claus no encaja con lo nuestro. En Nochebuena, los españoles nos regalamos sin mediación divina, de tú a tú, y el milagro lo alejamos hasta el seis de enero, para que los niños tengan una ilusión en aumento. Papá Noel es un precipitado, un irresponsable que llega cuando hay que esperar. Pero está ganando la batalla.

—A nuestros hijos les deja los regalos Santa Claus, porque así nos podemos ir a esquiar hasta que empiezan los colegios. —Y eso no puede ser. Los Reyes Magos siempre han regalado juguetes y cosas inútiles, maravillas para la imaginación de los niños, cachivaches innecesarios y objetos milagrosos. Los Reyes Magos son tan verdaderos que dejan los juguetes sin pilas, y no funcionan, y los niños no se enfadan. Pero «Santa», el «yuppy», el gordo, el penetra, sólo regala artilugios útiles. Se acabó el milagro. Los Montojón van a esquiar, y los niños de los Montojón, que han pedido un coche de bomberos y una «Barbie» con «wonderbra», reciben unos esquís. Eso no es la Navidad.

Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás, «Santa», o como se quiera llamar, en España es un cursi.

Y lo afirma quien se ha disfrazado de cursi, por cursi.

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