Otra repugnante costumbre de los últimos años es la «fiesta sorpresa». La «fiesta sorpresa» consiste en organizar una celebración en honor de una persona que desconoce el acontecimiento. La «fiesta sorpresa» se caracteriza porque todo el mundo occidental se entera de los preparativos menos el futuro sorprendido. En el aeropuerto de Santo Domingo, un matrimonio español pasaba por el control de pasaportes. El policía dominicano que había de sellar sus visados los miró con desacostumbrada fijeza.
—¿Son ustedes los señores de Alcoceba que viven en Villafranca del Castillo?
—Sí, somos nosotros —respondió él, algo turbado.
—Pues les deseo que salga bien la «fiesta sorpresa» que le van a dar a la señorita Magda Conejo Echevarría el próximo sábado.
—¿Y usted cómo lo ha sabido? —cuestionó ella, enferma de la curiosidad.
—Lo sabe hasta el presidente de la República, señora.
Y el sábado Magda Conejo Echevarría lloró emocionada con la sorpresa.
Particular emoción tienen las «cenas sorpresa» con invitados bajo la mesa. La dueña de la casa, sujeto a celebrar sorpresivamente, llega a su hogar algo cansada. La espera su mejor amiga, con quien comparte las vicisitudes de la jornada.
—Te voy a dar un pequeño disgusto —anuncia la amiga—: hay una gotera enorme en el comedor.
La dueña de la casa se levanta alarmada y se dirige al comedor para comprobar la gotera y calcular los daños originados por la catástrofe. El comedor está apagado. Cuando entra en la estancia, la luz se apodera del comedor y se aprecia una mesa atiborrada de bandejas con las más variadas viandas.
—¡Oh! —exclama ella, presa de la confusión.
Y en ese momento, al unísono, los amigos que permanecían escondidos debajo de la mesa salen al escenario al grito de:
—¡Cena sorpresa! ¡Muchas felicidades! —Y hay lágrimas, claro.
Es recomendable conocer el estado cardíaco de los posibles sorprendidos. La emoción es tanta que alguno no puede soportar el choque. Fiorella de Galván y de Galván no pudo soportar el impacto emocional de la «barbacoa sorpresa» que organizaron en su honor en El Soto de La Moraleja. Fiorella de Galván y de Galván, con su chandal carmesí y su correspondiente abrigo de nutria noruega, salió de su casa hacia la iglesia para asistir a la misa de las doce. Una misa que salió muy bien, y en cuya homilía el párroco dijo cosas preciosas sobre los pobres. A la una llegó a su casa. Domingo soleado de invierno. El jardín, vacío. Fiorella de Galván y de Galván se alivió de abrigo y se sentó en el porche.
—Un domingo y sola en casa —se dijo para sí con acentuada congoja. Pero ¡quia! Un segundo después de hablarse a sí misma con acentuada cuita, desconsuelo o pesadumbre, surgieron tras de un seto todos sus vecinos al grito de:
—¡Barbacoa sorpresa! ¡Felicidades!
Y tanta felicidad acabó con su vida. Primero un ahogo, después un sofoco, luego un patatús, posteriormente unos estertores y finalmente, pajarita.
Los vecinos ignoraban que Fiorella de Galván y de Galván padecía de arritmias cardiacas. La sorpresa se la llevaron ellos. Por horteras.