CACHO 3
DEPILARSE LAS AXILAS

En una factura real y auténtica de una peluquería de señoras de Murcia se lee lo siguiente:

Señora de Morrales. 5 de marzo de 1994

Por lavar el cabello. . . . . . . 1200 ptas.
Por secar y marcar. . . . . . . 2700 »
Lámpara de cuarzo. . . . . . 1800 »
Cera en exilas. . . . . . . . . . . 1650 »
Por depilar el chichi. . . . . . 2500 »
Total. . . . . . . . . . . . . . . . . . 9850 »
(IVA INCLUIDO)

Con independencia del último concepto, correspondiente a una tal depilación del chichi —ignoramos su verdadero significado—, la gran ordinariez de esta factura, de esa peluquería y de la señora de Morrales, se centra en las axilas. O sobaco o debajo del brazo, pero axila, jamás. Si a la señora de Morrales —el apellido no responde a su identidad—, le florecen en exceso los pelitos que nacen bajo los brazos, tiene sobradísimo derecho de quitárselos. Lo que no puede hacer bajo ningún concepto es solicitar una depilación de axilas, y en caso de no haberlo demandado de esa guisa, pagar una factura con redacción tan soez.

Una peluquera decente jamás puede tolerar una petición como ésta:

—Buenos días, Fermina.

—Buenos días, doña Vanessa.

—Quiero que me depile las axilas.

—Que se las depile su madre, doña Vanessa.

Dignísima y fantástica postura ante la ordinariez. Un aplauso para Fermina.

Y todo esto sin pretender averiguar lo del chichi, que puede ser el bigote, aunque no estoy en condiciones de asegurarlo.