LECCIÓN 33
EL MERCEDES BLANCO

«Por sus coches los conoceréis», dijo en cierta ocasión un joven y apuesto escritor de larga nariz y abiertas orejas. Y no quiero dejar pasar la oportunidad de felicitarle muy sinceramente por su agudeza. Gran observador el joven y apuesto escritor. Magnífico tipo. Me encantaría conocerle para poder estrechar su mano y manifestarle mi honda admiración. Tiene que ser un hombre encantador y sencillo. Lo malo es que ante él, quizá —no lo creo— «me pondría nervioso».

Los coches son la continuación de sus dueños. Y entre todos los coches, todas las continuaciones y todos los dueños, se llega a una conclusión tan valiente como irrebatible. No hay un coche más hortera que el Mercedes blanco, exceptuando, claro está, al Mercedes blanco descapotable.

Para ser el propietario de un Mercedes blanco, con o sin capota, hay que empeñarse. Los coches Mercedes son, sin duda alguna, de lo mejorcito del mundo. Pero la empresa Mercedes tiene la buena costumbre de ofrecer a sus clientes todas las características, artilugios, variaciones y posibilidades para que éstos obtengan el coche perfecto a la medida de sus gustos y pretensiones. Es muy difícil salir a la calle y volver a casa con un Mercedes blanco. Para ello hay que visitar al concesionario, rellenar un amplio formulario, elegir el modelo, contratar los aditamentos encaprichados y, dentro de una gama variadísima, seleccionar el color. «¿De qué color lo quieres, Teresa Estrella?» «Blanco, por supuesto, mi amor». «Pues ya está, amigo mío —le dice el amor de Teresa Estrella al vendedor mientras afloja unos cuantos millones—, la señora lo quiere blanco». Y claro está, tres meses después llega el Mercedes blanco.

La descripción que hizo Grover Whalen de su amigo el duque de Friedmon —«iba discretamente vestido con unos pantalones naranjas»— ha perdido todo su vigor con el paso de los tiempos. Si Grover Whalen viviera actualmente hubiera escrito: «Iba discretamente despeinado al volante de un Mercedes blanco descapotable». Tener un Mercedes es un sueño compartido por millones de seres repartidos entre los cinco continentes —incluido Piquillo, el continente de los pimientos—. Un Mercedes es un coche sensacional, un lujo de la técnica, una maravilla creada y perfeccionada por la imaginación del hombre. Pero es mucho más respetable no tener un Mercedes a poseer uno de color blanco y descapotable. El detalle es tremendo y no admite vuelta de hoja. Hasta en Palm Beach sorprende por hortera. Si lo tiene y no quiere que sus hijos y nietos se lo reprochen post mórtem, proceda a venderlo. Inmediatamente.