Hablar con tacos y decir venablos está muy bien siempre que sea oportuno y no se sienta vergüenza por la oportunidad. El taco (repasar el primer tomo de este Tratado), además de sedativo, curativo y analgésico, es descriptivo y desahogante. Un gilipollas no es un tonto más o menos sublime, sino simplemente un gilipollas. Un tonto sublime es un tonto sublime, y no pasa de ahí. Y un gilipollas es un gilipollas y no retrocede de ahí. De todos los venablos, el más hermoso y espontáneo es «¡coño!“», que abarca todas las necesidades y posibilidades expresivas. Un ¡coño! bien soltado es una delicia semántica y social. Un ¡coño! disimulado es una ordinariez inaceptable. Me refiero al ¡coñe! y al ¡coñi!
«No sabes cómo me duele la uña, coñe». Pues que le duela más. «Estás muy pesado, coñi». Me parece poco pesado. Y ya lo inaudito, lo impensable y lo depurable —incluso en patíbulo público— es «coñirri». «¿Qué tal la fiesta?» «Un poco “coñirri”».
Lo de «coñirri» no está, por fortuna, excesivamente extendido, pero todo se andará. «Alejandro José me parece “guachi piruli”». «Sí, pero si bebe se pone bastante “coñirri”».
«El padre de Alejandro José le ha comprado un “buga” de abuten». (El padre de Alejandro José le ha comprado un coche buenísimo). «Paso de él, porque con “buga” o sin “buga” es un “coñirri”». «Pues tú te lo pierdes, tía, porque a mí me sigue pareciendo “guachi piruli”».
Decir «coñe», «coñi» o «coñirri» es de tal gravedad, que quien lo pronuncia, al referirse al miembro masculino por excelencia, dirá «pene». Y si bien, según la Real Academia, el término «pene» es el adecuado, según la decencia plástica de la dignidad —plástica y estética—, lo de «pene» es una guarrada. Mejor «polla» que «pene», y muy bien «fuchinga». El «nabo» tampoco es aceptable, aunque sea objeto de amnistía en cuarteles y canteras. Diálogo de canteras. Un trabajador se apellida Nabo y el capataz le asigna su trabajo. Otro trabajador le sigue en demanda de las órdenes del capataz. «Usted vaya a cortar piedras con el Nabo». «Lo siento, capataz, pero yo con el nabo no corto ni carne de membrillo». Embarazoso en sumo grado.
A las cosas con su nombre completo y sin camuflajes. Se puede ser un cabrón, y un cabronazo, y hasta un cabroncete. Pero nunca un «cabrichuelo». Y «coñirri» es peor que «cabrichuelo». A ver si nos vamos enterando.