LECCIÓN 22
«PORFA»

Uso éste más femenino que masculino, más colegial que universitario y más pijillo que «progre». En cualquier caso, deleznable. Siguiendo la lógica natural, si el «por favor» se convierte en «porfa», el subsiguiente agradecimiento, o lo que es igual, las «gracias» se concretarían en un simple y monosílabo «gra». «¿Me das un pito, porfa?» «Sí, tía». «“Gra”».

Quien dice «porfa», pronuncia de igual manera y con la falta de ética lingüística que se da por segura, «guay», «guachi» o «superguachi». Los matices entre «guay», «guachi» y «superguachi» son secretos y pertenecen a sus exclamadores. Lo mismo que «me mola mogollón» o «me mola cantidad». «¿Me das un pito, porfa?» «Sí, tía». «“Gra”». «¿Te mola?» «Me mola mogollón». «¿Está guachi?» «¡Superguachi, tía!» «¡Guay!» Una conversación muy instructiva y académica entre dos niñas de trece años que acaban de aprobar con notable el examen de literatura española.

Asimismo, quien dice «porfa», al referirse al cumpleaños de cualquiera de sus amigas, lo resume en «cumple». El «cumple» es sagrado y no hay disculpa que valga y que perdone una inasistencia. El «cumple» es lo máximo, y su celebración determina el nivel de amistad de la protagonista con sus amigas. Se han dado casos terribles que de sólo recordarlos, la más dura sensibilidad tiembla. Por ejemplo, el caso de la abuela Florinda.

La abuela Florinda llevaba varios meses con la salud más que delicada. Más o menos como el cardenal Pla y Daniel, que tras convalecer de una enfermedad fue abordado por un reportero que le preguntó: «¿Sigue Su Eminencia estando mala?» «Sí, hijo, sí, todavía estoy bastante pachucha», respondió el cardenal. Pues la abuela Florinda, que estaba pachucha, de la noche a la mañana falleció.

Conchi Gladys era la nieta preferida —la «prefe»— de la abuela Florinda. También era la alumna preferida de la profesora de matemáticas —la «prefe» de la «profe»—, y por supuesto, la amiga preferida de la pandilla —la «prefe» de la «pan-di»—. Los padres de Conchi Gladys estaban consternados, sobre todo la madre, Loli Cristal, natural de Caracas. Loli Cristal y su madre Florinda aterrizaron en España y tuvieron la suerte de conocer a Pietro Bamboglia, un atractivo gángster siciliano que triunfaba en la sociedad de Madrid porque financiaba a los socialistas. Desde que se vieron por primera vez fueron dos corazones que latieron al unísono. Más que dos corazones, tres corazones, porque la abuela Florinda se quedó prendada del atractivo maleante, y la abuela era la abuela.

Fruto de aquella apasionada unión de tres nació Conchi Gladys, que desde muy niña se trató con lo mejor de Madrid. La muerte de la abuela Florinda supuso un durísimo golpe para Conchi Gladys, que estuvo varias horas sin recuperarse del impacto emocional. «Nenita, cariño —le anunció su padre, el gángster, con esa dulzura que sólo tienen los gángsters con sus hijas—, mañana por la tarde es el funeral por “lalita Florinda” y espero que vayan todas tus amigas». A Conchi Gladys se le pasó de golpe el impacto emocional. «No papi; al funeral por “lalita Florinda” no vendrán mis amigas, porque yo tampoco voy a ir». «¿Y por qué?», preguntó el mafioso escandalizado. «Porque es el “cumple” de Adriana».

La historia es tremenda, pero verídica. Todavía tiemblo cuando la narro.