En mi niñez, no tan lejana como algunos creen, los tíos y las tías eran unos parientes, ciertos o fingidos, más o menos respetados por su condición de parentesco o edad. Hoy, el tío o la tía son precisamente lo contrario. Tío y tía son todos, sin excepción, y tío o tía, se llaman entre todos, aunque se conozcan o no. «¿Qué te ha parecido el último “elepé” de Tarzán y su puta madre buscan piso en Alcobendas?» «De puta madre, tío»; porque la expresión «de puta madre» es un elogio inconmensurable, con tío o sin tío. «Pues te advierto que Bobby es un tío de puta madre». «Ya lo sabía, tía». «Pues eso, tío, no te pases».
«Me molesta tu jeta, tío». «Pues pasa de ella, tía». «Es que me encabrona, tío». «Explícate, tía». «No tengo nada que explicarte, tío»., «Me alucinas en marrón, tía». «Pareces maricón, tío». «Y tú idiota, tía». «¿Nos vamos tío?» «De acuerdo, tía». «Eres un marrano, tío». «Y tú una guarra, tía». «Pero te quiero mogollón, tío». «Y yo a ti, tía». «Me creía que estabas gilipollas, tío». «Es que alucinas, tía». «Lo que más me jode de ti es lo tonto que eres, tío». «Y a mí, lo zorra que puedes ser, tía». «Te comería ahora, tío». «Y yo a ti, tía». «Pues ponte las pilas, tío». «Las llevo puestas, tía». «Y te vas a poner lo otro, tío». «A pelo, tía». «¡Qué cabrón eres, tío!» «Y tú que puta, tía».
Y el hecho es que se adoran.