LECCIÓN 17
AL «HIPER»

Es el plan cumbre de la semana, el «planazo», como dirían los que al hablar parecen tener un huevo en la boca. El supermercado, o lo que es igual, el «súper» o el «híper», es el gran escenario del chandal sabatino o dominical. Se conoce al experto en «híper» por la forma de empujar el carrito. Hay auténticos fitipaldis del carrito. Él lo lleva y ella va llenándolo de toda clase de productos. No faltan, por supuesto, los utensilios y viandas indispensables para la barbacoa, como el carbón vegetal, de gran aceptación en nuestros días. «Cariño, no te olvides del carbón vegetal», le recuerda el marido. «No te preocupes, gordo —le tranquiliza ella mientras entierra las latas de almejas chilenas, en oferta, con varias bolsas de carbón vegetal—. Las salchichas holandesas están saliendo muy sabrosas últimamente», asegura ella, gran conocedora de la evolución de las salchichas holandesas. «Sí, pero las alemanas me merecen más confianza», apunta él, tajante. «Lo que tú quieras, gordo», cede ella. «No cariño; si tú crees que las holandesas vienen mejor últimamente, nos quedamos con las holandesas», concede él.

Los «chandalosos» de «híper» colindante con urbanización de lujo se fijan mucho en las marcas de los productos. Hace años, invitado por un matrimonio de muy reciente y floreciente riqueza terrenal, fui puntualmente informado del origen y marca de todos los comestibles que se ofrecieron como aperitivo. «Alfonso, no dejes de probar las almejas, que son Cuca», me recomendó la señora —malísima, por cierto— de la casa. «Prefiero un poco de atún», advertí. «Cómelo tranquilamente, porque es de Massó». «Los que están increíbles son los mejillones de Alfageme», anunció el nuevo rico. «Y las aceitunas rellenas El Serpis no te las dejes, porque están “reguachis”», dijo la hija con un aliento de anchoa que tiraba para atrás. «¿Quieres un berberecho Albo?» «No, gracias», respondí gravemente en un intento vano de disimular un eructillo de bonito en escabeche La goleta. «Pues tú te lo pierdes», comentó el calzonazos mientras rociaba los berberechos con un limón El Sol de la Huerta, según rezaba su etiqueta. «¿Está bueno el limón?», pregunté con intención perversa. «Buenísimo —confirmó la ordinaria abriendo la boca y enseñando unos enormes dientes manchados de chipirones en su tinta La Gaviota—. El limón es del Sol de la Huerta, y para mí es una garantía».

Entonces me fui.