LECCIÓN 39
CONCLUSIÓN

Si a estas alturas, tras leer este insuperable Tratado de las buenas maneras, usted, lector amable, sigue bebiendo de una taza de café con el dedo meñique levantado, considérese no apto para la convivencia normal. Igual, si persiste en utilizar durante los meses de verano zapatos de rejilla, o si cubre sus pies con calcetines blancos, o si va al «wáter», o si «pilla» taxis, o si grita «¡Vivan los novios!» en las bodas, o si mantiene su contumacia en comprar bragas y se baña con «bañador», o tiene «chavales» en lugar de hijos, o si esos hijos «le comen» bien o mal, o si se sofoca, o si celebra el día de la Madre, o el día del Padre, o el día del Amor Fraterno, o el día de los Enamorados, o el día de lo que sea, o si encuentra que cualquier cosa es «interesante», «divertida» o «alucinante», o si pide «la vez» en el mercado, o si es un «ejecutivo agresivo» que hace jogging, usa chandal y organiza los sábados una barbacoa, o si se le eriza el vello del pubis, o etc., etc., es usted un merluzo.

Este libro ha caído en sus manos para darle una última oportunidad. Si no ha sacado conclusiones beneficiosas, usted no lo merece.

En tal caso, y sin que sirva de precedente, no honre su biblioteca con su presencia. Regáleselo a una persona sensible y normal.

De cualquier forma, gracias.