«Me han dicho que los Bermúdez se están haciendo un chalé inmenso en La Moraleja». «Sí, sí, alucinante. Un auténtico casoplón».
¿Qué es un casoplón? Que se sepa, hasta la fecha, no hay reglas establecidas para determinar cuándo una casa grande se convierte en casoplón. Lo cierto es que al definir como «casoplón» toda construcción particular más o menos exagerada, se hace con un deje de admiración incontenida. El casoplón, pues, es simplemente una casa grande de gente más o menos conocida, de familia de recientes adinerados, o de campo con nuevos propietarios poderosos.
Las fincas de España, especialmente las toledanas, extremeñas y andaluzas, han transformado sus perfiles con los casoplones. Las viejas casas de campo, los antiguos cortijos, las rústicas casas de labranza adaptadas por los dueños, no tienen nada que hacer al lado de los casoplones, que son los que privan. Un casoplón, además de los metros cuadrados construidos, debe contar con los siguientes anexos: piscina —preferentemente de invierno y verano, si bien con la de verano sólo, sirve—. Paddle tenis. Cuadra de caballos —incluso cuando el propietario no sabe montar a caballo—. Vestuarios de «piscina-paddle» con porche estival y gran salón de invierno para reunir a los amigos de «confianza». Este salón de invierno informal debe contar con la colaboración de un billar americano.
Una buena casa gusta o entusiasma. Una hermosa casa de campo encanta o sorprende. Un casoplón alucina. En la sociedad de hoy casi todo es alucinante. Un traje alucinante, un coche alucinante, una tienda alucinante, una cena alucinante, un reloj alucinante. El casoplón, por definición, o es alucinante o no es casoplón.
Y los que dicen «casoplón», suelen ser unos tontos alucinantes.