LECCIÓN 32
EL EJECUTIVO AGRESIVO

En esta vida y esta sociedad se puede ser todo —incluso presidente de Asociaciones de Antiguos Alumnos—, pero nunca un ejecutivo «agresivo». Ser ejecutivo «agresivo», además de una desgracia, es harto contraproducente. El mal gusto y los peores modos de los «ejecutivos agresivos» les convierte en seres absolutamente abominables de muy difícil aceptación. «Nuestro hijo Ramón vale muchísimo porque es un ejecutivo agresivo», dijo en cierta ocasión un señor totalmente tonto, días antes de arruinarse por avalar con su firma los negocios de importación de su hijo, el ejecutivo agresivo.

El «ejecutivo agresivo» es odioso con los subordinados y profundamente lameculos con quien le interesa. Llama por teléfono por medio de su secretaria y dicta cartas sin parar, de las cuales la mitad van destinadas a personas inexistentes, domiciliadas en Londres y Nueva York. Presume de viajar mucho y ha dejado de fumar para sentirse más incorporado a las nuevas tendencias. Se viste con telas italianas y suele estar «reunido». Trata con destemplanza a quienes le rodean y recuerda en su casa que el bienestar que se disfruta se debe exclusivamente a su dedicación y trabajo.

El «ejecutivo agresivo» come siempre fuera de casa y presume de ser entendido en vinos. Se refiere a los presidentes de los grandes bancos por su nombre de pila, como dejando entender que son amigos suyos de toda la vida, cuando en la realidad apenas los conoce. «Me ha dicho Alfonso…», «Le comenté a Mario…», «Le tuve que demostrar a José María…», «Le exigí a Emilito…», etc. Luego, cuando se los encuentra en algún acto social, el «ejecutivo agresivo» no puede abrir la boca de la emoción y, posteriormente, por razones de los nervios acumulados, siente irrefrenables ganas de hacer pis.

Pero donde el «ejecutivo agresivo» se manifiesta en todo su esplendor es, paradójicamente, en los días sin oficina. En las mañanas de los sábados y domingos, el «ejecutivo agresivo» hace jogging con un chandall impresentable, corretea por las calles de su urbanización en compañía de su doberman, organiza una barbacoa en el jardín de su casa y por la tarde, cuando ya ha hecho todas esas tonterías, pone a sus hijos un vídeo en inglés «para que se les vaya haciendo el oído».

Me parece bien lo del inglés. El resto no admite condescendencias. Así, cansadísimo, el «ejecutivo agresivo» se enfrenta a la llegada del lunes para seguir triunfando en sociedad. Eso es, al menos, lo que él se cree.

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