AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, me gustaría dar las gracias a José Antonio y Diego Fossati por creer en este proyecto nada más conocernos. Por sus consejos y por la tranquilidad que me transmitieron durante el proceso. A mi editora Esperanza Moreno, por tratar con tanto mimo no solo el libro sino a mí.

A la Das Bundesarchiv y a la U. S. National Archives, por permitirme utilizar su hemeroteca y por el material fotográfico que me enviaron para completar esta obra. Las improntas que aquí incluyo nos permiten conocer más de cerca a nuestras protagonistas.

A los traductores de inglés, polaco, francés y alemán que han formado parte de este proceso literario. A Robert Wojno, Sergio Gómez y Katarzyna Czaplinska, por atender tan amablemente el llamamiento que hice en Twitter para encontrar traductor de polaco. A Anne Pfeifer, Laura Alvarado y Alexander Müller, por el ímpetu mostrado desde Düsseldorf. A Begoña Sagarduy López, por querer incorporarse a esta aventura. A Robbie McNicol por las tardes que pasamos delante del ordenador escudriñando en inglés cada uno de los libros que me llegaban. A todos ellos, un millón de gracias.

A Madonna Anne Lebling, Director of Newsroom Research en el periódico The Washington Post por darme acceso a información privilegiada y por enviarme personalmente artículos publicados en su diario sobre las tan temidas guardianas.

A la Oxford University Press y al Oxford Journals, que me dieron acceso a importantes documentos sobre los procesos judiciales de Bergen-Belsen y Auschwitz.

A Johannes Schwartz, Director of the Lichtenburg Memorial Site, por facilitarme uno de sus trabajos sobre la Oberaufseherin Dorothea Binz. A Flint.

Whitlock autor del libro The Beasts of Buchenwald, por enviarme dedicado uno de sus ejemplares desde el otro lado del charco y que tanto me sirvió para documentarme. A Katie Rushforth y Catherine Lawn de la Eurospan Group por hacerme llegar manuscritos inaccesibles desde España.

A Eric Frattini por las comidas celebradas en su «cuartel general», por ofrecerme versados consejos y sobre todo por su valiosa amistad. Al doctor José Cabrera Forneiro, por lanzarse sin paracaídas a escribir el prólogo de este libro. A Pietro y Lucía, por las charlas sin reloj, por las risas, los nervios y porque me enseñaron que los sueños también se hacen realidad. A Carles Lamelo, por las noches delante del micrófono hablando de misterios. A Javier Silvestre, porque su risa llena la sala de mi memoria. A Lorena Montón, por su calidad humana. A Blanca Jiménez Barrau por sujetarme en los peores momentos. A Alessandra Martín, la «hermana» pequeña que siempre quise tener. A David Barrientos, porque le sobra humanidad y la comparte con los que somos sus amigos. A Luisa Puerto, por ser mi familia desde hace más de 15 años. A mi querida Grachi, porque nunca he conocido un ser tan sabio sobre la faz de la tierra. A Bertita por sus remedios alquimistas. A Mónica Montes, por ser más «solar» que nunca. A Eva Margalef, porque es sinónimo de nobleza y lo demuestra cada día. A Bego Llácer, por ser mi alma gemela. A Tania Ruiz Otero, porque nuestra amistad siempre saltará la barrera de la distancia. A Paloma Ramón, por poner música a las palabras. A Chus, porque sé que está viendo todo desde arriba; te pienso cada día. A mis padres y hermano, por ser parte de mi alma. A Elena, por ser mi inspiración diaria. Al resto de mis incondicionales, que no os olvido, por estar siempre a mi lado cuando más lo necesito.

Y por último, y muy en especial, un agradecimiento a todas aquellas personas y organismos que me dieron la espalda, que me pusieron toda clase de escollos para evitar que este libro fuese como es hoy. Ello me ha permitido agudizar mi ingenio y, por tanto, mi investigación.

A todos ellos, la más sincera de las gratitudes. Una parte de este libro es de todos ellos.