Una de las principales características de un conflicto bélico es que cuando finaliza, los tribunales internacionales se encuentran con la difícil tarea de descubrir a los responsables y, a la vez culpables, de cometer unos supuestos crímenes de guerra. Si bien algunos fueron localizados, juzgados y eliminados; otros, fueron liberados impunemente pese a las pruebas testimoniales aportadas por la acusación durante la vista. A pesar de su colérico comportamiento en los distintos Konzentrazionslager, Ilse Lothe fue una de las pocas Kapos que se libró de la horca. El hecho de ser prisionera de los nazis tenía que haberla servido para luchar contra ellos, pero tras su nombramiento en Auschwitz se convirtió en uno de ellos. Pasó a ejercer tareas de vigilancia y a perpetrar frenéticas palizas a sus propias compañeras de barracón.
Lo poco que se sabe de su vida es merced a la declaración jurada que hizo durante el proceso de Bergen-Belsen de 1945. Parece ser que esta mujer nació el 6 de noviembre de 1914 en la ciudad alemana de Érfurt, capital de Turingia, de donde también procedía el filósofo alemán Max Weber —conocido por su distinguida obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo—.
Desde una edad muy temprana, Ilse decidió ponerse a trabajar, no sabemos si porque no le gustaban los estudios o porque su familia necesitaba un refuerzo más en casa. A partir de ahí, buscó diferentes ocupaciones donde sentirse cómoda y un buen día empezó en una fábrica de zapatos. Sin embargo, aquello no le duró demasiado, no porque no le fascinase sino porque acababa de emerger la Segunda Guerra Mundial y los nacionalsocialistas iniciaron un gran despliegue por toda Alemania. Las tropas germanas iban llegando rápidamente a cada uno de los pueblos del país. Érfurt fue uno de ellos. A su llegada, un grupo de oficiales de las Schutzstaffel obligó a la joven a alistarse. Todo ocurrió antes de que finalizase el año 1939.
Durante ese rifirrafe, pretendieron enviarla a una factoría de municiones pero Ilse se negó taxativamente. No tenía hijos ni se había casado nunca pero no quería formar parte del aparato de destrucción nazi. Años más tarde, acabó cayendo en su trampa.
Rápidamente la remitieron al campo de concentración de Ravensbrück, pero no como guardiana, sino como prisionera. Durante aquel tiempo, conoció a algunas de las supervisoras más maquiavélicas que ha dado la historia del Nazismo: María Mandel, Dorothea Binz o Juana Bormann. Nuestra protagonista jamás contó si tuvo algún altercado con cualquiera de ellas durante su reclusión en el «Puente de los Cuervos».
Tres años más tarde y ya en marzo de 1942, Ilse fue trasladada al centro de exterminio de Auschwitz donde permaneció y vivió como interna durante cuatro semanas. Transcurrido ese tiempo, el comandante del campamento determina que la transfieran una larga temporada a un Kommando externo en Budin (Budy), a unos siete kilómetros de Auschwitz. Allí realizó dispares trabajos forzados. Estos iban desde efectuar diversas excavaciones, como por ejemplo zanjas, hasta construir un embalse o mantener limpios los estanques.
De junio de 1943 y hasta febrero de 1944 la desplazan al campo de Auschwitz-Birkenau. A su llegada la nombran Kapo del Kommando n.º 6 que constaba de 100 judías húngaras. Inicialmente, su misión consistía en que sus compañeras cumpliesen las tareas impartidas por las guardianas, es decir, evitar peleas, repartir los alimentos o la ropa, etc. No obstante, con el tiempo y gracias a los pequeños privilegios que como Kapo tenía, su trabajo se fue extralimitando hasta puntos insospechados. Se había convertido en «Policía Judía» —así era como denominaban los demás reos a los Kapos— y por tanto en una centinela más de las SS. Inevitablemente conoció a la Aufseherin Irma Grese quien durante su declaración ante el tribunal, negó que la hubiera visto alguna vez.
Algunas de las prisioneras que decidieron contarlo durante el juicio, aseguraron que Ilse Lothe también infringía multitud de maltratos debido a su «privilegiada» posición. Lo que muchas de ellas no sabían —y aquí hago un breve paréntesis— es que en la mayoría de casos, los Kapos acababan siendo asesinados en la cámara de gas.
Dicho esto, una de las testigos llamada Hanka Rozenwayg que había estado en uno de los Kommandos que Lothe vigilaba, afirmó que en una ocasión esta se quejó a Grese de que no estaba haciendo bien su trabajo. Al hacerlo, la Aufseherin le lanzó un perro que le desgarró la ropa y le dejó numerosas marcas en todo el cuerpo. Además, también vio cómo la Kapo pegaba a un chica polaca, la golpeaba en el suelo y terminaba por darle infinidad de patadas.
Otra judía polaca, Eva Gryka, explicó durante la vista judicial que en el tiempo que se halló en Auschwitz, Lothe había sido el Kapo de su Kommando de trabajo consagrado a cavar zanjas y fosas para enterrar a los muertos. Durante una de las jornadas, una de sus compañeras llamada Grunwald preguntó a Ilse si podía ir al baño. Esta se lo prohibió. Entonces la reclusa dejó la pala y se marchó.
«Tan pronto como ella pasó de su trabajo vi a Lothe acercarse a Grunwald y golpearle en la cabeza y el cuerpo hasta que se desplomó inconsciente, con sangre chorreando de su cabeza. Para golpear Lothe usaba un palo de madera, que era de unos 2 pies de largo y una pulgada de diámetro. Con la ayuda de otros prisioneros llevé a Grunwald a su bloque y le vendamos sus heridas lo mejor que pudimos. Al día siguiente vi que se llevaban a Grunwald al bloque 25. Ese bloque estaba reservado a las personas que eran destinadas a la cámara de gas».
La testigo también contó que Lothe la pegaba con un palo de madera al menos dos veces por semana. Una vez incluso, le dio un puñetazo en la nariz hasta hacerle sangrar.
Algo importante que Gryka quiso dejar claro en su interrogatorio, fue que Lothe también había sido responsable de enviar a muchos prisioneros a la cámara de gas.
Otras supervivientes como la judía polaca Sonia Watinik corroboró estos hechos cuando le tocó subir al estrado de Bergen-Belsen.
Llegado el turno de la acusada, Ilse Lothe negó conocer a alguna de las testigos que la habían acusado de pegar a otras reclusas. Desmintió que Rozenwayg o Watinik formasen parte de su Kommando porque si fuese así las hubiera reconocido inmediatamente. También rebatió el hecho de que conociese o trabajase con Irma Grese. En este sentido, tanto la guardiana como la Kapo afirmaron que se trataba de una falsedad y esta última, terminó por argumentar que fue castigada por el Departamento Político de Auschwitz.
«… tres veces. La primera vez porque llevé una carta de contrabando fuera del campo. La segunda vez porque quemé el somier de las camas —hice un fuego con ellas—. Y la tercera vez porque organizamos alguna comida y cigarrillos. La primera vez me dieron 25 latigazos realizados de esta manera: pusieron un bloque en medio de mis rodillas y me ataron las manos, me balancearon de una banda a la otra golpeándome de ambos lados mientras me balanceaban de un lado al otro. Dos hombres de las SS me golpearon con una porra de goma. He oído hablar de otros Kapos que fueron castigados de esta manera».
Continuando con la historia de Ilse Lothe, reseñar que tan solo cuatro meses del primer Kommando, este finalmente fue disuelto. Poco después obtuvo otro de 50 judías húngaras cuyo cometido fue construir bunkers en puestos preparados para las armas de fuego.
En noviembre de 1944, le envian al Kommando n.º 107 destinado a Obras Hidráulicas y en diciembre la destituyen como Kapo a causa de los altercados anteriormente mencionados. Es a partir de entonces cuando la envían a un Kommando de castigo llamado Vistula.
Desde enero de 1945 comienza su odisea de un campo de concentración a otro. Primero trasladan a este grupo de castigo hasta Ravensbrück donde permanecieron cuatro semanas. A principios de marzo, es incluida en un transporte de mujeres embarazadas con destino Belsen. Cae enferma por tres semanas pero cuando se recupera, Ilse se convierte de nuevo en la Kapo del Kommando de hortalizas. El grupo de 140 personas constaba de mujeres rusas y de unas pocas judías de Hungría y Polonia.
Cuando a mediados de abril de 1945, las tropas británicas liberan el campamento de Bergen-Belsen, Ilse Lothe es puesta en libertad y empieza a trabajar como campesina. Más tarde lo hizo como enfermera.
Por otra parte, el 22 de junio y mientras paseaba por el campo en compañía de una judía polaca, un grupo de otros seis o siete exprisioneros gritan: «Esa es un kapo de Auschwitz». Cuando Ilse se dio la vuelta, ya tenía dos soldados británicos pidiéndole los papeles. Fue arrestada rápidamente y trasladada a la cárcel de Celle junto con los que habían sido sus verdugos. Estaba acusada de cometer crímenes de guerra en el campo de concentración de Auschwitz y en el de Bergen-Belsen.
Dada la falta de pruebas y los testimonios tan «contradictorios» aportados durante el proceso, el Tribunal de Bergen-Belsen dicta su veredicto el 17 de noviembre de 1945. «N.º 10 Lothe; La Corte encuentra que no es culpable del primer cargo y no culpable del segundo cargo».
Tras ser absuelta de todos los cargos, desaparece de Lüneburg. Nada se ha vuelto a saber sobre su paradero.