Inspiración Cadillac despertó con un grito acerado de su sueño de hierro. La memoria y la conciencia lo desafiaban; ¿qué eran aquellas luces brillantes, ese techo alto, aquellos sirvientes de verdes túnicas que se inclinaban, azorados ante su presencia? Se sentó para exigir una explicación y le respondieron con gritos de alarma y pavor religioso.
—¡Maestro, maestro, oh, es verdad, es verdad! Oh, maestro, bendíceme.
Un joven postulante con media cara de metal se postró en el suelo en vocinglera adoración. Inspiración Cadillac bajó de la cama (¿sería una mesa de operaciones?), y al verse reflejado en las blancas paredes de azulejos lo recordó todo.
—¡La mortificación total! Acero hecho por el hombre…
Se miró el cuerpo, las manos, las piernas. Metal; suave y duro metal sin la corrupción de la carne, sin manchas de roja sangre, todo puro y sagrado metal. Levantó los brazos de acero en señal de agradecimiento.
—¡La mortificación total! ¡He conseguido la mortificación total!
Cantando glorias y aleluyas, el personal técnico se postró de rodillas. Inspiración Cadillac contempló su propia gloria en la pared de azulejos y recordó…
… la voz del Gran Ingeniero lo llamaba a ocupar el puesto de profeta… un ejército enfrentado a otro ejército y las Pobres Criaturas en el medio, indefensas, sin un jefe… luces brillantes, murmullos, máquinas luminosas, baldosas frías, muy frías, acero reluciente, oscuridad.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —inquirió a una cibernetista.
—Ocho días, Maestro. El mundo ha enloquecido, santo padre: los de carne han destruido el domo de la basílica y profanado el santuario con su acción de gracias por la victoria; en estas mismas calles se ha librado una guerra, se ha perdido y se ha ganado, cientos han muerto y… y perdóname, maestro, pero hasta el tiempo y el espacio enloquecieron. Todo ha cambiado: la locura se ha desatado en el universo.
—Paz, pequeña mía. Ha llegado la hora de imponer el orden y la armonía —dijo Inspiración Cadillac. Con un resquicio de concentración, un halo negro apareció alrededor de su muñeca derecha. Los técnicos lanzaron un grito de asombro y cantaron aleluya—. Ahora soy lo que era antes la Gris Señora, pero mucho más. Ella estaba hecha de carne despreciable, y yo de acero santificado. Soy el elegido del Gran Ingeniero, el Hombre del Futuro; en mis circuitos arde el poder…
Abrió la mano derecha y la oscuridad fluyó sobre todos los técnicos menos los dos que habían hablado con Inspiración Cadillac, y se transformaron en cosas negras y humeantes tan horrendas y obscenas que desafiaban toda imaginación. Inspiración Cadillac lanzó una carcajada metálica. Estaba sediento de poder y cada abuso que cometiera a partir de entonces debía ser más rico, más profundo, más pleno. Ante sus acólitos encogidos de miedo se transformó: en un vaho de alquimia le salieron alas, alabes de rotores, sierras, lanzataquiones, antenas de radio, armonios portátiles, ruedas, orugas, reactores, cohetes, lavadoras.
—Venid conmigo —le ordenó a la cibernetista y al técnico que lo habían llamado maestro—. Estoy cansado de transformaciones. —Dirigiéndose a la cibernetista, añadió—: Serás mi camarlenga. —Dirigiéndose al técnico, le dijo—: Y tú, mi ingeniero jefe. No me tengáis miedo… debéis amarme. Os lo ordeno. Y ahora, deseo recibir la adulación de mi pueblo.
—Ah —dijo la camarlenga.
—Eh —dijo el técnico jefe.
—¿Dónde están los fieles? —inquirió Inspiración Cadillac.
—Ay, no fueron tan fieles como nosotros —se quejó la camarlenga.
—Creyeron que habías muerto cuando el avión se estrelló contra el domo y éste se precipitó —le explicó el ingeniero jefe.
—Y por eso… eeh… han encaminado sus devociones hacia otros derroteros.
—Han encontrado otra cosa que adorar.
—Es un… aah… un tren.
—Salió de Villa Acero al terminar la tormenta temporal y se ofreció a poner a salvo a todas las Pobres Criaturas.
—Habrás notado el símil, santo padre: las profecías que tú hiciste sobre el Mesías de Acero que saldría de Villa Acero para salvar a los fieles de la guerra y la destrucción.
—Se han… eeh… se han ido con él.
—¿Cómo? —rugió Inspiración Cadillac.
Le salieron alabes de rotores y levantó vuelo hacia el cielo.
—Ve hacia el oeste —le aconsejó la camarlenga.
Desde el aire, Inspiración Cadillac pudo ver el modo en que algunas calamidades peores que la guerra habían golpeado Villa Fe. El domo de la Basílica de la Gris Señora (de ahora en adelante, aclaró para sus adentros, la Basílica de la Mortificación Total) yacía reducida a escombros sobre el suelo embaldosado de la sala de audiencias. Toda el ala este junto con una decena de hectáreas de Villa Fe habían sido arrancadas y reemplazadas por una superficie similar en la que crecía un campo irrigado de maíz. Los aposentos privados de la Gris Señora se habían convertido en un cráter fundido en la roca, y junto a él, aparecían los restos enmarañados de un artefacto de tres patas.
—Pero ¿qué ha ocurrido aquí? ¡La guerra, el horror, la infamia, la apostasía, con una locomotora!
Ni siquiera se trataba de un modelo de locomotora, decidió Inspiración Cadillac, espiándola desde lejos al ver una línea de blanco humo en el horizonte occidental. Una Gran Sureño Modelo 27 de tracción a fusión; los tokamaks necesitaban una buena revisión. La pintura estaba descascarada y ampollada, ¿qué era lo que decía el cartel «Feria Ambulante y Fantasía Educativa de Adam Black»? Patético. Brillando como la plata bajo el sol del desierto, Inspiración Cadillac conectó su sistema de megafonía general y castigó a su pueblo.
—¡Ah, vosotros faltos de fe! —Había caras asomadas a las desvencijadas ventanillas. Parecían asustadas. Mejor así—. ¡Oh, generaciones perversas y descreídas! ¡Prometí que volvería a vosotros como Mortificación Total, y sin embargo, ninguno de vosotros ha podido esperar los ocho días que tardé en cumplir la promesa! ¡Habéis roto nuestro pacto!
¡Idólatras! ¡Adoráis a este… a este Becerro de Oro en vez de adorar a la manifestación física del Ingeniero Cósmico! ¡Contemplad cómo destruyo los falsos ídolos!
Sobrevoló sobre el tren en marcha y levantó la mano para lanzar un rayo cibernético.
—Preferiríamos que no lo hicieras —le sugirió el tren inesperadamente. La fuerza se evaporó de la punta de los dedos de Inspiración Cadillac.
—¿Cómo?
El tren repitió la frase palabra por palabra.
—¡Un tren parlante! Vaya vaya vaya.
—Y algo más —dijo la Gran Sureña Modelo 27—. Soy la Mortificación Total.
—¡Tonterías! ¡Blasfemias! Yo soy la única Mortificación Total.
—Tú eres una máquina, obra del hombre. Yo soy un hombre, obra de una máquina. En el fondo, tú eres de carne, porque conservas la apariencia externa de un hombre, pero yo he superado ese chovinismo antropomórfico. Soy una máquina con forma de máquina.
Las Pobres Criaturas asomaban las cabezas por las ventanillas; era evidente que disfrutaban de la disputa teosófica. A pesar de la rabia, Inspiración Cadillac sintió curiosidad y preguntó:
—¿Qué tipo de criatura eres?
—Echa un vistazo a mi vagón adornado de libreas —respondió el tren.
Inspiración Cadillac recogió los rotores y efectuó un aterrizaje propulsado a reacción sobre el tejado con la pintura desconchada. Extendió un ojo con cámara telescópica por el borde para poder espiar. Las ventanillas estaban cubiertas por una espesa capa de mugre y telarañas, igual que el resto del vagón: polvo, telarañas, años y abandono. En el centro del vagón había un sillón de cuero cuarteado y en el sillón aparecía un cadáver momificado. El cadáver llevaba en la cabeza una diadema metálica de diseño peculiar e intrincado.
—Ése fue Adam Black —dijo el tren—. Cuando su alma pasó a mí, sellé el vagón para siempre. Lo que ese vagón representa ya no me incumbe, soy una maquinal hombre, el verdadero hombre del futuro, la Mortificación Total, si lo prefieres. Durante muchos años recorrí las vías férreas del mundo en busca de un propósito para mi identidad espiritual, hasta que me enteré de la existencia de los dumbletonianos de Camino Desolación, lugar que conocí a fondo en mi encarnación humana, y el corazón me dijo que aquí estaba la razón de mi existencia. Por eso vine y ellos me aclamaron como el Mesías de Acero, y me siguieron con su desvencijada caravana de vagones y carruajes. Y como sólo puede existir un Mesías de Acero, ahora hemos de enfrentarnos.
Inspiración Cadillac saltó del tren en marcha impulsado por sus reactores cuando Adam Black envió una orden cibernética de fusión de circuitos por su superestructura.
Inspiración Cadillac se elevó a una altura prudente y luego soltó una descarga con la fuerza purísima de un dios, que separó los vagones rotosos de las Pobres Criaturas de la Feria Ambulante y Fantasía Educativa. Cuando el tren blasfemo hubo activado los frenos de emergencia y se hubo detenido, Inspiración Cadillac había sacado de los pies un cable con filamentos de diamante y remolcaba a sus fieles de regreso a Camino Desolación.
Adam Black lanzó una nube de blanco vapor, invirtió la dirección y acelerando partió tras las Pobres Criaturas.
Inspiración Cadillac soltó su carga y se dio la vuelta para enfrentarse al agresor. Adam Black frenó y esperó en las vías, palpitando con la fuerza de la fusión.
—Aquí no —dijo—. ¿Coincidirás conmigo en que la seguridad de las Pobres Criaturas es lo principal?
—Sí.
—Muy bien, pues.
Adam Black aumentó la entrada de vapor y aceleró en dirección a la línea occidental.
Inspiración Cadillac lanzó una orden abrasadora para que los motores de fusión de su rival estallasen. Las defensas computadorizadas anularon sin esfuerzo alguno el hechizo.
El hombre-cohete y el tren-hombre batallaron con órdenes y contraórdenes durante un tramo de cincuenta kilómetros de desierto pero sin resultado alguno. Durante los siguientes veinte kilómetros utilizaron armamento físico. Los rayos sónicos chocaron contra rayos sónicos, los misiles fueron contrarrestados con enjambres de robots-abejas asesinas, las ametralladoras, con tórrelas láser montadas en el tejado; las minas lapa, con robotmonos; los relámpagos con relámpagos; las garras con cañones de agua; los servopuñetazos con espuma polimérica; las descargas de vapor sobrecalentado con descargas de microondas: las Mortificaciones Totales batallaron hasta que Camino Desolación no fue más que un recuerdo en el horizonte oriental.
Inspiración Cadillac vio entonces un fulgor resplandeciente en el borde del mundo. Fue seguido por otro relumbre, luego otro y otro más, y en un abrir y cerrar de un ojo ciego, se vio envuelto en un cono de luz al rojo vivo. Cuando cayó en la cuenta de lo que Adam Black le había hecho, su piel cromada comenzó a brillar con tonalidades rojo cereza, luego escarlata, luego amarillas y sus circuitos se fundieron y comenzaron a fluir como el alquitrán.
—Muy ingenioso eso de reenfocar hacia mí los espejos celestiales de ROTECH. No creía que mi enemigo tuviera tantos recursos.
Eran pensamientos valientes pero hueros. Brillaba ya al rojo vivo. Aunque se iban reparando tan pronto como el calor los destruía, sus circuitos metamórficos sólo aguantaban unos segundos antes de disolverse. Intentó extenderse y quebrar el control que Adam Black ejercía sobre los vanas pero la locomotora se encontraba demasiado atrincherada.
Notó cómo su cerebro aún humano hervía en el cráneo metálico.
Entonces tuvo la idea.
—Lo superaremos —le gritó a sus sistemas en llamas—. Lo superaremos.
Reunió sus escasas fuerzas y se elevó en el cielo bien alto, más allá de los espejos celestiales, las órficas, los habitáis y los partacs. Entró sigilosamente, tomó el mando de los sistemas de guía y disparo y apuntó los quince aceleradores orbitales de partículas subquark hacia Adam Black, una minúscula pulga movediza en la piel de la tierra redonda.
Un instante antes de que Inspiración Cadillac diera la orden de disparar, Adam Black adivinó su estrategia.
—¡Estúpido, estúpido, la explosión nos destruirá a ambos! ¡No! ¡No lo hagas!
—¡Sí sí sí! —gritó Inspiración Cadillac y su cordura se fundió y su cerebro se disolvió en el instante mismo en que disparó los partacs.
En Camino Desolación, los habitantes dijeron que fue como un segundo amanecer: fue algo hermoso, dijeron. Vieron quince rayos violeta salir del cielo como la justicia del Panarcos y luego, una explosión blanca, pura como la virtud, había llenado el horizonte occidental durante dos segundos enteros. Hermoso, dijeron, hermoso… los efectos de la explosión habían teñido de rosa y azul el borde occidental del mundo y los velos insustanciales de las descargas de la aurora habían vacilado como fantasmas sobre la escena de la explosión. Durante todo el mes que siguió, Camino Desolación tuvo el privilegio de contemplar unas puestas de sol asombrosamente sublimes.
Cuando las Pobres Criaturas regresaron, tirando del desvencijado tren de viejos vagones y material rodante fabricado con los restos de las favelas, llevaron consigo la verdadera historia del fin de la Feria Ambulante y Fantasía Educativa de Adam Black e Inspiración Cadillac, Camarlengo de la Gris Señora y Mortificación Total.
—El mundo no estaba preparado para la Mortificación Total —dijeron.
La camarlenga, el ingeniero jefe, el cibernetista y el técnico deliberaron acerca del significado de lo ocurrido en el borde occidental del mundo, y entonces dieron la tan esperada y medio olvidada orden que envió a las Pobres Criaturas de la Inmaculada Contracción hasta Villa Acero, en plena noche, a robar una de las locomotoras Modelo 88, que habían quedado abandonadas y olvidadas, juntando herrumbre y arañas desde los días de la Gran Huelga. Bajo el liderazgo de la camarlenga y el ingeniero jefe, cuyos nombres eran Plymouth Glyde y Espíritu Dinamo, las Pobres Criaturas de la Inmaculada Contracción abandonaron Camino Desolación para continuar con el tema aún no resuelto de los derechos de las máquinas. Envueltas en una nube de vapor, salieron de Camino Desolación en dirección contraria de la que habían llegado hacía tantos años, porque de haber marchado en la misma dirección, habrían llegado hasta el agujero abierto en el desierto, un cráter de vidrio verde, donde los antiguos tokamaks de Adam Black habían estallado bajo la descarga de los rayos de subquarks superacelerados disparados desde el cielo dispersando los átomos del hombre, la máquina y la mortificación para formar una hermosísima puesta de sol.