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Concluida la tormenta temporal de consecuencias desastrosas, el señor Jericó salió de la sala del tokamak apagado para descubrir que, en teoría, sólo había acertado parcialmente. Una cuarta parte de Villa Acero había desaparecido, como cortada por un cuchillo de increíble filo; en lugar de las tuberías y vigas, la roca roja se extendía hasta el horizonte. El cerco de Ferrotropos de Cristal se veía roto por unas incongruentes expansiones de dunas vírgenes, verdes oasis de plataneros y las cacarañas de los cráteres de vidrio fundido. Rajandra Das se reunió con su amigo y al regresar a Camino Desolación, recorrieron un fantástico paisaje de cosas extrañas y curiosas. Las calles acababan en el desierto vacío o aparecían sepultadas bajo inmensas dunas; había locomotoras detenidas en medio de mercados de verduras, casas en medio de lagos. Una vía de la línea férrea acababa abruptamente en una pequeña parcela de exuberante jungla y todo el nuevo asentamiento que se había levantado al otro lado de las vías había vuelto a ser Alto Llano desnudo.

Las calles comenzaron a llenarse de caras. Pasmados por la alquimia que había absorbido a Camino Desolación, iban en busca de las casas y las familias perdidas en el tiempo. No sabían, ni podían saber, que cuando quedó interrumpido el poder de pervertir la realidad de la devanadora de tiempo, todas aquellas geografías fantasmas de los Caminos Desolación que pudieron haber sido quedaron fijadas, fundidas y convertidas en permanentes en el mismo instante en que el señor Jericó y Rajandra Das cerraron la puerta que daba al Omniverso Panplasmático.

La fisura quedó sellada; la batalla había concluido. Los supervivientes determinaron los grados de victoria. Un tercio de la Legión Parlamentaria de Marya Quinsana había sido «descreada» en el momento de producirse la tormenta temporal, y devuelta a las tareas, ocupaciones o vidas que habrían realizado de no haberse dejado seducir por el tambor del reclutador. Aquéllos que no habían sido llevados a otras realidades habían experimentado pocas bajas. Las fuerzas de defensa del Ejército de la Tierra Entera habían sido aniquiladas casi por completo. Con un setenta por ciento de bajas, la estructura de la plana mayor descabezada por fuera lo que fuese que había tenido lugar en el interior del reducto fuertemente custodiado que había debajo de Villa Acero, Shannon Ysangani se rindió junto con el resto de su ejército al general Emiliano Murphy y derramó lágrimas de risa cuando ella y sus compañeros fueron conducidos a los campos de confinamiento al borde del desierto.

—¡Hemos perdido! —reía mientras las lágrimas le bañaban la cara—. ¡Hemos perdido!

¡Hemos perdido!

El Ejército de la Tierra Entera ya no existía.

Dos horas antes del anochecer, el bimotor de acrobacias Yamaguchi & Jones GF666Z inició las maniobras para aterrizar al otro lado de las vías del ferrocarril. La última superviviente del Circo Volador de Jirones recorrió las calles llevada en andas por los amigos que más la querían, y Ángel Rojo fue conducida triunfal y humildemente al BAR/HOTEL, donde todas las manos y los corazones la saludaron.

Esa misma noche, bajo la luz de los reflectores, Marya Quinsana se paseó triunfante por Camino Desolación. En la Llanta de Villa Acero se alinearon las máquinas de combate para recibirla; los ciudadanos la aclamaron pero ella no estaba satisfecha. La suya no había sido una victoria limpia. Eso de chapucear con el tiempo y la historia ofendía sus sensibilidades políticas. La historia se escribía en las piedras. No era una cosa sobrenatural que pudiera lanzarse chisporroteando en el aire para que cayera en cualquier parte. Le desagradaba pensar en su vida y su mundo como una mera mutabilidad de potencialidades. Le desagradaba pensar en dónde habrían ido a parar todos sus niños-soldados «descreados».

Después de la ceremonia de acción de gracias en la Basílica de la Gris Señora exigió que le llevaran a Arnie Tenebrae. Deseaba con ansias desahogar su insatisfacción con la mutilación y el tormento, pero la búsqueda que se efectuó posteriormente por todo Camino Desolación y por toda Villa Acero no logró dar siquiera con su cadáver. De modo que al cabo de cinco días de triunfo y victoria ante las cámaras de nueve continentes, Marya Quinsana regresó a las colinas de Sabiduría, donde pensaba recibir el anillo del cargo de Primer Ministro de manos del Honorable Vangelis Karolaitis, pero descubrió que el amable y anciano caballero no era ni amable, ni caballero ni, en definitiva, honorable, porque había recibido informes suficientes sobre las atrocidades e indignidades cometidas por su ministra de seguridad al aplastar al Grupo Táctico del Ejército de la Tierra Entera como para asegurarse de que no recibiera nunca el anillo mientras él viviera. En cuanto a la pequeña Arnie Tenebrae, el Pájaro de la Muerte, la Vastadora, jamás volvió a saberse nada de ella, aunque no escasearon las explicaciones, los rumores y cotillees que, con el tiempo, se convirtieron en elementos del folclore, que con el tiempo pasaron a ser leyenda, que con el tiempo se convirtieron en mito, y así, el nombre de la pequeña Arnie Tenebrae quedó escrito en el cielo, justamente lo que ella siempre había deseado.