El veintisiete de mayo, a las 06:13, siete dispositivos nucleares de diez kilotones detonaron simultáneamente a bordo de la Nave Planeadora del Praesidium Jonathon Byrde, que se disponía a descargar a los pasajeros, la tripulación y la carga en las instalaciones de ensamblaje orbital de ROTECH para transferirlos al elevador espacial de la Ruedaérea. Trescientas cincuenta y cinco mil personas murieron instantáneamente en la deflagración. Otros ciento cincuenta mil cuerpos reventados fueron recuperados por las lanzaderas espaciales de ROTECH de sus solitarias órbitas fúnebres. Cincuenta y ocho mil sobrevivieron a la explosión en zonas remotas de la nave o en los compartimentos de carga que se desprendieron del cuerpo principal de la nave. De éstas, doce mil quinientas murieron como resultado de la exposición a la intensa radiación. Otras mil setecientas perecieron cuando la sección de la nave que ocupaban quedó reducida a escoria en la atmósfera antes de que pudieran ser transmaterializados a un lugar seguro. Murieron mil seiscientos miembros del personal de ROTECH, entre ellos, la tripulación del Jonathon Byrde, compuesta por veintiocho personas, y los diecinueve pilotos de los vehículos de enlace con la Ruedaérea que en el momento de la explosión abandonaban el extremo de descarga del cable. Un vehículo de enlace con mil quinientos pasajeros fue arrancado de su órbita y lanzado a la trayectoria del cable en movimiento, que lo partió en dos. Se produjeron otras doscientas treinta y ocho víctimas cuando sobre el pueblo de Dolencias Cui cayó una granizada de desechos espaciales. Una porción del cuerpo principal de la nave, de quinientas toneladas de peso, que se desplazaba a ocho kilómetros por segundo, se abatió sobre la escuela de Dolencias Cui y en un nanosegundo dejó al pueblo sin niños. Setenta y dos mil víctimas se dieron por desaparecidas, entre las cuales debían de encontrarse los siete fanáticos que lograron subir de contrabando las cabezas nucleares que posteriormente instalaron en la Nave Planeadora.
El número de víctimas de la Jonathon Byrde ascendió a 589.545 personas. Unos locos que se hacían llamar Grupo Táctico del Ejército de la Tierra Entera reivindicaron el bombardeo. En una tienda, bajo un roble, en el extremo norte del sagrado Bosque de Chryse, donde la tierra se levanta y se parte como un chapad doblado junto a las Empalizadas de Hallsbeck, Arnie Tenebrae estaba sentada junto a la radio, escuchando el boletín especial de noticias. Asentía, sonreía y giraba el botón de la sintonía para volver a oírlo con voz distinta. Su nombre sería inmortal.
Marya Quinsana hizo una pausa para beber un sorbo de agua y sopesar la situación.
Había bastante gente: una charla simple, sin complicaciones. Agita la bandera, dale al tambor, deja que piensen que te han ganado para su causa, cuando en realidad, es justamente al revés, tú te los has ganado para la tuya; humilla al paleto que interrumpe con preguntas estúpidas, clávale el clavo entre los ojos y dale al martillo, pam pam pam.
Las elecciones locales eran bastante divertidas. Le sonrió al candidato local, un joven cetrino e inteligente, y empuñó el martillo.
—¡Ciudadanos de Jabalpur! ¿Debo acaso deciros estas cosas? ¿Debo acaso contaros que unos delincuentes asesinos vagan por vuestro país, quemando fábricas y empresas, prendiendo fuego a las cosechas, echando a los colonos de sus hogares? ¿Debo acaso hablaros a vosotros, buenos ciudadanos, sobre los inocentes eliminados como animales en atentados con bombas, o de un tiro en la puerta misma de sus casas? ¡No!
El público lanzó roncos gritos de aprobación.
—¡No! ¡No es preciso que os hable de estas cosas, buenos ciudadanos! ¡Porque ya las conocéis demasiado bien! Y os estaréis preguntando: ¿dónde están los alguaciles armados patrullando las calles? ¿Dónde están las Unidades Locales de Defensa, dónde están las tropas del ejército? Sí, ¿dónde están los Voluntarios de Jabalpur, la Primera División Oxiana, el Aeromóvil Veinte Segundos? ¡Os diré yo dónde están!
Les regaló una pausa calculada de unos pocos segundos.
—¡Sentados mano sobre mano en sus cuarteles, ahí están! ¿Y por qué? ¿Por qué?
¡Porque vuestra asamblea local, dominada por la oposición, no cree que la situación merezca ese tipo de intervención! ¡Y así, tres millones de dólares en modernísimo armamento militar se llenan de polvo y las fuerzas locales de defensa carecen de armas y uniformes para entrenarse porque Campbell Mukajee no cree que la situación merezca ese tipo de intervención! ¡Que se lo diga a la familia Garbosacchi! ¡Ya los Bannerjee, los Chung, los MacAline, los Ambani, los Cuesta, y entonces ellos le dirán si la situación merece o no ese tipo de intervención!
Dejó que el público aullara al tiempo que miraba al candidato moviendo la cabeza con un gesto afirmativo, después, les hizo un gesto con las manos y se hizo un silencio tenso.
—Pero lo mejor de todo…, lo mejor de todo, amigos míos, son los alguaciles; vuestros alguaciles, vuestros guardianes de la ley y el orden, para ellos es normal escoltar a los manifestantes del Ejército de la Tierra Entera por las calles de esta ciudad. «Respeto el derecho de expresar las ideas políticas», dice Campbell Mukajee. ¿De veras, señor Mukajee? ¿Y qué me dice de los derechos de Constantine Garbosacchi, de Katia Bannerjee, de Roí MacAline, de Abram Ambani, de Ignacio, Mavda, Annunciato y Dominic Cuesta, todos eliminados sanguinariamente la semana pasada por los escuadrones asesinos del Ejército de la Tierra Entera? —El público inspiró para lanzar una atronadora condena, pero Marya Quinsana los hizo bailar como tilapias de Monteazul atrapadas en el anzuelo—. ¿Escoltarlos? ¡Deberían detenerlos! —Le llegó el olor del sudor nervioso y la histeria, pero aun así no los soltó—. ¡El Ejército de la Tierra Entera tiene a unos cuantos representantes sentados en las tres cámaras de esta asamblea regional que aprueban el asesinato y la violencia y el señor Campbell Mukajee jamás ha presentado una moción para echarlos! Se codea abiertamente con asesinos y terroristas, él y su partido; por culpa de su exacerbado liberalismo, cientos de vuestros conciudadanos han sido asesinados; se niega a movilizar a las fuerzas de seguridad porque no cree que la situación merezca ese tipo de intervención; ¡ésas fueron sus propias palabras, señoras y señores! ¡Y ahora… ahora… os pide que lo reelijáis a él y a su partido por otros tres años!
»En el fondo de mi corazón, sé que el próximo jueves, el pueblo del Distrito de Jabalpur dirá que no, una y millones de veces no a otros tres años de desgobierno Liberal, y sé también que dirá que sí, una y millones de veces sí al Partido Nuevo, el partido con la voluntad, el partido con la decisión, el partido con la fuerza y vuestro mandato, ciudadanos, que le permitirá borrar al Ejército de la Tierra Entera de la faz del globo. ¡El jueves, diréis que sí al Partido Nuevo, sí a Pranh Kaikoribetseng, vuestro candidato local, sí a la fuerza y a la victoria!
Y entonces los soltó. El público se puso en pie en masa; público, candidatos del partido, miembros del partido, trabajadores, una tormenta de manos aplaudiendo. Marya Quinsana sonrió e hizo una reverencia. Pero la función no la había dejado satisfecha.
Prefería la sutileza a las arengas y las aclamaciones al cielo. Torpe, carente de sofisticación y sutileza. Una noche de trabajo sucio. Un mensajero aprovechó el tumulto para subir a la plataforma y entregarle una nota: un telegrama.
REGRESE SABIDURÍA URGENTEMENTE STOP REUNIÓN EMERGENCIA TEMA JONATHON BYRDE COLON KAROLAITIS INDIGNADO STOP
¿Jonathon Byrde? ¿Jonathon Byrde?
Se enteró de que Jonathon Byrde no era un dignatario asesinado cuando la azafata de cabina del Tren Correo Nocturno de Jabalpur-Syrtia le llevó los periódicos de la mañana junto con el desayuno y vio los grandes titulares que se hacían la competencia por sondear las profundidades de los diccionarios en busca de palabras adecuadas que describiesen la indignación y el horror.
Conoció al Primer Ministro, el Honorable Vangelis Karolaitis, en el porche de su casa que daba al Mar Sírtico. Era un caballero anciano y agradable, honorable como su título, y sabio, y Marya Quinsana esperaba que muriera en su lecho antes de que llegase el momento de deponerlo. Un mayordomo les sirvió té de menta. Ea brisa olía a glicinas y a jazmín, que crecían en un jardín que llegaba hasta el mar.
—Y bien —dijo el Primer Ministro.
—Lo he dicho desde el principio. Quíteme de Educación y Ciencias, páseme a Seguridad y dentro de seis meses tendré de rodillas al Ejército de la Tierra Entera.
—Esta tarde anunciaré la reestructuración del gabinete. Presentaré también un proyecto de ley urgente que proscriba al Ejército de la Tierra Entera sin más; no creo que haya problemas para que lo aprueben; esta mañana, los Liberales ya no se mostraban tan liberales. Muy bien, el ejército es suyo. Recuerde que nunca han participado en una guerra de verdad, de modo que procure regresar con él entero, pero aparte de eso, haga lo que sea preciso para liberar a estas tierras de… del cáncer del terrorismo.
—Una pregunta: ¿quién destruyó el Jonathon Byrde? Iré por ellos primero.
—Una facción que se autodenomina Grupo Táctico del Ejército de la Tierra Entera. El Grupo Parlamentario hizo pública una comunicación en la que manifiesta que no tiene absolutamente ninguna relación con este grupo. Personalmente no me lo creo. Al frente del grupo está… una tal Arnie Nicolodea Tenebrae.