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Círculo Polar Ártico.

Crusow estaba sentado y temblaba por el frío que le había helado la sangre al pie del barranco…, el mismo lugar donde, pocas horas antes, Bret había hallado su destino. Crusow se había puesto unos calzoncillos largos aislantes y bebía sorbos de té caliente. Mark y Kung estaban sentados a su lado. Larry les miraba desde el otro lado de la mesa metálica de laboratorio. Llevaba puesta una mascarilla para proteger a los demás de la seria enfermedad que aún padecía. Todos ellos oían la respiración trabajosa de Larry; sus pulmones sonaban como si estuvieran llenos de piedras.

Entre violentas toses, cargó contra Crusow:

—¿Qué coño ha ocurrido? ¿Es que habías bajado hasta allí para ajustar alguna cuenta pendiente?

—No. ¿Por qué no te calmas un poco? Si no, te vas a fatigar… Si sigues así, acabarás por encontrarte todavía peor que ahora. Todos nosotros vemos cuál es tu estado.

Larry golpeó la mesa con los dos puños a la vez y acercó su rostro al de Crusow. No era fácil prever sus reacciones, porque la mascarilla le cubría el rostro entero, salvo sus ojos fríos, inyectados en sangre.

—Yo estaba presente cuando Bret dijo todo aquello sobre tu mujer. Vi cómo te cabreaste. ¿Estás seguro de que una parte de ese cabreo no salió a la luz mientras estabais allí abajo?

—Larry, mi mujer ha muerto. Y, sí, yo odiaba a Bret, porque era un gilipollas del ejército, igual que tú. Eso no quiere decir que lo matara como a un animal. No importa lo que dijera sobre Trish.

Larry retrocedió y volvió a sentarse en el frío banco. Aunque la mayor parte de su rostro siguiera oculta, todo el mundo se dio cuenta de que su rabia por la inesperada muerte de Bret empezaba a apaciguarse. «Probablemente sufre delirios», pensó Crusow.

—Larry, nosotros no somos militares como tú. Sé que no tenéis por costumbre hablar mucho acerca de vosotros mismos y, en cualquier caso, no sabemos el verdadero motivo por el que estás aquí, pero yo creo que todavía eres humano, a pesar del entrenamiento que has recibido. Por ejemplo, si fueras un mamón egoísta como Bret, no llevarías esa mascarilla.

Larry se puso bien la mascarilla y estrechó las correas.

—Bueno, es que, por muy capullo que seas, podemos darnos por muertos si te perdemos.

Mark intervino para calmar la situación.

—Larry, ésta es la conversación más larga que te he oído desde que estás aquí, si exceptuamos las que has tenido con tus compañeros militares. Ahora están todos muertos, muchacho, así que tendrás que abrirte más si quieres trabajar con nosotros.

Aunque ninguno de ellos pudiera ver el rostro de Larry, los ojos de éste delataban que Mark había logrado algún efecto.

—¿Qué habíais venido a buscar antes de que empezara esta mierda? —preguntó Mark.

Larry se miró las manos y siguió con los ojos su propio movimiento mientras agarraba la taza de té.

—Núcleos de hielo. Lo que hacíamos era extraer una mierda de núcleos de hielo. Teníamos unas instalaciones unos pocos kilómetros hacia el suroeste.

—¿Y cómo es que lo llevabais con tanto secreto?

—No le había hablado de esto a nadie porque firmé un contrato que me habría mandado a la cárcel si llego a hablar —dijo Larry, y tosió pesadamente bajo la mascarilla—. ¿Os acordáis de que antes de que empezara esta mierda hubo un gilipollas de la web esa de filtraciones que publicó unos documentos del gobierno? Le dieron lo que se merecía, aunque no antes de que la economía empezara a derrumbarse. No sé exactamente por qué extraíamos núcleos de hielo, pero hay varias cosas que sí sé. Supongo que ahora que he confirmado que el mundo entero está hecho una mierda no me quedan motivos para no hablar. —Larry estaba pálido. Tenía todo el aspecto de necesitar una bolsa de suero intravenoso y veinte horas de cama.

—¿Pues entonces, a qué diablos esperas? Acaba de explicárnoslo —dijo Mark.

—Yo, Bret y los demás tampoco sabíamos mucho, solamente que el hielo podía ocultar un secreto relevante para la seguridad nacional. Pero no el hielo de cualquier sitio. —Larry tuvo un instante de vacilación, y luego se puso en pie y anduvo cojeando hasta el otro extremo de la sala para quitarse la mascarilla y tomarse un trago de té.

Volvió a ponerse la mascarilla y regresó a la mesa.

—Los otros militares y yo mismo estábamos aquí por cuestiones de seguridad y para asegurarnos de que no hubiera filtraciones si aparecía algo raro. Nos dijeron que estuviéramos preparados para cualquier cosa. También nos informaron de que la gente que extraía los núcleos tenía órdenes de llegar hasta capas de veinte mil años de antigüedad.

»Nuestra cadena de mando nos lo había dicho de manera muy clara. Querían el hielo de hacía veinte mil años. Unos cientos más arriba o más abajo. Las órdenes provenían del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, directamente de los servicios de Inteligencia. Según parece, buscaban algo en esta región antes de que empezara la mierda. Yo no he encontrado nada que relacionara una cosa con la otra, pero el resto del personal autorizado, y yo también, sospechábamos que existía algún tipo de conexión. La proximidad temporal era demasiado sospechosa. La mitad de los civiles y militares que moraban en estas instalaciones abandonaron el barco durante la pasada primavera. Creo que algunos de ellos estaban mejor informados que yo. Eso es todo lo que sé.

—Maldita sea —dijo Crusow, y escupió los restos de una cáscara de semilla de girasol en una taza desechable marca Solo ya vacía—. ¿No estarás pensando que la causa de todo esto salió del hielo?

—No sé cómo podría ser. El mundo estaba abarrotado de no muertos y nosotros no logramos sacar nada del hielo, aparte de unas pocas muestras. No tuvimos tiempo para nada más, todo fue muy rápido. Esos núcleos ahora inútiles están guardados en ese contenedor, listos para transportarlos. No los vamos a transportar jamás. Yo no digo que algo que buscáramos fuera la causa de toda esta mierda, tan sólo que la cercanía temporal entre una cosa y la otra es extraña. Nunca había visto que se dieran órdenes semejantes. —La tos de Larry empeoraba.

—Tienes mala pinta, como un gato que se atraganta con una bola de pelo —observó Kung—. Descansa. Yo te llevo.

Larry asintió con la cabeza. Kung lo acompañó a su habitación y comprobó que se acostara bien, mientras Crusow y Mark finalizaban la conversación.

—¿Qué ocurre con esa historia del barco? —preguntó Crusow.

—Bueno… mientras recuperábamos los cadáveres, Larry ha estado pendiente de la onda corta y ha puesto por escrito una petición que nos envió el barco. Quieren que los ayudemos a reenviar mensajes a una de sus embarcaciones que ha partido en misión de rescate al Pacífico.

—Nos vendría bien, Mark. Creo que tenemos que seguirles el juego. Son el único salvavidas que hemos podido encontrar. Puede que sean los únicos que aún tengan radios capaces de comunicarse con nosotros.

—Sí, yo pensaba lo mismo. En el próximo contacto que tenemos programado nos van a pasar otro programa de frecuencias, y puede que empiecen a mandarnos dentro de muy poco mensajes para reenviar —dijo Mark.

—Esto sí que es una buena noticia, tío. Si la armada ha puesto en marcha operaciones de rescate, quiere decir que el mundo no está perdido del todo.

Mark contraatacó con su habitual pesimismo.

—No, el mundo, no… Tan sólo lo estamos nosotros, unos pobres capullos atrapados en el interior del Círculo Polar Ártico y en la oscuridad.

—Siempre puedo contar contigo, Mark. Si mantienes el ánimo, te nominaré como candidato para ayudarme a transformar los cadáveres en combustible.

—Vete a la puta mierda.

—Eh, si no lo haces tú, tendrá que hacerlo Kung.

—Kung lo hará. Teniendo en cuenta de dónde ha salido, tiene suerte de no figurar en Bodies: The Exhibition.

—Ah, ese chiste ha sido atroz, incluso para ti.

—Me esfuerzo mucho.

Un kilómetro al norte de la costa de Oahu.

Estamos ya en la última fase de elaboración de los planes. El objetivo se encuentra a más de catorce kilómetros hacia el interior, en una dirección que corresponde aproximadamente al sur. Saien y yo estaremos conectados con ellos para brindarles nuestro apoyo vía la red de voz de la Fuerza de Operaciones Especiales. Tendríamos que poder orientarles en algo, aunque nos quedemos aquí atrás con el equipamiento. Sabiendo lo que sé acerca de las criaturas, no envidio a esos hombres. Van a salir de noche, pero, dadas las distancias, probablemente van a tardar un par de días en ir y volver. Otro factor es la radiación. Antes de que se marchen, me presentaré formalmente y les hablaré de las criaturas irradiadas…; si me escuchan. No es que hayan tenido muchas ganas de hablar con Saien ni conmigo desde que llegamos en helicóptero.

Al haber trabajado antes como operador de radio, he sabido moverme en la sala de radios, y también he recuperado la práctica de montar redes de radio rudimentarias. A la sala de aquí le falta personal, y por ello no me costó nada convencer al oficial de comunicaciones en funciones, un Subteniente de Navío, de que podría venirles bien mi ayuda. Tuvimos el circuito de alta frecuencia instalado en seguida y contactamos con una base que nunca habría pensado que pudiera servirnos como repetidor.

Una base en el Ártico, un hombre llamado Crusow, nos ayuda ahora a retransmitir los mensajes desde el portaaviones hasta el submarino. El portaaviones no ha tenido suerte con las comunicaciones directas y la gente de esa base tan alejada en el norte parece encantada de ofrecernos ayuda. Aparte de las comunicaciones ordinarias que esperaba que nos enviaran desde el portaaviones (área general de operaciones, etc.), también he recibido mensajes personales de John. Me ha pedido que empecemos una partida de ajedrez y me ha mandado el primer movimiento por medio de esa base. He apuntado su movimiento y voy a preparar el tablero, y le enviaré el mío con la próxima transmisión. Siempre es una alegría recibir noticias del hogar.