A bordo del George Washington.
La sala de juntas del George Washington estaba abarrotada de galones. El almirante Goettleman y Joe Maurer se habían sentado a la mesa enfrente del auditorio, de cara al pequeño grupo de oficiales y al puñado de soldados más veteranos.
El almirante se volvió hacia Joe.
—Comprueba que las puertas estén bien cerradas. Ya tenemos suficientes rumores en circulación por cubierta.
—Sí, señor.
Joe se enderezó sin levantarse y le dijo a uno de los oficiales de la primera fila que fuese a ver si las puertas de estribor estaban bien cerradas, y a continuación se puso en pie para examinar él mismo las de babor y volvió a sentarse al lado del almirante Goettleman.
—Todo en orden, señor.
—Muy bien. Vamos a empezar.
El almirante pulsó el botón del micrófono.
—Gracias por haber venido hoy… No es que tuvieran ustedes otro lugar a donde ir.
Se oyeron algunas risas cansadas por la sala.
—El motivo por el que he convocado esta reunión es porque quiero informarles acerca de la Fuerza Expedicionaria Clepsidra. Como ya deben de saber la mayoría de ustedes, dicha fuerza se halla en camino a bordo del submarino Virginia, y les falta una semana para llegar a Oahu. En tanto que oficial responsable de dicha fuerza, dispongo de información privilegiada acerca de todas las fases de la misión Clepsidra. Todos ustedes han leído acerca del programa de acceso especial, SAP, que lleva por nombre Horizonte, y sobre de lo que probablemente ocurrió en China o, por lo menos, lo que pensamos que ocurrió. Hasta este momento, la primera fase de Clepsidra se ha desarrollado con éxito, y el Virginia navega hacia el oeste con un equipo de operativos especiales y asesores a bordo. La fase dos de Clepsidra está a punto de empezar. Ese es el motivo por el que hoy estamos aquí.
El almirante calló por unos instantes y contempló a la pequeña multitud mientras se tomaba un trago de agua.
—La fase dos está relacionada con los especímenes de Nevada. El gobierno en funciones ha decidido realizar una prueba: exponer a uno de los especímenes a la anomalía. No sabemos si CHANG es de la misma especie que nuestros especímenes pero, de todas maneras, podríamos averiguar muchas cosas con ese experimento. Por lo menos, podríamos descubrir por qué todos nuestros recursos de inteligencia humanos dejaron de funcionar poco después de que trasladaran a CHANG a la región de Bohai; en el mejor de los casos, quizá descubramos una manera de volver a meter los males dentro de la caja de Pandora.
Los murmullos que recorrían el auditorio se transformaron en oleadas y después en truenos. Uno de los oficiales que estaban más atrás levantó la mano.
—Dígame usted, comandante —le instó el almirante.
El comandante empezó a hablar en tono precavido:
—Señor, no tenemos ni idea de los efectos que eso podría tener en la fisiología del espécimen de Nevada. De acuerdo con las mediciones de los chinos, la anomalía de Mingyong tenía veinte mil años. La recuperación de nuestros especímenes tuvo lugar en los años cuarenta del pasado siglo. ¿Este plan es de verdad un producto del gobierno en funciones? ¿O no es otra cosa que arrojar una idea contra la pared para ver si se queda pegada?
El almirante miró al oficial con ojos enfurecidos.
—Bueno, comandante, yo pienso que sus argumentos son buenos, pero esa gente del gobierno en funciones tiene más cerebro que nosotros y está en el poder, porque unas leyes que aprobaron unos parlamentarios elegidos hace mucho tiempo dictan que ésta es la mejor manera de actuar. Además, le sugiero a usted lo siguiente: ¿Qué sucederá si Clepsidra fracasa? ¿Qué sucederá si el Virginia no consigue llegar a China? ¿Qué ocurrirá entonces? Estos son los motivos por los que vamos a llevar a cabo esos experimentos. Clepsidra podría fracasar.
El almirante contempló la sala de un extremo al otro, en busca de reacciones.
—Ahora mismo, mientras nosotros estamos aquí, se están realizando los preparativos para extraer a uno de los especímenes dañados de su contenedor de almacenamiento a bajas temperaturas. Les llamaré de nuevo para informarles de los resultados.
Se oyeron murmullos agitados por toda la sala.
Otro de los oficiales interrumpió el rumor de fondo y preguntó:
—Almirante, ¿y si la exposición del espécimen de Nevada fuese el catalizador que provoca que la anomalía se difunda por medio del aire? Nosotros no lo sabemos. ¡Es muy arriesgado!
—También lo son los muertos andantes. ¡Eso es todo! —gritó Goettleman.
—¡Todos firmes! —exclamó Joe, y entonces el almirante se puso en pie y abandonó bruscamente la sala.