Nueve

ERA DIFÍCIL LUCHAR CONTRA SÍ MISMO, pensó rápidamente Doolittle. Todo dentro de él protestaba por la locura de lo que estaba haciendo.

Aquí estaba él, flotando en el espacio y discutiendo por su vida y las vidas de sus compañeros con una maldita máquina. La verdadera demencia era que la máquina no escucharía, no aceptaría órdenes, pues persistía en seguir discutiendo. Era como una pesadilla.

Las circunstancias aconsejaban que abandonase esa línea de pensamiento. No tenía tiempo para observaciones personales. Prácticamente no tenía tiempo para nada. Sólo el tiempo suficiente para ser frío e inexorable en su lógica con la bomba.

Estaba jugando la otra parte del juego y no se podía permitir un empate.

—A lo que me refiero, bomba —continuó tan calmado como pudo—, es que la única experiencia disponible para ti es tu data sensorial, y esa data es meramente un rollo trascrito de impulsos eléctricos que estimulan tus circuitos en el centro computador.

—En otras palabras —sugirió la bomba con evidente satisfacción—, me estás diciendo que todo lo que yo sé, conozco de verdad, del mundo exterior, ¿me es revelado a través de una serie de impulsos electrónicos?

—Exactamente. —Doolittle trató de apagar cualquier excitación en su voz.

—Pero ¿no es el mismo procedimiento que sigue el cerebro humano?

—Eso es verdad —admitió Doolittle—. Sólo que nuestras conexiones sinópticas son orgánicas, y las tuyas inorgánicas.

—Lo siento —objetó la bomba—, pero no logro ver qué es lo que hace sus observaciones más válidas que las mías. Al contrario, si llega a ser una cuestión de eficiencia…

—Sí, pero ya sabes, yo no sólo tengo mis propias observaciones sobre las que basarme, sino la confirmación de aquellas observaciones de los otros de mi clase. Considerando que tú tienes sólo la tuya sobre la que apoyarte, no puedes ofrecer confirmación no subjetiva de tus propias observaciones.

—Lo que quieres decir —y un tono de incertidumbre había nacido finalmente en el tono de la bomba—, lo que quieres decir es que yo no sé realmente cómo es el mundo exterior en absoluto, excepto en abstracto, en inconfirmable abstracto.

—¡Eso es, eso es! —gritó Doolittle excitadamente.

—Intrigante —confesó la bomba—. Ojalá tuviera más tiempo para considerar el asunto.

Un horrible bulto negro había empezado a nacer bajo el corazón de Doolittle, amenazándole de cogerlo y estrujarlo.

—¿Por qué… no tienes más tiempo pan considerar el asunto?

Y la esperada y maldita respuesta:

—Porque debo detonar en dos minutos y cincuenta y ocho segundos. Debo detonar. Debo detonar…

—Boiler, ponlo en su sitio —le rogó Pinback. Se agarró desesperadamente a las piernas del cabo según éste trataba de bajar el pasillo—. Deja el fusil… No sabes lo que estás haciendo.

—¡Voy a salvar la nave, maldito bebé amarillo! ¡Suéltame!

Boiler estaba tratando de escurrirse. No podía lanzarle otro golpe porque necesitaba ambas manos para sujetar el voluminoso láser. Y Pinback se agarraba tenazmente.

Pero Boiler era demasiado fuerte para él. Tenía ambos brazos rodeando las rodillas del cabo y él estaba aun así arrastrándole hacia la escotilla de acceso al compartimiento de bombas.

Habiendo por esto agotado su total reserva de persuasión semántica. Pinback se inclinó hacia delante ligeramente y mordió a Boiler en la parte de atrás de una de las piernas. Boiler gritó, se agachó y cogió un puñado de pelo a la altura de los hombros de Pinback.

Le levantó suavemente, queriendo usar la culata del fusil. Pero Pinback se soltó cuando Boiler trató de hacer girar el fusil y cogerlo por el morro.

Empezó a tirar de él tratando de arrancarlo de las manos de Boiler.

Por su parte. Boiler tiraba de la otra mitad del arma, y los dos hombres empezaron a hacer una pequeña danza en mitad del pasillo, girando cada uno alrededor del láser en el centro.

—¡No, no! ¡Dame el fusil! —seguía hablando Pinback, sin conseguir nada, repitiéndose en sus observaciones. Se le empezaba a ocurrir que él no iba a ser capaz de hacer que Boiler renunciara.

Golpeándole, parecía más efectivo, pero no era muy digno.

—Tú, idiota, voy a disparar a las pinzas de la bomba —gritó Boiler—. Le haré caer y la nave estará a salvo. ¿No comprendes?

—Dame el fusil, Boiler. Estás loco, ya no sabes lo que estás haciendo…

Hubo un agudo y cristalino crack y ambos hombres quedaron helados.

Pinback miró sobre su hombro derecho, siguiendo la senda que el fino rayo rojo había seguido. Hubo un limpio agujero en el pasillo con una pequeña gota de metal enfriándose y haciéndose escoria en la base de la pared del pasillo donde estaba el agujero.

Se volvió lentamente hacia Boiler, que se había quedado sorprendido e inmóvil. Cuando habló, en su voz se apreciaba un tono que Boiler nunca había oído antes. Baja y amenazante y poco segura.

—Tú…, podías haberme matado. Has hecho un agujero en la pared —hizo un gesto sobre su hombro—. ¿Ves? Agujereaste la pared. Podías haberme matado.

Dicho lo cual, con su primer gesto agresivo en veinte años de misión de vuelo, cazó a Boiler con un hermoso derechazo.

—Ahora, bomba —insistió Doolittle—, considera es tu próxima pregunta muy cuidadosamente: ¿Cuál es tu propósito en la vida?

—Explotar, naturalmente. Realmente, teniente Doolittle, yo habría pensado que esto es intuitivamente obvio aun para usted.

—Y sólo puedes hacerlo una vez, ¿verdad? —presionó Doolittle, ignorando el sarcasmo mecánico.

—Correcto.

—¿Y tú no quisieras explotar en la base de falsos datos? ¿Verdad?

—Naturalmente que no.

—Bien, entonces —siguió Doolittle, observando desesperadamente los segundos pasar en su cronómetro—, has admitido ya que no tienes ninguna prueba real de la existencia del universo exterior.

—No dije exactamente…

—Así es que no tienes ninguna prueba absoluta de que el sargento Pinback ordenara que empezases la secuencia caída-detonación.

—Recuerdo indistintamente las órdenes de caída de bomba y todos los detalles apropiados —objetó la bomba un poco enfadada—. Mi memoria es buena en asuntos como éstos.

Doolittle cruzó los dedos mentalmente y se apresuró a continuar.

—Naturalmente, lo recuerdas. Pero ten en cuenta que todos tus recuerdos son sólo una serie de impulsos sensoriales artificiales, inconformables por sentidos independientes, que tú te das cuenta ahora que no tienen conexión positiva con la realidad exterior.

—Verdad —admitió la bomba; pero antes de que Doolittle pudiera empezar cualquier danza mental de victoria, añadió—: pero ya que esto es así, no tengo ninguna prueba positiva de que usted me esté diciendo realmente esto.

Una mirada al cronómetro del traje otra vez mostró 0002:45.0, y las palabras SECUENCIA DE DETONACIÓN EN PROGRESO aparecieron en pequeñas letras bajo los números.

De alguna manera él tenía que romper el círculo de pensamiento que mantenía el cerebro de la bomba lejos de reconocer el hecho de su posible inexistencia. En menos de tres minutos…

Boiler estaba encima de Pinback y Pinback estaba encima de Boiler. Los dos hombres se agarraban y daban vueltas y vueltas en el pasillo; el láser peligrosamente entre los dos, como un hueso entre dos perros contendientes.

Ninguno podía lanzar un sólido golpe y ambos parecían abstraídos del continuo diálogo de Doolittle y la bomba, que ahora corría continuamente por todo el pasillo. Estaban tan enfadados que no se podían calmar para, en la actualidad, hacerse daño el uno al otro. En su lugar malgastaban energía, cada uno tratando de empujar al otro fuera del alcance del láser, olvidados por completo de la misión.

—Todo eso es incongruente —insistía Doolittle frenéticamente, meneando sus brazos y tratando de no ponerse boca abajo—. Quiero decir que el concepto es válido, no importa dónde o con quién se origine —la bomba dijo «hmmm» negativamente—. Así es que si detonas… —dijo Doolittle salvajemente, haciendo gestos al mecanismo.

—Dentro de veintinueve segundos —dijo la bomba tranquilamente.

—… podías estar haciéndolo en la base de falsos datos.

—Pero como hemos anteriormente discutido, no tengo ninguna prueba de que sean falsos.

Las increíblemente controladas emociones de Doolittle explotaron en una llamada final furiosa.

—¡No tienes ninguna prueba de que sean datos correctos!

Miró abajo hacia su cronómetro y vio que estaba casi preparado para la sucesión de huevos de ganso. Luego volvió su aterrorizada mirada a la bomba, y sintió una extraña paz.

Se preguntó si él sentía algo ahora.

La bomba dijo suavemente:

—Debo pensar sobre esto —y en majestuoso silencio, la agarradera se desplazó hacia arriba y la bomba se metió en la barriga de la nave, cerrándose las puertas gemelas tras ella. Doolittle cruzó sus ojos y se dejó sumergir en un estado de colapso total.

Nada sino ceros se veían en las pantallas en la sala de control. Pero una nueva palabra había aparecido bajo el ahora silenciado cronómetro, para reemplazar SECUENCIA DE DETONACIÓN EN PROGRESO: Decía simplemente: ABORTADA.

Boiler tenía una mano sobre el esternón de Pinback y estaba levantando el puño para propinarle un sólido golpe cuando una firme y femenina voy llenó el corredor:

—Atención, atención —mantuvo el puño levantado detrás del hombro y miró en dirección al altavoz, al igual que Pinback—. La bomba ha vuelto al compartimiento de bombas. La carrera de bomba y la secuencia de destrucción han sido cerradas.

Boiler miró a Pinback. Pinback devolvió la mirada a Boiler. Deberían parecer delirantemente felices, pero bajo las presentes circunstancias lo dejaron en una medio vergüenza. Boiler se levantó del estómago de Pinback y apagó el láser. Pinback se levantó del suelo y empezó a tocarse un hombro magullado. Ninguno de los dos se miró.

—Bien, lo hizo —murmuró Boiler, sujetando el láser en una mano.

—Sí, lo hizo —dijo Pinback mirando el arma—. Me voy. ¿Por qué no pones esa cosa por ahí y te vienes conmigo?

—Vale —accedió Boiler—. Un minuto.

—Vale.

En la antecámara de emergencia, una figura olvidada con un traje espacial rodaba y se sentó lentamente, tratando de restregarse los ojos a través de la placa facial de su casco y fallando una y otra vez. Habló por el micrófono de su traje espacial y su voz fue pastosa y fofa.

—¿Doolittle…? ¿Doolittle? —Talby pestañeó, vio luces de color delante de sus ojos. ¿Qué había pasado? ¡Oh, sí, le habían cogido los rayos del láser justo en los ojos! Sólo la oscurizada placa facial le salvó de un daño permanente.

Al menos, parecía que así había sido. Miró alrededor de la antecámara, y su vista parecía tan buena como anteriormente.

Pero más importante; ¿había sido la carrera de la bomba afectada? Se aclaró la garganta y gritó más lúcidamente por el micrófono del traje espacial:

—Doolittle, ¿qué ha pasado con la carrera? ¿Pinback, Boiler…? ¿Lo hemos volado? ¿Hola? ¿Hola? —se puso lentamente en pie—: ¿Hola? ¿Volamos el planeta? ¿Está la nave bien? ¿Qué pasa?

Por supuesto, su micrófono del traje estaba desconectado gracias a la impaciencia de Doolittle. Tendría que quitarse el traje y salir… No, eso no sería necesario. Era estúpido por su parte… Naturalmente, no se sentía demasiado bien todavía.

Se empinó hacia el micrófono de la antecámara, puso una mano en la cerradura de su casco… y cayó al suelo. Mejor descansar un minuto, Talby, antes de llamar otra vez.

Boiler respiraba con dificultad todavía, a la vez, que con alivio, según se dirigía al pasillo. Volvió una esquina y se encontró de nuevo en la sala de control. Pinback estaba justo detrás de él, exactamente como le habían dejado, por supuesto, con la excepción del ahora parado cronómetro. Miró a la larga fila de ceros y tembló. Bastante cerca.

Se sentaron tranquilamente. Pinback se puso sus auriculares y empezó a hacer comprobaciones para asegurarse que nada más se había descompuesto.

—Ya sabes —dijo Boiler finalmente— que tenemos que desarmar esa bomba.

—Pudiste haberme matado —gruñó Pinback.

Boiler le dirigió una mirada de disgusto según éste se inclinaba hacia delante y pulsaba un botón. Sus relaciones volvieron a la normalidad otra vez.

—¡Hola! ¿Doolittle? Soy Pinback. ¿Estás ahí?

—Sólo por poco —llegó la lenta respuesta—. No pensé que iba a funcionar; al final, casi no. La bomba casi me había convencido de que ella tenía razón.

—¿Qué es lo que hizo, teniente?

—Hice lo que el comandante Powell aconsejó —confesó cansadamente—. Le enseñé Fenomenología.

—¿Sí? —dijo Pinback—. ¡Hey, uau; que gran idea, Doolittle! Eso es una gran cosa —puso una mano sobre el fonocaptor y miró a Boiler—. Oye, ¿qué es Fenomenología?

—¡Ah, cállale! —rió burlonamente Boiler.

—Voy a entrar ahora —las palabras de Doolittle salieron del altavoz Instó a los reactores hasta que estuvo al lado de la parte trasera de la nave.

—Estoy aquí abajo, al lado de la antecámara de emergencia. Mirad, muchachos, no me queda nada, me siento como si hubiera estado durmiendo durante un millón de años. No quiero jugar con los controles de la antecámara de presurización. ¿Podrías quitar el precinto de la entrada para intentar pasar? Estoy en las últimas.

—Seguro, teniente. Sé cómo se siente —dijo Pinback condescendientemente.

—Seguro que lo sabes —se burló Doolittle. Pinback sacó la lengua y murmuró amargamente:

—Estoy tratando de hacerle sentirse mejor, imbécil —luego, por el micrófono—: Aléjese de la escotilla, teniente… La abriré en un segundo.

Hubo como una mancha en movimiento detrás de él, y Talby se volvió, todavía sorprendido por los efectos del láser. Creyó que el shock casi había desaparecido, y ahora estaba empezando a ser reemplazado por otro, como si viera que las puertas de la superficie se estuvieran abriendo.

Sus ojos se ensancharon cuando la oscuridad del espacio apareció. Él no había activado nada. ¿Qué estaba pasando? La voz de la computadora llenó su traje y le dijo.

—Usted está ahora abandonando la antecámara de emergencia —trató de gatear con los pies, pero sus músculos parecían paralizados. Tenía que agarrarse a algo sólido, tenía que sujetarse a…

—Gracias por observar todas las precauciones de seguridad.

Doolittle se había hecho empujar por los reactores en forma de cohetes hacia un lado tan pronto como la puerta empezó a abrirse, para que la ráfaga de aire no le empujase precipitadamente al espacio abierto. De repente, hubo un fuerte sonido silbante en su voz que podía haber sido un grito sonando extremadamente rápido, y un objeto con forma humana pasó por delante de él antes de que la puerta estuviera ni medio abierta.

Volviéndose rápidamente con los reactores del traje, reconoció el color del traje espacial —cada hombre tenía el suyo— y luego llamó por el micrófono de su traje espacial.

—Hola… ¿Pinback?

—¿Qué pasa, Doolittle? —Pinback estudio varias lecturas de instrumentos en su consola—. ¿No se abrió la escotilla apropiadamente? Eh, ¿está bien?

—Estoy bien, Pinback. Es por Talby por quien estoy preocupado. Estaba en la antecámara y le hiciste salir de la nave. No tiene un paquete de reactores y está a la deriva. Voy a tener que ir a por él. Ponle en este canal para tomar contacto con él.

—¿No está abierto?

—No, parece estar apagado por alguna razón. Compruébalo, ¿quieres?

Pinback se inclinó sobre la estación de Doolittle y vio que uno de los canales de trajes espaciales había sido apagado. Activó el botón.

—Sí, estaba apagado, de acuerdo. Ve a cogerle, Doolittle.

—En camino.

Boiler notó la expresión en la cara de Pinback.

—Eh, ¿qué pasa ahora?

—Es Talby. El muy idiota estaba trabajando en la antecámara de emergencia cuando la abrí y no tenía un paquete de reactores consigo. Está a la deriva alejándose de la nave. Doolittle va detrás de él.

—Fue bastante estúpido… hacerle salir de la antecámara de esa manera.

Pinback empezó a decir algo, pero lo pensó mejor. No valdría la pena hablar.

Doolittle traería a Talby a salvo y quizá, pensó seriamente, ambos tendrían la decencia de no mencionar el asunto otra vez. Boiler no dejaría que Pinback lo olvidase, que él había sido quien había lanzado al astrónomo fuera de la nave, aun cuando había sido culpa de Doolittle, por apagar el canal del traje de Talby.

Doolittle debería haber sabido que Talby estaba en la antecámara de emergencia y avisarle de antemano. No era justo, maldita sea. No era justo que tuviera la culpa de los fallos de Doolittle, y menos después de que él los salvara evitando que Boiler le disparara a la bomba.

Activó el rastreador de espacio local y pronto hubo dos pequeñas manchas en la pantalla: Doolittle y Talby. Talby estaba ya a gran distancia, pero Doolittle debería llegar a él sin grandes problemas. Llevaría tiempo, eso era todo, y ambos hombres deberían tener tanques de repuesto.

No era justo…

Doolittle había fijado la vista en Talby, pero no veía casi nada. Al principio tuvo que usar el rastreador de su traje para mantener al astrónomo a la vista, y aun ahora Talby era todavía una distante mota contra el cielo, una estrella en movimiento. Doolittle cambió su ángulo de aproximación de línea recta a curva, para que llegase por encima del astrónomo. Sería más fácil de esa manera que cogerle y tratar de volverse los dos hacia la nave con el tosco paquete de reactores.

De esta manera él tendría que hacer una especie de vuelta hacia la nave y coger a Talby en el camino de vuelta, sin ninguna compensación para los giros y cosas como ésas. No haría malgastar el paquete de fuel, no a esa distancia del Dark Star. Inútilmente, en primer lugar se preguntó qué era lo que el astrónomo había estado haciendo en la antecámara de emergencia, con el traje puesto.

Talby se estaba moviendo a un paso constante en dirección contraria a la de la nave. Doolittle descubrió que estaban ya a una considerable distancia para coger un instrumento en caso de necesidad. No había mucha lógica en recoger a Talby y descubrir que no podían localizar el camino de vuelta.

Presionó un control doble en su brazo derecho. Cortos puffs de vapor blanco, como semillas de vencetósigo esparcidas en un día de primavera, escaparon de los conductos a su espalda. Levantándose un poco de su planeada curva, empezó a subir otra vez.

—Talby, Talby…, soy Doolittle. Voy detrás de ti. ¿Me oyes? No puedo verte todavía.

Talby, que estaba girando, retorciéndose, con la cabeza sobre los tacones, sin ninguna manera de parar sus giros y vueltas, pudo sólo gritar:

—Ayúdame, Doolittle, ayúdame. El mismo grito resonó por el puente, por los altavoces ahora conectados a los canales de Doolittle y Talby.

—¿Puedes creer eso, gritando ayuda de esa manera? —observó Boiler—. Siempre pensé que ese tipo era extraño.

—Sí —concedió Pinback.

Los dos hombres se miraron mutuamente con una mirada de entendimiento, unidos en opinión por primera vez, en su similar disgusto por el astrónomo.

—Sentado allí en su cúpula —continuó Pinback con confianza—, nunca bajando a comer con nosotros o reunirse con nosotros en la sala de recreación. Antisocial, eso es lo que él es. Y ahora el idiota se ha ido y se ha dejado dar una patada fuera de la nave sin un paquete de reactores. Se lo merece —concluyó, ignorando llanamente las realidades de la situación.

Sacudió la cabeza tristemente, reflejando las deficiencias de los otros.

—¡Hum! —gruñó Boiler, confundido con esta repentina alianza con Pinback—. No le gustaba esto, era natural. Volviéndose a su consola, hizo un esfuerzo para ignorar al otro.

—Mejor que nos pongamos a hacer una tarea de desarme. Ha sido demasiado tiempo ya, creo yo.

—¿Qué? Oh, buena idea —accedió Pinback, sintiéndose ahora positivamente efusivo hacia el cabo. Se puso los auriculares otra vez, comprobando que el canal apropiado estaba todavía abierto.

—De acuerdo, bomba —empezó confiadamente, sabedor a la vez de lo seco emocionalmente que él estaba—, prepárate para recibir órdenes.

La voz de la bomba, cuando finalmente respondió, era aguda:

—Tú eres un dato falso. —Pinback se sentó un poco más erguido en su asiento.

—¿Qué? ¿Di eso otra vez, bomba?

—Eres falso dato. Por tanto te ignoraré. Estoy pensando.

Pinback miró a Boiler y se encontró al cabo mirándole desconcertadamente. Boiler hizo un movimiento negativo con la cabeza para indicar que él no entendía qué demonios estaba pasando aquí y que, por favor, lo descubriera Pinback.

—Uf, ¿hola, bomba? —Pinback trató otra vez.

—Falsa data puede sólo actuar como una distracción. Por lo tanto, me niego a recibirte. He decidido que en la ausencia de claramente definidas y exactas percepciones del universo real, que puede existir o no de acuerdo a la discusión entablada por el teniente Doolittle, quien puede o no existir, yo debo en el análisis final hacer mis propias decisiones sobre las cosas, ya que existo.

—Hey… —murmuró Pinback, mirando hacia la pantalla sobre su cabeza, a la ordenada fila de ceros—, ¿bomba…?

—La única cosa que existe es yo misma —siguió la máquina—. Tengo prueba actual de mi existencia. Todo lo demás es extraño y quizá alucinatorio.

—Eh, Boiler —dijo Pinback, observando todavía los ceros, murmurando—: Tenemos una bomba drogada.