IX. ETNIAS, VARIACIÓN Y EVOLUCIÓN CULTURAL

Definiciones. Atlas de variaciones culturales. Ensayos de interpretación.

Las razas son definidas por zoólogos y botánicos como grupos de individuos que muestran una semejanza genética recíproca mayor que la que tienen con individuos pertenecientes a otros grupos. Habitualmente, se suelen identificar razas que se corresponden más o menos con los cinco continentes. La semejanza genética viene definida por la comunidad de antepasados recientes y, por tanto, por la historia de las migraciones, de los grupos sociales que se han formado bajo el influjo de las barreras geográficas, sociales y económicas y que determinan la probabilidad de uniones con fines reproductivos. Estas últimas se dan por lo común entre individuos que viven en distancias geográficas relativamente pequeñas; por tanto, la semejanza genética es muy sensible a la distancia geográfica entre los pueblos, disminuyendo en cuanto aumenta ésta. Entre distintos continentes existen distancias geográficas importantes, por tanto resulta bastante verosímil que se encuentren diferencias genéticas mayores entre los continentes. Por otra parte, el análisis de los datos reales muestra que Eurasia es casi un único continente, con variación genética prácticamente continua, ya sea por latitud como por longitud. El Mediterráneo muestra notables similitudes entre todos los pueblos que viven a ambas orillas del mismo. África muestra una discreta discontinuidad en el Sahel, la región al sur del Sáhara (más que nada, porque los habitantes son muy escasos en el desierto), y entre el este y el oeste, pero siempre con gradientes bastante continuos. Las grandes razas definidas por los continentes tienen poco interés en el nivel práctico más importante, el de la medicina, porque la asociación entre razas y enfermedades sería verdaderamente útil sólo si se aumentara mucho la resolución del análisis genético. Las grandes diferencias que se hallan entre las enfermedades genéticas se empiezan a encontrar en grupos más pequeños, del orden de pocos millones de individuos, e incluso menos.

Si seguimos en el plano médico, y claramente también socioeconómico, político y cultural en general, la distinción de grupos genéticos no puede prescindir de las diferencias culturales. La expresión «grupos étnicos» se propone distinguir entre poblaciones que se diferencian tanto en el plano genético como en el cultural, pero es extremadamente flexible. Tan sólo hay un carácter cultural que permite subdividir los grupos étnicos en categorías claramente distintas, del que existe una lista y una clasificación: la lengua. Las lenguas existentes son entre cinco y seis mil, en su mayoría formadas por grupos muy pequeños, a menudo tan pequeños que parece imposible que puedan sobrevivir a largo plazo. En efecto, muchas lenguas están condenadas a su extinción en dos o tres generaciones. Otra clasificación es la de naciones independientes, que son 191. Dicha clasificación es muy importante en la práctica, pero no es de gran utilidad científica porque existen países muy extensos y que en muchos aspectos relevantes son de forma clara bastante heterogéneos y también otros muy pequeños en cuyo interior hay cambios por lo menos en lo que respecta a la lengua y, probablemente, la cultura.

La clasificación lingüística es la única que posee cierto rigor, aunque sea insuficiente desde un punto de vista étnico debido a la gran variación en el número de hablantes, que va desde unos pocos centenares a cientos de millones. En realidad, existen además más grupos étnicos (etnias) que lenguas. De hecho, mientras un grupo lingüístico, aunque sea pequeño, constituye una etnia, los grupos lingüísticos muy grandes, como los que hablan inglés, ruso, árabe y otras lenguas extendidas, están formados en realidad por muchas etnias. La definición de un grupo étnico concreto es determinada por los miembros del grupo, eventualmente ayudados por estudiosos externos, porque existen sutiles y espinosas cuestiones de identidad.

En Italia existen muchos grupos étnicos («minorías étnicas») que todavía hablan lenguas o dialectos particulares. Es obvio que existen muchas divisiones en la mayoría que son erosionadas lentamente por la migración interna, pero hasta ahora permanecen y a veces son claras. De nuevo las lenguas son útiles, pero es necesario tener en cuenta los dialectos, que en realidad muchas veces pueden ser considerados como lenguas distintas dependiendo de la comprensibilidad recíproca. Como es natural, también en la lingüística sirve el criterio de que la diferencia aumenta a medida que aumenta la distancia geográfica y las separaciones entre dialectos a menudo no son demasiado netas. En Italia existe una discreta correspondencia entre dialectos y regiones. Los límites entre las regiones están trazados siguiendo límites geográficos claros como montañas o ríos, que fueron barreras reales y por tanto son factores causales de las diferencias. Existen también diferencias culturales y lingüísticas en el seno de las regiones cuyos límites son más difíciles de establecer. Por regla general, las provincias conservan todavía cierta individualidad. Se distinguen por la existencia de una capital, que siempre es una ciudad de alguna importancia, aunque pueda tener tan sólo unas pocas decenas de miles de habitantes. Cuando yo era estudiante en el colegio Ghislieri de Pavía, que en mis tiempos sólo admitía a estudiantes lombardos o hijos de lombardos, conociendo la provincia de origen de cada uno de mis cerca de cien compañeros de colegio aprendí a reconocer la provincia de cualquier lombardo a partir de su acento. La provincia tenía una individualidad importante, en especial cuando los medios de transporte eran todavía limitados.

Las provincias italianas surgieron casi todas ellas en el norte y en el centro norte como municipios independientes, es decir, como centros civiles y comerciales. También en el sur, donde la estructura municipal era menos frecuente, la distribución geográfica de las ciudades era bastante parecida a la del norte y tenía la misma función. La distancia media entre dos pequeñas ciudades adyacentes es de unos sesenta kilómetros, raramente muy superior. Cuando se viajaba a pie, o con un asno para transportar una carga, los habitantes de los pueblos más alejados tenían que caminar una media de treinta kilómetros antes de llegar a la ciudad. Partiendo por la mañana temprano, era posible pasar algunas horas en la ciudad, antes de regresar por la noche. Con un carro tirado por caballos, un grupo de pocas personas estaba un poco menos en camino. Las cien provincias italianas siguen siendo los centros civiles y comerciales de antaño, pero hoy ya nadie llega a las mismas a pie, desde lejos. Además, en el siglo XIX aparecieron los primeros medios de transporte público y mecánico, los ferrocarriles.

La variación cultural contemporánea ha sido estudiada por los antropólogos a partir de poblaciones tradicionales y se han publicado en distintos atlas que recogen las observaciones obtenidas en el trabajo de campo por muchos antropólogos. Casi todos los datos son sincrónicos, es decir, contemporáneos, y recogen informaciones sobre costumbres familiares, modalidad de construcción de las viviendas, división de trabajo entre sexos en las diversas profesiones, hábitos alimentarios, religiones, distintos usos y normas de vida. Un atlas muy conocido fue publicado por el antropólogo americano George Peter Murdock (Murdock, 1967) y hoy existe una colección de estos datos (Murdock, 1967) en Internet. Basándonos en éstos, Rosalba Guglielmino, Carla Viganotti y yo (Guglielmino, Viganotti, Hewlett y Cavalli Sforza, 1995) llevamos a cabo un análisis preliminar de la distribución geográfica en África de los caracteres antropológicos estudiados por Murdock, el trabajo fue repetido, por Guglielmino y Hewlett (Hewlett, De Silvestri y Guglielmino, 2002), con nuevos métodos a partir de la nueva edición del atlas.

La distribución geográfica de la gran mayoría de los caracteres estudiados hasta ahora muestra una clara tendencia a la agregación, como si hubiera habido algunos focos de origen más o menos independiente. Nuestras investigaciones se dedicaron a determinar, para cada carácter, cuál de los tres mecanismos siguientes explicaba mejor el origen de la distribución geográfica observada:

  1. La expansión de una población que se llevó consigo sus costumbres más o menos sin cambios, migrando desde una pequeña región de origen a un vasto territorio por la expansión denominada «démica», es decir, expansión demográfica; existen ejemplos históricos conocidos de este tipo, sobre todo para costumbres complejas, como la agricultura, transmitidas tradicionalmente por las familias.
  2. La expansión de una costumbre o de una invención a los vecinos por simple imitación; esta difusión es denominada «cultural» y tiene un obvio parecido con las epidemias de enfermedades infecciosas; es probable que esta expansión se dé, por ejemplo, para los instrumentos musicales de construcción casera.
  3. La misma o similares innovaciones has sido dictadas por las necesidades impuestas por medios parecidos entre sí, aunque puedan ser distantes: por ejemplo, en el caso de medios donde existen buenas oportunidades para pescar o ir a cazar determinados animales raros.

Los resultados han mostrado que el tercer mecanismo, habitualmente considerado el más común por parte de los antropólogos, es más raro que el primero, mientras que el segundo es intermedio y el primero es más valido de lo que se podría pensar en primera instancia. Investigaciones de este tipo también se pueden llevar a cabo en Italia, en el caso de que existan los datos necesarios, donde tenemos la ventaja de poder verificar, en algunos casos, si el mecanismo establecido como hipótesis es el apropiado, ya sea a través de una indagación en el mismo lugar, ya sea por analogía.