El origen reciente del hombre moderno en África oriental. Expansiones demográficas y geográficas. Influjo de la evolución cultural a través del elevado grado de comunicación permitido por el desarrollo del lenguaje. Inventos e innovaciones que han favorecido la expansión del hombre moderno.
Hemos dicho que el hombre moderno (es decir, el que es indiferenciable del que vive en la actualidad) empezó a poblar el mundo hace cerca de cien mil años, con la multiplicación y expansión demográfica de una pequeña población que vivía en África oriental. Esta conclusión se basa en datos arqueológicos y genéticos.
Datos arqueológicos. El homínido más antiguo, al que se da el nombre de Homo (es decir, Homo habilis), vivió hace 2,5 millones de años en África. Se diferencia de sus antepasados porque ha bajado de los árboles, camina sobre sus piernas, empieza a hacer sus primeros instrumentos de piedra, bastante toscos, y las dimensiones de su cerebro son casi el doble respecto al antepasado más antiguo común con el chimpancé, que vivió hace unos 5 o 6 millones de años, pero la mitad de grande con respecto a nuestro cerebro medio actual. A partir de hace 1,7 millones de años empieza a fabricar mejores herramientas, tal vez conoce ya el fuego, se expande por Asia y por Europa, y se diferencia en varios tipos. Pero el primer hombre que es muy parecido al hombre moderno ha sido hallado hace poco tiempo en Etiopía y es mucho más reciente, dado que su datación lo remonta a sólo 150.000 años atrás. También en África han sido encontradas formas más antiguas de transición entre el primer tipo de Homo sapiens, la especie a la que nosotros pertenecemos, y el hombre anatómicamente moderno. Dado que tales formas de transición no se encuentran en otras partes del mundo, puede concluirse que nuestra carrera evolutiva, incluida la última etapa, se desarrolló en África. Gracias a algunos hallazgos se ha descubierto que hace unos 100.000 años algunos hombres modernos (Homo sapiens sapiens) vivían en Israel, que se encuentra geográficamente fuera de África, pero que está muy cerca y que puede alcanzarse con facilidad; y que en fechas parecidas, aunque establecidas con menor precisión, algunos vivían en Sudáfrica y en el noroeste de África. Pero en Israel, hace entre 80.000 y 60.000 años, parecen desaparecer los primeros hombres modernos (por otra parte, los vestigios son poco numerosos) y son sustituidos por los Neandertales, que tienen su origen en Europa, hace 500.000 años. Hace unos 40.000 años se encuentran en Israel de nuevo sólo hombres modernos, llegados desde África a través de Asia, de donde se expandieron por todo el mundo. Los Neandertales desaparecen rápidamente, y por completo. En Europa, los primeros hombres modernos llegaron desde Asia central, pasando presumiblemente por las estepas que hay al norte del Cáucaso y el Mar Negro. Tal vez hace más de 40.000 pero menos de 60.000 años, había hombres modernos también en Australia. Para llegar a Australia fue necesario atravesar algunos trechos de mar que parecen demasiado extensos para ser cruzados a nado. Es probable que se utilizaran piraguas, balsas u otras embarcaciones primitivas de las que no nos quedan restos porque estaban construidas con madera, un material que no se conserva demasiado tiempo. Es posible que medios similares fueran utilizados también para llegar desde África oriental, a través de la costa meridional de Asia, hasta el sureste asiático, y tal vez para continuar luego a lo largo de la costa este asiática hacia el norte. El estrecho de Bering no fue cubierto por el mar antes de hace unos 12.000, lo cual facilitaría el paso desde Siberia a la América del norte, aunque hay una cadena de islas bastante próximas entre sí (Aleutinas) que parece claro que fueron utilizadas de alguna manera para alcanzar América desde Siberia. En América y Australia no se han hallado hombres más antiguos que el Homo sapiens sapiens. La primera entrada del hombre moderno sería hace unos 15.000 años o, en opinión de algunos, puede que incluso antes; hace 11.000 años el hombre moderno había llegado al extremo sur de la América meridional. Las barcas más viejas tienen unos 8.000 años y fueron halladas en Europa, pero son bastante sofisticadas y se utilizaban para ceremonias. La ocupación de la Micronesia y la Polinesia se verificaría hace al menos unos 6.000 años, por parte de habitantes de Taiwán o de las Filipinas, con sistemas de navegación bastante avanzados.
Por los datos genéticos se ha podido fechar al antepasado común más reciente de la línea masculina en hace unos 103.000 años, mediante la genealogía del cromosoma Y que determina el sexo masculino y que se encuentra sólo en los machos. El de la línea femenina ha sido fechado 153.000 años atrás, según los últimos datos, a partir del ADN mitocondrial (mtADN), un ADN distinto al genómico, muy corto (16.600 bases) y contenido en un organelo presente en todas las células transmitidas por la madre a los hijos de ambos sexos. La datación genética del antepasado común más reciente tiene un importante error estadístico y puede que sea algo anterior a la verdadera fecha de bifurcación del árbol genealógico de la especie, que corresponde de manera más cercana a la fecha arqueológica de las migraciones. La diferencia entre fechas de nacimiento de los antepasados de la línea masculina y los de la línea femenina es probablemente debida a la mayor frecuencia de la poligamia masculina (poliginia) sobre la femenina (poliandria) o, más en general, a la mayor variación del número de hijos por progenitor masculino respecto al progenitor femenino. Está demostrado que esta diferencia es suficiente para crear la disparidad entre las fechas de los dos sexos.
¿Qué fue lo que provocó la expansión de la primera población del hombre moderno? Esta población no era, evidentemente, la única que existía por aquel entonces en el mundo, pero sí eran únicas ciertas dotes suyas relacionadas con el desarrollo intelectual. Hay muchas razones que nos llevan a pensar en el lenguaje como motivo fundamental. Probablemente se desarrolló en varios estadios, pero el último debió de ser el más importante. Todas las lenguas habladas por el hombre moderno están profundamente desarrolladas y cualquier individuo normal puede aprender igualmente bien cualquier lengua; su «lengua materna» será la que hablen sus padres. Sin duda, la primera población que empezó a expandirse demográficamente y, en consecuencia, geográficamente, debía de tener una buena inventiva, dado que podemos localizar otras innovaciones que, en distintos momentos, provocaron expansiones posteriores. La expansión demográfica, acaecida hace entre 100.000 y 50.000 años, fue lenta y sólo significó la ocupación de África y de alguna región asiática muy próxima. Se hizo tres o cuatro veces más rápida hace cerca de 50.000 años, es decir, cuando empezó la expansión hacia Asia del sur y que llevó también a la ocupación de las grandes islas de Oceanía. Como hemos indicado antes, dicha expansión tuvo lugar probablemente a lo largo de la costa, tal vez gracias al uso de medios de navegación. Al mismo tiempo, o poco después, empezó la expansión hacia Asia central y, desde allí, hacia el resto del mundo, que estuvo acompañada, y probablemente ayudada, por el desarrollo de utensilios líticos, llamados auriñacianos.
Hace entre 29.000 y 13.000 años, el norte de Eurasia se encontraba en unas condiciones particularmente desfavorables debido a la última glaciación, al término de la cual se verificó un cambio climático que comportó variaciones de flora y fauna. Tal vez fuera ésta la causa de la nueva serie de innovaciones, surgidas para salvar las dificultades creadas por estos cambios, que marcó el final del paleolítico y el principio del neolítico, hace entre 12.000 y 8.000 años, dependiendo de las zonas. También pudo contribuir un aumento en la densidad de población y la mejora del instrumental lítico, iniciada en el último paleolítico, al enriquecerse con microlitos, y que algunas veces denominamos mesolítico. Hasta aquel entonces, el hombre había vivido con la comida proporcionada por la naturaleza, es decir, gracias a la caza y a la recolección (y la pesca). La gran innovación, el desarrollo de la agricultura y del pastoreo, o sea, de la producción de alimentos, en un principio integró la simple recogida de lo que la naturaleza producía y al final acabó sustituyéndola. Esto permitió responder mejor a la necesidad de alimentos, tal vez mayor debido al cambio de flora y de fauna o al aumento de la densidad de población, o a causa de ambos factores. Además, el paso a la producción de alimentos estimuló sin duda un mayor crecimiento demográfico que, a su vez, determinó un aumento de la densidad de población de notable entidad. Esto, inevitablemente, provocó una emigración en busca de nuevos campos y pastos, que se hizo necesaria por el hecho de que la agricultura primitiva agotaba con rapidez la posibilidad de cultivo local y hacía necesario desplazarse hacia nuevos campos. Éstos eran inicialmente muy boscosos y el desmonte se realizaba mediante la quema, como todavía siguen haciendo muchos agricultores Africanos (slash and bum agriculture).
Agricultura y pastoreo se desarrollaron unidos y la economía mixta agropecuaria demostró ser una feliz combinación. El primer ejemplo arqueológico conocido está en Abu Hureyra, en el norte de Siria, hace 11.500 años (trigo, cebada, ovejas y cabras; luego ganado bovino, cerdos y, al final, mucho más tarde, caballos —en las estepas al norte del Mar Negro y el Cáucaso—). Otras zonas de desarrollo agrícola presumiblemente independientes fueron, algo más tarde, el norte de la China (mijo), el sureste asiático, incluido el sur de China (arroz, fruta, búfalos, gallinas), México y el norte de los Andes (maíz, patatas, calabazas y muchos otros vegetales). En el Sáhara hubo un desarrollo precoz y tal vez independiente del pastoreo de ganado bovino, junto con una agricultura de origen medio oriental. La desertización del Sáhara, iniciada hace 4.000 años, provocó una migración hacia el Sahel (la región entre el desierto y el bosque de África occidental), pero las gramíneas que se podían cultivar en el Sáhara no podían prosperar en el ambiente tropical y fue necesario desarrollar nuevos cultivos que tuvieron una fortuna bastante limitada en el bosque Africano, donde el humus es muy delgado y pobre. Este fue uno de los motivos por el que la economía Africana fue humilde desde siempre. Todavía hoy, el mejor cultivo en el bosque Africano es la mandioca o tapioca, descubierta y cultivada hace entre 4.000 y 5.000 años cerca de las fuentes del río Amazonas. Esta planta conquistó rápidamente la llanura brasileña y, bastante más tarde, cuando la importaron hasta allí posiblemente misioneros en el siglo XVIII, también toda África tropical.
La agricultura se difundió desde las regiones de origen a las áreas circundantes, pero el proceso fue bastante lento y empleó varios miles de años. La velocidad de difusión de las especies vegetales cultivadas originalmente en Oriente Medio, que no existían antes en Europa pero que fueron llevadas hasta allí por los primeros agricultores, fue, según los datos arqueológicos europeos, de una media de un kilómetro por año y ligeramente más rápida en el Mediterráneo que en Centroeuropa. El paso desde la recolección hasta la producción de alimentos supone una transformación radical del modo de vida. En cambio, la difusión de técnicas más fáciles de aprender y que requieren un cambio menos drástico del modo de vida puede suceder con más facilidad por la vía cultural, es decir, por imitación. Por ejemplo, la producción de cerámica se difundió muy rápidamente. Tal producción se inició en Oriente Medio y en Europa con retraso respecto a África y Extremo Oriente, pero cuando la agricultura anatólico-meridional adquirió la cerámica, ésta llegó rápidamente hasta Grecia, donde ya se habían asentado los campesinos.
La necesidad de vivir cerca de los propios campos favoreció la creación de casas más duraderas, cómodas y estables que las grutas o cabañas de los cazadores-recolectores, que se veían obligados, debido a la limitación de los alimentos y a la forma de conseguirlos, a una vida seminómada en pequeños grupos, con una baja densidad de población. En las zonas más áridas, la agricultura fue menos importante y se desarrolló más el pastoreo, a menudo limitado a una única especie animal. La economía agropecuaria determinó un notable aumento de la densidad y de las dimensiones de los grupos sociales, creando la necesidad de estructuras socioeconómicas más complejas, organizadas a partir de jerarquías precisas. También la propiedad y el comercio se desarrollaron y estimularon la génesis y la difusión de la escritura. Los instrumentos líticos empezaron a ser sustituidos por los primeros instrumentos de metal: el bronce hace aproximadamente 5.000 años; el hierro, en torno a los 3.000 años, apareciendo tal vez juntos por primera vez en Europa oriental. El transporte, encomendado al principio al ganado bovino, más tarde fue confiado a los caballos, que empezaron a convertirse en una potentísima arma de guerra hace al menos 3.500 años. Las innovaciones técnicas en la caballería dieron a las poblaciones ucranianas y, posteriormente, a las de Asia del este la posibilidad de conquistar vastísimos territorios de manera muy rápida, aunque por periodos de tiempo relativamente breves. También en la América precolombina hubo muchos imperios, pero el caballo no llegó allí hasta que lo llevaron los españoles.
Entramos así en la historia que se inicia con la escritura, en edades muy distintas en los distintos lugares del mundo, empezando, hace poco más de 5.000 años, en Oriente Medio. Las innovaciones tecnológicas y socioeconómicas fueron asumiendo una importancia cada vez mayor en los movimientos de equilibrio de poder y de riqueza. Las expansiones continuaron, pero siempre fueron claramente consecuencia de inventos y de innovaciones tecnológicas: las últimas, iniciadas en el siglo XV, fueron expansiones transoceánicas, que se hicieron posibles gracias a los nuevos medios náuticos que permitieron al principio el desplazamiento de grupos relativamente pequeños, de cientos o miles de individuos, pero de dimensiones suficientes como para crear poblaciones de cierta relevancia numérica en pocas generaciones. Afectaron principalmente a grupos de origen europeo, aunque no de manera exclusiva. A finales del siglo XIX y principios del XX, el número de inmigrantes de Europa creció de una forma notable.
En resumen, la expansión del hombre moderno pasa claramente por dos fases: hace entre 100.000 y 50.000 años, una primera expansión, muy lenta, se pone en marcha desde África oriental y se extiende casi exclusivamente por África. En los últimos 50.000 años, más o menos desde la misma zona de origen en África central, se originan grandes, rápidas expansiones hacia el este. Una primera migración tal vez se da a lo largo de la costa del sur y del sureste asiático, para luego llegar tanto hasta Oceanía como hasta japón y, tal vez, al final y bastante más tarde, a América del noroeste. La otra, tal vez un poco más tardía, pero numéricamente más importante, se desplaza hacia el centro de Asia, desde donde se extiende en todas direcciones, y alcanza Europa, Siberia y, desde allí, América, el este y sureste asiático y Oceanía. Tras estas expansiones casi todo el mundo está ya ocupado y las migraciones y expansiones son cada vez más locales. Pero hace cerca de 10.000 años resurgen algunas importantes expansiones en torno a los centros de origen de la agricultura y exportan hacia vastos territorios importantes familias o subfamilias lingüísticas.
Indicaré a continuación las líneas generales de una síntesis de la evolución lingüística, que tiene un indudable parentesco con la genética y también con la cultural. Como tuve ocasión de comunicar en un trabajo publicado en 1988 con Alberto Piazza, Paolo Menozzi y Joanna Mountain, hay gran parecido entre los dos árboles evolutivos, el de las lenguas y el de los genes, como ya había previsto Darwin. En un recientísimo trabajo, el antropólogo Douglas Jones ha demostrado que el árbol de la evolución genética crea grupos étnicos que están en una buena correlación geográfica con las mayores áreas culturales establecidas según los clásicos atlas de antropología cultural. A continuación presentaré una síntesis, todavía muy provisional, de la evolución lingüística y de sus correlaciones con la evolución genética.
Hay cinco sistemas mayores, o superfamilias lingüísticas, que agrupan a las 12-17 familias lingüísticas, reconocidas por los lingüistas que han publicado las taxonomías más convincentes. Son las siguientes:
Las lenguas khoisan, las más antiguas, probablemente las únicas descendientes de las lenguas habladas en África en los primeros 50.000 años de evolución del hombre moderno, caracterizadas por los sonidos llamados dick, desaparecidos paulatinamente del resto de las lenguas del mundo; no sorprende que sean habladas tan sólo por poquísimos individuos.
El sistema congo-sahariano, formado por las lenguas más habladas en África en la actualidad, que pertenecen a dos familias, la níger-kordofaniana y la nilo-sakariana, probablemente de origen tardío. La níger-kordofaniana podría haberse desarrollado en Kordofán (Sudán), extendiéndose por el Sáhara meridional y luego por África occidental, donde había empezado un desarrollo agrícola cuando el Sáhara empezó a desertizarse hace más de 4.000 años. En el extremo este de África occidental, hace unos 3.000 años, ayudados por el uso del hierro, aunque no de forma inmediata, empezó en Camerún el desarrollo de la agricultura y de la lengua bantú, que se extendieron en los últimos 3.000 años por todo el centro y el sur de África.
El sistema austro-asiático, que comprende todas las lenguas habladas en el sureste asiático y en parte de Oceanía: familias indo-pacífica, australiana y austrica. Corresponde a la más antigua migración por la costa de Asia del sur hasta el sureste asiático y Oceanía. Incluye la subfamilia malayo-polinesia, que pertenece a la familia austrica. Se difundió por Malasia y Polinesia a partir de hace unos 6.000 años, junto al desarrollo agrícola, iniciado en Taiwán e inmediatamente llevado a las Filipinas.
El sistema dené-caucásico, propuesto por Staros-tin, que se extendió por todo el territorio eurasiático en el tiempo de la expansión desde el centro de Asia hacia Europa, Siberia, América y este y sureste asiático. Este sistema une lenguas aisladas y familias dispersas por todo el territorio eurasiático y el norte de América. La distribución geográfica lo señala como el más antiguo, difundido inicialmente en todo el territorio de la expansión auriñaciana. No obstante, hoy se encuentra limitado a zonas periféricas debido a la gran expansión posterior de otro sistema, que indicaremos más adelante (el sistema nostrático-eurasiático), que lo sustituyó casi por completo, salvo en la periferia o en zonas de refugio. La difusión del sistema dené-caucásico debió de iniciarse hace unos 40.000 años en el centro de Asia. La americana empezó hace unos 10.000 años, tras la expansión del sistema nostrático, el quinto de esta sección, y que probablemente entró en América unos 15.000 años atrás y se difundió con rapidez por todo el territorio. Entre los reductos lingüísticos más antiguos que pertenecen a esta superfamilia, está la lengua vasca (Pirineos), algunas lenguas caucásicas, la lengua burushaski hablada por los hunza (Himalaya) y, más numerosas, la familia na-dené (América del norte-oeste) y la familia sino-tibetana, que incluye a una quinta parte de los seres vivos, aunque difundida en una extensión relativamente pequeña.
El sistema nostrático-eurasiático. La superfamilia nostrática, propuesta por los lingüistas rusos y al principio fuertemente rechazada, incluye a las familias indoeuropea, urálica, altaica, dravídica y afroasiática. El lingüista Sevoroskin añadió la familia amerindia, hablada en casi toda América, adonde llegó con la primera migración desde Siberia —la segunda migración fue, según Joseph Greenberg, la de las lenguas na-dené—. La superfamilia eurasiática, propuesta por Greenberg, incluye las familias indoeuropea, urálica, altaica, las lenguas japonesa, coreana, esquimal (la tercera migración desde Siberia hacia América), pero excluye la familia afroasiática y dravídica, que deben de tener un origen anterior (Greenberg, 1987). Parece que el sistema nostrático-eurasiático tuvo su origen hace entre 10.000 y 20.000 años, en el sudoeste asiático, pero se trata de datos muy inciertos.