Capítulo XX

Fatty sobre la pista

Ern no compareció tampoco aquella noche, y a eso de las nueve, el señor Goon se encontraba en un terrible estado de ánimo. Imaginaba todas las cosas que podían haberle sucedido. Que le habían atropellado. Que había huido por mar y ahora se encontraba en un barco, muy mareado. Que había vuelto a casa de su madre y les habría contado a ella, Sid y Perce cosas terribles de su tío. Todas estas cosas y muchas más, pasaron por la imaginación preocupada del señor Goon.

Trató de averiguar si Ern había vuelto a su casa, pero no, allí no estaba. ¿Qué podía hacer el señor Goon? Ahora sentíase terriblemente culpable. ¡Él, su tío, le había obligado a huir! ¿Qué pensaría la gente?

«Me quedaré levantado hasta las once para ver si vuelve —pensó el señor Goon—. Prepararé jamón y huevos para freírlos cuando llegue… y yo me calentaré un poco de cacao. Iré a ponerle una botella de agua caliente en la cama».

El señor Goon se iba poniendo sentimental a medida que transcurría la noche, y Ern no aparecía. Recordaba todas las cualidades de su sobrino, olvidando sus defectos, y se sintió avergonzado recordando cómo le había tirado de las orejas y maltratado.

«Oh, Ern, vuelve y verás qué bien nos llevamos», pensaba el señor Goon una vez y otra. Dieron las once. El señor Goon reavivó el fuego, y aflojando sus ropas, se acomodó en la butaca. Esperaría a Ern toda la noche.

¿Pero y si no volvía? El señor Goon consideró esta posibilidad con rostro grave. Tendría que telefonear al inspector Jenks y darle cuenta de su desaparición… y la primera pregunta que le haría sería:

«¿Habrá tenido el niño algún disgusto antes de desaparecer?».

¿Y qué iba a contestar el señor Goon?

A eso de medianoche se quedó dormido. Estuvo durmiendo toda la noche y se despertó por la mañana, tieso de frío, con el fuego apagado… ¡y ni rastro de Ern por parte alguna! Ahora Goon comenzó a sentirse verdaderamente asustado. ¡Algo le «había» ocurrido a Ern!

Sonó el timbre del teléfono, y el señor Goon casi se muere de susto. Fue a contestar, y era Fatty que preguntaba si Ern había regresado ya.

—No —dijo el señor Goon—. No ha vuelto. ¿Has sabido tú algo de él?

—Ni una palabra —contestó Fatty—. Esto es bastante serio, señor Goon. Parece como si su ataque le hubiera hecho huir.

El señor Goon estaba demasiado trastornado para enfadarse por la insistencia de Fatty en llamar ataque a su castigo.

—¿Qué puedo hacer? —dijo con desmayo—. Puede que no lo creas, señorito Federico, pero te aseguro que aprecio mucho a Ern.

—Pues esconde muy bien sus afectos —dijo la suave voz de Fatty por el teléfono, y el señor Goon amenazó con el puño el aparato. ¡Aquel niño insolente! Pero el policía pronto olvidó su furor preocupado por Ern.

—Supongo que lo mejor será que avise al inspector Jenks —dijo el señor Goon, tras una pausa—. Señorito Trotteville, ¿crees que el misterio de la Colina de la Navidad tiene algo que ver con la desaparición de Ern? Esos raptores y esos ladrones.

—Nunca se sabe —replicó Fatty, en tono grave—. Er…, ¿encontró usted el botín la otra noche del robo, señor Goon?

—Eso a ti no te importa —replicó el señor Goon, tajante—. Bueno, supongo que lo mejor será que vaya a ver al inspector.

—Señor Goon, no sé si usted querrá esperar hasta la noche —le dijo Fatty, de pronto—. Tengo una idea que puede ser acertada, pero no puedo decirle más que eso. Es «posible» que pueda decirle dónde está Ern si quiere esperar otro día antes de dar parte de su desaparición.

El señor Goon se alegró de poderse agarrar a cualquier recurso. Estaba temiendo tener que acudir al inspector. No deseaba decirle que había pegado a Ern la noche anterior a su huida…, ni mencionar para nada aquel verso «grosero». ¡Vaya, puede que el inspector hasta quisiera leerlo! El rostro del señor Goon ardía sólo de pensarlo.

—Bien —dijo el policía—. Esperaré un día más. Esperaré hasta esta noche cuando tú me llames. Pobre Ern…, espero que no le pase nada.

—Esta noche, en cuanto sepa algo, le llamaré por teléfono —le dijo Fatty.

Y colgó. Estaba en su propia casa y los Pesquisidores iban a reunirse en el cobertizo de un momento a otro. Fatty salió al jardín con «Buster» en el preciso momento en que los otros llegaban.

—No se sabe nada de Ern todavía —les anunció—. Goon está muy preocupado por él. ¡No es para menos! ¡No le agrada la idea de tener que ir a decirle al inspector cómo le pegó en plena noche!

—¿Qué le «ha» ocurrido a Ern? —preguntó Pip—. Anoche no podía dormirme, pensando en él… y en esas pistas que el viejo Ahuyentador encontró en el camino Candlemas.

—Yo encontré más anoche —replicó Fatty—. ¡Y dos de ellas estaban en el camino que lleva a través de los campos hasta Harry’s Folly! Yo creo que Ern está allí.

—Pero ¿por qué? ¿Quieres decir que atravesó los campos para explorar Harry’s Folly o algo por el estilo? —preguntó Larry—. ¡Pero si no sabe nada de «ese» misterio!

—Ya lo sé —replicó Fatty—. Pero de todas formas, creo que está allí. Creo que deben haberle «llevado» allí, pero no puedo imaginar por qué. Aunque Holland hubiese pasado en su automóvil y visto a Ern, ¿por qué había de llevárselo?

—Supongo que habrá creído que Ern eras «tú» —dijo Bets, de pronto—. Al fin y al cabo, ibas caracterizado como Ern cuando fuiste allí… y «puede» que te descubrieras, Fatty, al mencionar Harry’s Folly. ¡Tal vez se asustó pensando que sabías algo y decidiera raptarte!

Fatty miró a Bets reflexionando intensamente. Luego dio un puñetazo sobre la mesa, que les sobresaltó a todos.

—Eso es. ¡Bets lo ha acertado! ¡Han raptado a Ern creyendo que era yo… y creen que sé demasiado acerca de Harry’s Folly, porque hablé como lo hice! Mi buena Bets, ¡eres la mejor pesquisidora del grupo!

Bets se emocionó ante aquella inesperada alabanza y se puso encarnada.

—¡Oh…, se nos hubiera ocurrido a todos más pronto o más tarde! —dijo.

—Sí… Bets tiene razón. Deben haber confundido a Ern conmigo… ¿y… y… si, me pregunto si Ern habrá arrojado esas pistas para advertirnos que algo ocurría… o incluso para indicarnos el camino que debíamos seguir?

—Ésa es una cosa que demuestra demasiada inteligencia para que se le ocurriera a Ern —exclamó Daisy.

—Sí. Es un truco inteligente —dijo Fatty, pensativo—. Pero en la desesperación es posible que Ern sea más listo que de costumbre. Dime, Bets… ¿A qué hora te dejó Ern? ¿Lo recuerdas?

—A eso de las diez y media —repuso Bets—. Dijo que iba directamente a vuestro encuentro. Debiera haberse encontrado con vosotros en la tercera parte del camino.

—Voy a hacer algunas averiguaciones —dijo Fatty—. Quedaos aquí todos. Yo volveré.

Fatty se fue al pueblo y luego tomó el camino de la Granja Maylins. Al ver a una niña que se columpiaba en la puerta de una cerca, la llamó.

—Hola, Margarita. ¿Viste ayer a Ern Goon por aquí? Ya conoces a Ern, ¿verdad? Es sobrino del policía.

—Sí —respondió Margarita—. Ayer por la mañana le vi pasar hacia arriba. Él no me vio porque yo estaba escondida.

—¿Le viste regresar? —le preguntó Fatty—. Más tarde no viste pasar a todos, ¿verdad? ¿Viste también a Ern?

—No, no lo vi —replicó Margarita—. Poco después pasó un coche grande que casi me atropella. Luego pasasteis tú y los otros. Eso es todo, ¿qué ha hecho Ern?

—Nada —repuso Fatty—. Aquí tienes un penique. ¡Cógelo!

Y siguió su camino pensando intensamente. Ern había ido allí para reunirse con ellos…, pero no regresó. En cambio, pasó un automóvil poco después. Tal vez fuese el coche de Holland que iba en busca de Fatty… y que tal vez encontró a Ern en su lugar, y lo tomó por Fatty.

Un poco más arriba, en una parte solitaria del camino, Fatty vio el lugar donde un coche había frenado bruscamente patinando un poco para detenerse con rapidez. Contempló pensativo las marcas en el polvo, mientras su cerebro trabajaba. Aquél era probablemente el punto donde los hombres del automóvil habían encontrado a Ern, y creyendo que era Fatty se detuvieron de pronto, le harían alguna pregunta para que subiera al coche… y se lo llevaron.

El automóvil no debió llegar de día a Harry’s Folly, eso era seguro. Era más probable que primero fuesen a Marlow o al otro garaje propiedad de Holland. Los hombres debieron encerrar a Ern en alguna parte durante el día… y luego tal vez le hubiesen trasladado a Harry’s Folly.

«Y cuando Ern vio que estaban atravesando Peterswood, de pronto se le ocurriría tirar todas las pistas que tenía sabiendo que nosotros tendríamos que reconocerlas y saber interpretar correctamente su significado —se dijo Fatty—. ¡Vaya! ¡Si Ern lo hizo así demuestra ser más listo de lo que pensábamos!».

Regresó con los otros y durante todo el camino «Buster» fue trotando tras sus talones. «Buster» siempre sabía cuándo su amo estaba pensando y entonces no le molestaba.

Fatty comunicó a los otros lo que se le había ocurrido y le escucharon en silencio.

—Fue la repentina idea de Bets lo que hizo ver todo lo demás —dijo Fatty—. Bueno… tengo que ir a rescatar a Ern si puedo… ¡y tal vez logre resolver el misterio al mismo tiempo! Iré esta noche.

—¡Oh, Fatty… no hagas eso! —suplicóle Bets—. ¿No puedes telefonear al inspector Jenks y contarle lo que nos has dicho?

—No —contestó Fatty—. ¡Porque puedo estar absolutamente equivocado en todo! Ern «puede» estar escondido en cualquier granero para darle un susto a Goon. ¿Y qué sabemos en realidad de este otro misterio? ¡Apenas nada! ¡Ni siquiera lo que el viejo Ahuyentador sabe acerca del imaginario!

—Entonces, Fatty, si es que vas a ir esta noche, iremos contigo —dijo Larry.

—No podéis. Os lo han prohibido —dijo Fatty—. Y de todas maneras no dejaría ir a las niñas.

—Pero nosotros no iremos a resolver un misterio… sino a rescatar a Ern —protestó Pip—. Eso es completamente distinto.

—Voy a ir solo —insistió Fatty—. Me llevaré una escalera de cuerda para saltar el muro… y sacos para ponerlos sobre los cristales de encima y así poder saltar con facilidad. Entonces… ¡ajá… habrá espantosos y oscuros sucesos, como diría Ern!

—Oh, «no vayas» —dijo Bets estremeciéndose—. Ojalá no fueses, Fatty. ¡No vayas, por favor!

—Bueno, me siento responsable de Ern —dijo Fatty muy serio—. Siento que si ha tenido mala suerte… nosotros le hemos tomado el pelo y Goon le ha pegado por algo que no había hecho… y por fin le han raptado… ha sido porque una vez me caractericé como él, y a mí me corresponde hacer algo. «Tengo» que ir, Bets.

—Supongo que sí —dijo Bets con un suspiro.

Buscaron la escalera de cuerda, que al fin fue descubierta en un estante cuidadosamente enrollada, y luego los sacos. Larry examinó la linterna de Fatty para asegurarse de que la pila estaba en buenas condiciones. Bets le puso una barra de chocolate en el bolsillo. ¡Todos estaban muy solemnes como si Fatty estuviese a punto de emprender un largo viaje!

—Saldré a las ocho y media después de que haya cenado con mis padres —dijo Fatty—. Tienen que ir a jugar al «bridge», por eso podré salir fácilmente sin que nadie se entere.

—¿A las ocho y media? —exclamaron Larry y Pip o una—. ¿Seguro que saldrás a esa hora?

—Sí. La luna no habrá salido. No me verán —dijo Fatty. Tomaré el mismo camino por el campo junto al arroyo como la otra vez que fuimos. Siento que no vengáis conmigo, Larry y Pip.

Ellos le miraron con aire solemne.

—¡Sí! —dijo Pip—. ¡«Elástima»! ¡Bueno… que haya mucha suerte, Fatty!