Un poco de «posía»
A Ern no le dijeron nada de su paseo hasta el bosque. No obstante, él quería saber qué pasos estaba dando Fatty en el misterio de la Colina de la Navidad.
—Pues, verás —le dijo Fatty, con aire misterioso—, me han avisado de que en los próximos días va a realizarse un gran robo, y que los ladrones de la Colina de la Navidad esconderán su botín en el viejo molino.
A Ern se le salían los ojos de las órbitas.
—¡Cáscaras! —exclamó sin saber qué añadir.
—El caso es…, ¿quién va a ir a buscar el botín después del robo? —dijo Fatty, muy serio—. No puedo dejar ir a los demás, porque tienen prohibidas ciertas cosas, como buscar botines… y por el momento, yo tengo otras cosas entre manos…, por ejemplo, seguir el rastro de los secuestradores.
—¡Cáscaras! —volvió a exclamar Ern, estupefacto. Una idea iluminó su mente—. ¡Fatty! ¿Por qué no me dejas ir a «mí» a buscar el botín? Yo podría registrar el viejo molino. ¡Repato! Qué orgulloso me sentiría si lo encontrase.
—Bueno…, «tal vez» te deje —repuso Fatty, y a continuación se volvió a los otros—. ¿Qué os parece, Pesquisidores? ¿Le dejamos intervenir y le damos oportunidad de que encuentre el botín? Después de todo, ha trabajado de firme para encontrar todas esas pistas.
—Sí. Déjale —respondieron los otros generosamente, y el rostro de Ern resplandeció. ¿Qué ocurriría a continuación? Aquello era vida…, salir de noche…, buscar pistas en la colina al día siguiente… y ahora descubrir un botín oculto. ¡Qué vida más emocionante la de los Pesquisidores! Ern sintióse muy honrado por pertenecer al grupo. Escribiría un «poema» sobre ello. La primera línea acudió a su imaginación.
«Los terribles sucesos de la colina». Qué maravilloso principio para un «poema». Ern sacó su cuaderno de poesías y escribió el verso antes de que se le olvidara.
—¿Veis esto? —dijo, triunfante a los otros—. «Los terribles sucesos de la colina». Es el principio de una nueva «posía». Esto es auténtica «posía».
«Los terribles sucesos de la colina,
sobrecogen mi corazón y lo acoquinan.»
Comenzó Fatty:
«Roban los ladrones, saquean los bandidos,
para que no disparen, andemos con cuidado.
Son hombres funestos, temibles enemigos,
y nadie sabe cuál será su castigo.
Ooooh, los terribles sucesos de la colina
sobrecogen mi corazón y lo acoquinan.»
Este verso fue recibido con gritos de entusiasmo y las risas de todos los Pesquisidores, incluso «Buster» se unió al aplauso. Fatty lo había recitado sin vacilación.
Sólo Ern no reía. Escuchaba atentamente y boquiabierto, rebosando admiración.
—¡Fatty! Eres un «verdadero» genio. Con la primera línea que te he dado has compuesto todo el verso sin detenerte. A mí no se me hubiera ocurrido todo eso, aunque hubiera estado sentado y pensando el día entero.
—Ah…, ése es el secreto —replicó Fatty, con astucia—. No debes sentarte…, se queda uno en pie y sale así:
«¿No habéis visto las pistas de Ernesto?
¿Las pistas de Ernesto, las pistas de Ernesto?
Un cordón roto, vaya si encontró.
Una colilla, un pañuelo y un paquete
es la pura verdad, ¡no dimes ni diretes!
Un trapo y un lápiz pequeñito.
¡Qué listísimo es nuestro amiguito!»
Fatty no pudo continuar, pues las risas de los demás apagaron su voz. Ern estaba más impresionado que nunca. Él jamás sería capaz de escribir versos semejantes. ¿Cómo lo hacía Fatty? Ern resolvió permanecer en pie en su dormitorio aquella noche para ver si las poesías fluían de sus labios con la misma facilidad que de los de Fatty.
—Eres maravilloso —le dijo a Fatty—. Debieras ser poeta, vaya que sí.
—No puedo —replicó Fatty—. Voy a ser detective.
—¿Y no podrías ser las dos cosas? —dijo Ern.
—Es posible, pero no probable —contestó Fatty—. ¡No vale la pena! Cualquiera puede inventar estas boberías.
Ern estaba perplejo, ¿es que Fatty pensaba seriamente que eran tonterías? ¡Qué chico!
—Bueno, volvamos a lo que estábamos hablando —dijo Fatty—. ¿Habíamos decidido dejar que Ern fuera en busca del botín?
—Sí —contestaron a coro.
—De acuerdo —dijo Fatty.
—¿Cuándo he de ir a por él? —preguntó Ern casi temblando de excitación—. ¿Esta noche?
—Pues, verás, no es costumbre buscar el botín antes de que se haya cometido el robo —explicó Fatty, muy serio—. Pero si tú crees que hay oportunidad de encontrarlo antes de que lo hayan dejado allí, ve por él, Ern.
Bets soltó una risita. Ern se puso como la grana.
—Sí. Comprendo lo que quieres decir. No iré a buscarlo hasta que se haya cometido el robo. ¿Pero cuándo será?
—Lo sabrás por los periódicos —repuso Fatty—. Cada mañana mira los periódicos que recibe tu tío, y en cuanto leas que se ha cometido el robo, sabrás que ha llegado el momento de registrar el viejo molino. Y si quieres contárselo a tu tío, no tenemos el menor inconveniente.
—No quiero contárselo —replicó Ern—. Bueno, debo marcharme, ¡repato! Eres único improvisando versos, ¿no es cierto? No acabo de creerlo. ¡Hasta la vista!
Cuando se marchó, los otros comenzaron a reír. Pobre Ern. ¡Se dejaba tomar el pelo con tanta facilidad! De pronto, Larry descubrió su cuaderno de «posías» olvidado sobre la mesa.
—¡Hola! Se ha olvidado esto. ¡Fatty, escribe alguna cosa sobre Goon en el cuaderno! ¡Vamos!
—Escribiré un verso sobre el propio Goon con la letra de Ern —dijo Fatty, comenzando a disfrutar. Sabía imitar la escritura de cualquiera. Bets pensó admirada que en realidad no había nada que Fatty no supiese hacer… y además mejor que nadie. Se acercó a él para observarle a sus anchas.
Buscó una página en blanco del cuaderno y Pip le dejó un lápiz.
—Ern se sorprenderá mucho al encontrar un verso sobre su tío escrito en su propio cuaderno y con su misma letra —dijo Fatty—. Desde luego, creerá que lo ha escrito él… ¡Pero no sabrá cuándo! ¡Cielos, lo que daría por estar presente cuando lo descubra!
Comenzó a escribir, y como de costumbre, las palabras fluían fácilmente. ¡Fatty no exprimía su cerebro, ni buscaba la rima! Los versos le iban saliendo como el agua de un grifo.
«A MI QUERIDO TÍO»
«Oh, querido tío, cómo te quiero.
Aunque tengas ojos de sapo pordiosero.
Tu cuerpo es gordo y circular,
Tus pasos hacen a la tierra temblar.
Eres dulce y cariñoso
que asustas al niño más animoso.
Y la gente dice al oírte hablar:
¿No oís a un asno rebuznar?
Querido tío, cómo…»
—¡Fatty! ¡Ern vuelve! —exclamó Bets, de pronto. Su fino oído había percibido pasos—. Cierra el cuaderno, de prisa.
Fatty cerró el cuaderno, dejándolo sobre la mesa, y cogiendo a «Buster», comenzó a jugar con él. Los otros le rodearon, riendo.
Ern asomó la cabeza por la puerta.
—¿He dejado aquí mi cuaderno de «posías»? Oh, sí, ya lo veo. Qué tonto soy. Adiós a todos.
Y cogiendo su cuaderno, desapareció.
—Qué lástima que no hayas podido terminar el verso, Fatty —exclamó Daisy—. Era tan bueno…, de la clase de los que escribe Ern.
—Y además, escrito con letra de Ern —dijo Bets, abrazando a Fatty—. Fatty, eres la persona más lista del mundo. ¿Cómo te las arreglas para copiar la letra de los demás?
—¡Es un don! —replicó Fatty, dándose importancia—. Recuerdo que el curso pasado tuve que escribir un tema… y escribí uno larguísimo con la propia letra de uno de mis profesores. ¡Debieras haber visto la cara que puso cuando se lo entregué!
—Y supongo que como de costumbre, te darían la nota más alta, ¿no? —dijo Pip, que sólo creía la mitad de las historias que contaba Fatty. A decir verdad, la mayoría eran ciertas, y el resto, eran casi ciertas, pero bastante exageradas. Desde luego, que Fatty tenía una notable carrera en la escuela, y había causado más risas, más molestias y más admiración que ningún otro niño.
—Escucha, Fatty…, el pobre Ern puede que tenga que esperar meses para ir en busca de su botín —comentó Daisy.
—No, no lo creas —replicó Fatty—. ¿No te has fijado que casi cada día se habla de algún robo en los periódicos? Es el delito más corriente. Habrá uno mañana, o pasado, o el otro, no te preocupes.
Fatty sacó su cuaderno de notas particular, en el que apuntaba todas las características y detalles de cualquier misterio que estuvieran tratando de resolver. Consultó sus apuntes.
Éste es un caso muy difícil —dijo a los otros—. Y al parecer, no podemos hacer gran cosa para averiguar más. No hemos llegado a ninguna parte. He averiguado que en el bosque hay un edificio que se llama Harry’s Folly, pero nadie sabe por qué. Y el nombre del individuo que se supone es su propietario, es Enrique Blanco…, un nombre bonito, vulgar e insignificante. No he podido averiguar dónde vive…, sólo sé que habita en el extranjero…, ¡lo cual no nos ayuda mucho!
—Sabemos que uno de los hombres que estuvo cerca del lugar, se llama Holland —intervino Bets—. ¿Lo recordáis?
—Sí —respondió Fatty, dando una palmada en la espalda a la niña—. Ése es un punto importante. Ahora iba a hablar de ello. Tal como hablaron esos hombres, parece que vivían cerca, o en Peterswood…, aunque según Ern, se dieron las buenas noches cerca de donde él estaba y tomaron distintos caminos. De manera que es probable que uno fuese el guarda de la finca y el otro Holland, en cuyo caso Holland se dirigía a su casa.
Todos se pusieron a pensar.
—¿Dónde tienes la guía telefónica, Pip? —dijo Fatty—. Veamos si hay algún Holland.
Pip fue a buscarla, y todos rodearon a Fatty mientras revisaba la letra H.
—Aquí están —exclamó—. Holland. A. J. Holland. Enrique Holland. W. Holland E. Co., Garaje, Marlow. Tres Holland.
—Supongo que tendremos que echar un vistazo a todos —dijo Larry—. ¡Lista de sospechosos! ¡Tres Holland y un guarda llamado Peters!
—¡Correcto! —exclamó Fatty, mirando pensativo la guía de teléfonos—. Será mejor que realicemos algunas pesquisas detectivescas.
—Bien, cuenta con nosotros —replicó Larry, al punto—. «Aún» no sabemos si se trata de un misterio, de manera que no hacemos ningún mal preguntando por los Holland.
—Creo que mi madre conoce a unos que se llaman Holland —dijo Pip de pronto—. Lo averiguaré. A propósito, ¿dónde viven?
—Dos en Peterswood, y el del garaje en Marlow —respondió Fatty—. Bien, Pip, tú eres responsable de averiguar todo lo referente a uno de los Holland. Larry y Daisy se cuidarán del otro… y yo iré a Marlow en mi «bici» para encargarme de los Holland de allí.
Ahora que tenían algo que hacer, estaban todos muy alegres.
—Me parece que iré disfrazado —dijo Fatty, siempre aprovechando la ocasión para ponerse uno de sus disfraces—. Iré disfrazado de Ern. Apuesto a que soy capaz de caracterizarme exactamente igual que él, ahora que le conozco bien.
—Vaya…, pues bien que te enfadaste con nosotros por confundirte con Ern cuando le encontramos en la estación —exclamó Daisy.
—Lo sé. ¡Sin embargo, creo que mi disfraz será capaz de engañar al propio Goon si no se me acerca demasiado! —dijo Fatty—. Bueno, Pesquisidores, mañana comenzaremos a trabajar. Vámonos, «Buster». ¡Deja de morder la alfombra y ven conmigo en busca de tu comida!