Misterio en la colina de la Navidad
Durante el resto del día, Ern estuvo en tal estado de excitación, que su tío no pudo por menos de notarlo. Le observaba haciendo mil conjeturas. ¿Qué le ocurría al muchacho? No había visto ni sabía nada de los otros. Entonces, ¿por qué estaba tan excitado? No lograba estarse quieto ni un minuto.
—¡Estate quieto, Ern! —le dijo el señor Goon, en tono crispado—. ¿Qué es lo que te pasa?
—Nada, tío —replicó Ern. Pero en realidad, Ern estaba preocupado por una cosa. Conocía la Colina de la Navidad…, pero ignoraba dónde estaba el molino que Fatty nombraba en su carta. ¿Cómo averiguarlo? El único medio era preguntárselo a su tío, pero ¿acaso su tío, no recelaría si empezaba a hablarle del molino?
Decidió coger un mapa de la comarca que había en la librería para estudiarlo. Así mientras el señor Goon estaba hablando por teléfono, Ern cogió el mapa del estante y abriéndolo, se dispuso a buscar el molino. Oh, sí…, allí estaba…, a la derecha del arroyo. Si seguía el curso del arroyo, habría de encontrarlo forzosamente. Ern estremecióse de gozo al pensar en su escapada de aquella noche. Señaló donde estaba el molino, y luego con el lápiz fue marcando el camino que debía seguir para llegar directamente a él.
El señor Goon, al volver a entrar en la habitación, miró el mapa con extrañeza.
—¿Qué estás estudiando? —le preguntó.
—Oh…, sólo miraba el mapa de la comarca para ver si puedo dar un buen paseo por los alrededores —dijo Ern.
Dejó el mapa en su sitio y palpó la nota que guardaba en su bolsillo. Por nada del mundo se la enseñaría al señor Goon. ¡Ah, qué listo había sido Fatty al entregarle un mensaje en las mismas narices de su tío!
El señor Goon comprendió que Ern tramaba algo, especialmente cuando le anunció su intención de acostarse temprano. ¡Aquello era impropio de Ern! Le miró marchar, y luego cogió del estante el mapa que el niño había estado estudiando. En seguida vio el camino marcado con lápiz desde el pueblo de Peterswood al viejo molino de la Colina de la Navidad.
«¡De manera que es allí donde está ocurriendo algo! —díjose el señor Goon para sus adentros—. Luces fantasmales en la Colina de la Navidad…, lo cual significa que allí hay alguien que no tiene por qué estar. Y la persona que ha de averiguarlo es P. C. Goon. Y ningún tiempo es mejor que el presente. ¡Iré esta misma noche!».
¡Muchas personas se estaban preparando para acudir a la Colina de la Navidad aquella noche! Pip y Larry iban a ir con linternas, y unos papeles rojos, azules y verdes para colocarlos delante del haz de luz de cuando en cuando. Fatty también iba a ir, desde luego, para dar un susto a Ern. Ern también iba… y lo mismo el señor Goon. ¡Una verdadera multitud!
El señor Goon no se acostó aquella noche. No valía la pena. Pensaba salir a las once y media muy silenciosamente para no despertar a Ern.
A decir verdad, Ern estaba bien despierto, escuchando cómo el reloj de la iglesia iba dando las horas. Se estremeció de emoción en su cálido lecho. No oyó salir al señor Goon por la puerta principal, que luego cerró silenciosamente tras él. Ern creía que su tío estaba acostado y durmiendo como tenía por costumbre a aquella hora.
Unos dos minutos después de que Goon saliera de la casa, Ern se levantó. Iba completamente vestido. Cogió una linterna y la probó. Sí, funcionaba perfectamente. Era poco potente, pero bastaría. Se puso un abrigo, envolvió su cuello con una bufanda, y se encasquetó su enorme gorra. Bajó en silencio la escalera con la esperanza de no despertar a su tío… que en aquellos momentos subía lentamente la Colina de la Navidad.
Fatty ya estaba junto al molino, escondido tras un arbusto. Larry y Pip, a cierta distancia uno del otro, cada uno con una linterna, dispuestos para dirigirlas aquí y allí moviéndolas de un lado a otro, y con intervalos de varios minutos, pero siempre en dirección al molino. La colina era un lugar solitario y desolado y aquella noche estaba barrida por un viento helado.
El señor Goon deseó encontrarse en su casa y calentito en su cama. Siguió andando en silencio, pensando en toda clase de cosas cómodas, como estufas de petróleo, cacao caliente y botellas de agua caliente. ¡Y de repente vio un destello de luz no lejos de él!
El señor Goon se sentó en la pendiente de la colina junto a un seto. De manera que aquel niño rechoncho tenía razón. ¡Algo «estaba» ocurriendo en la Colina de la Navidad! ¿Qué podía ser?
Observó atentamente, casi olvidándose de respirar. Una luz roja…, ¡flas-flas! Una luz verde…, ¡flas-flas! ¡Y cielos…, aún vio otra vez sobre la colina…, esta vez azul, flas!
Larry y Pip se estaban divirtiendo encendiendo y apagando las linternas sin parar, con la esperanza de que Ern viera los destellos y se maravillase. Fatty aguardaba a Ern con impaciencia. ¿Dónde estaba? Todo aquel despliegue de luces sería inútil si Ern no las veía. ¿No se habría quedado durmiendo en su casa cuando le dijeron que acudiese al molino?
Entonces Fatty oyó un suspiro como si alguien aspirara el aire con fuerza. Ah…, debía ser Ern. Tenía que estar escondido por allí cerca. Tal vez no supiese dónde estaba el molino.
¡Flas-flas-flas! Las luces seguían apareciendo sobre la colina. El señor Goon se preguntó si sería un mensaje en sistema Morse, pero después de tratar de descubrir qué letras eran, tuvo que desistir. ¿Quiénes serían los autores de las señales? ¿Acaso las dirigían a alguien escondido en el viejo molino abandonado? El señor Goon recordó el molino. Se hallaba casi en ruinas. Estaba seguro de que allí no había otra cosa que ratas y murciélagos.
El señor Goon movió sus entumecidas piernas y una rama crujió fuertemente bajo sus pies. ¡Volvió a contener la respiración! ¿Lo habría oído alguien? Escuchó atentamente, pero no oyó nada. Las luces seguían brillando alegremente. Era extraordinario. El señor Goon dudaba entre contárselo o no al inspector, y al fin decidió no hacerlo. Era preferible llegar al fondo de la cuestión antes de que lo hiciera Federico Trotteville.
Las luces cesaron. Habían estado apareciendo por espacio de veinte minutos, pero ahora Larry y Pip estaban helados y decidieron regresar a casa. Por la mañana se reunirían con Fatty para saber lo que les había ocurrido a él y a Ern. Rieron al pensar en Ern descubriendo a Fatty acurrucado en la cuneta, y se preguntaron qué habría hecho. Probablemente, echar a correr.
Cuando cesaron las luces, el señor Goon salió con sumas precauciones del seto. Penetró en una especie de cuneta honda y fue tanteando hasta encontrar un suelo más firme. Fatty oía sus pisadas, y no dudaba de que era Ern, que contemplaba las luces con sobresalto y temor.
¡Bueno, si Ern no le descubría a «él», él descubriría a Ern! ¡Saltaría sobre él para darle el mayor susto de su vida! ¡Rodarían los dos por el suelo en una lucha cuerpo a cuerpo!
Fatty se arrastró hacia el señor Goon, pero primero decidió hacer algunos ruidos. Imitó el maullido de un gato, y el policía se detuvo, sorprendido. ¿Un gato? ¡Allí en la Colina de la Navidad sin ninguna casa cerca! ¡Pobrecillo!
—¡Misses, miss, miss! —gritó, y a continuación oyó un cloqueo inconfundible.
—¡Cloc-cloc-cloc-cloooc! ¡Cloc-cloc-cloc-cloooc!
¡Una gallina! ¿De quién sería? El señor Goon frunció el ceño. Debía haberse escapado de alguna parte…, ¿pero de dónde? ¡No había ninguna granja en varios kilómetros a la redonda!
Entonces Fatty imitó a una vaca. Lo hacía muy bien y hubiera sobresaltado incluso a las propias vacas. Y naturalmente sobresaltó al señor Goon mucho más que a las vacas. ¡El señor Goon casi se muere del susto! ¡Ahora una vaca! Visiones de la Colina de la Navidad, poblada repentinamente a media noche por vacas, gatos y gallinas invadieron la mente del señor Goon, quien no lograba entenderlo. Por un momento se preguntó si no estaría soñando.
Pero tenía demasiado frío para estar soñando. Se frotó una mejilla, intrigado por la vaca. Tenía que llevársela de aquella colina helada. Buscó su linterna y con ella iluminó los alrededores en un intento de dar con la vaca. Fatty, acurrucado detrás de un arbusto cercano, contenía la risa. Él pensaba que era Ern tratando de ver la vaca, el gato y la gallina, y estuvo dudando de gruñir como un cerdo o lloriquear como un bebé.
Se puso a lloriquear y aquello heló la sangre al señor Goon. ¿Quién más andaba aquella noche por la oscura colina? Fuera quien fuese, no pensaba perder más tiempo en averiguarlo. Dio media vuelta para echar a correr, y otro gemido hizo que le temblasen las piernas.
Fatty se puso en pie al oír correr. ¡No podía dejar escapar a Ern así como así! Debía de ir tras él, saltar sobre él, vapulearle…, luego le dejaría marchar… y quizás Ern le contase a su tío un cuento maravilloso acerca de los misterios de la Colina de la Navidad que hiciera tambalear al policía.
De manera que Fatty echó a correr tras el señor Goon. El policía quedó horrorizado al oír que alguien le perseguía. Se le enganchó un pie en una raíz y cayó de bruces. Fatty abalanzóse sobre él y comenzó a darle puñetazos. Se estaba divirtiendo de lo lindo.
¡Pero Ern estaba resultando más fuerte de lo que parecía! Y Fatty se vio arrojado a un lado por un fuerte brazo mientras una voz familiar decía a su oído:
—¡Oh!, tú querías pegarme, ¿eh? ¡Ven si te atreves!
Ahora le tocó a Fatty asustarse. ¡Cielo santo, si era Goon y no Ern! Fatty se levantó lo más de prisa que pudo y salió corriendo, mientras rezaba porque Goon no pudiera encender su linterna lo bastante de prisa para localizarle.
La cabeza le daba vueltas. Aquél era «Goon». ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Dónde estaba Ern? Se quedó frío al pensar que el policía podría decir que era Fatty quien había saltado sobre él de aquella manera.
El señor Goon buscó su linterna, pero se había roto con la caída y la lucha. Ya no estaba asustado, y se sentía victorioso. Había logrado asustar a aquel individuo que le atacara, fuera quien fuese.
«Debe haber sido un hombre muy alto —pensó el señor Goon—, muy alto y muy fuerte. Y yo me he deshecho de él en un abrir y cerrar de ojos. ¡Ha caído sobre mí como una tonelada de ladrillos! ¡Y yo estaba de bruces en el suelo! ¡La verdad, es que no ha sido mal trabajo!».
Fue bajando la colina con sumas precauciones, pero no oyó más ruidos extraños. No volvieron a atacarle. Estaba intrigado por los sucesos de aquella noche y trató de atar cabos.
Señales luminosas…, de todos colores…, en dos lugares distintos. Un gato, una gallina, una vaca, y algo más que gemía de una manera horrible. Y un individuo que le había atacado en la oscuridad. ¡Aquello era algo sólido sobre lo que basarse! ¡No tenía ni pies ni cabeza por el momento, pero él lo descubriría todo!
Fatty también emprendió el camino de regreso. Larry y Pip ya estaban en sus casas, y en la cama, abrazados a sendas botellas de goma de agua caliente. Estaban deseando ver a Fatty a la mañana siguiente para saber lo que le había ocurrido a Ern. ¿Le habrían asustado las luces? ¿Qué hizo al descubrir a Fatty en la cuneta?
¿Dónde «estaba» Ern? ¡Pues viviendo una pequeña aventura él «solito»!