Fatty se muestra misterioso
Ern no tardó en convertirse en un terrible problema. Aguardaba cada día a los Pesquisidores insistiendo para que le contasen si aún no habían olfateado ningún misterio. Sentía grandes deseos de recitar sus «posías», y sorprendió a los cinco niños explicándoles la baja opinión que tenía de su tío, el señor Goon.
—Nosotros teníamos una opinión muy baja del viejo Ahuyentador —dijo Larry—, pero la verdad es que al oír a Ern hablar de su tío, cualquiera pensaría que es el policía más perezoso, mezquino, solapado y glotón que haya existido jamás.
Ern siempre les contaba cosas terribles de su tío.
—Se come tres huevos y todo el jamón para desayunar, y a mí no me deja más que un plato de potaje —dijo Ern—. ¡No me extraña que esté reventando su uniforme!
—Mi tío es un perezoso —les contó en otra ocasión—. ¡Tendría que estar de servicio cada tarde, pero echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos y ronca hasta la hora de la merienda! ¡Cómo me gustaría que viniera el inspector y le pescara!
—Mi tío dice que os mereceríais que os encerrasen unos días, porque sois una pandilla de descarados —les dijo Ern otro día—. Le gustan «tu» padre y «tu» madre, Pip…, pero dice que los de Fatty son…
—Escucha, Ern…, no debieras repetir lo que tu tío dice de nosotros o de otras personas —replicó Fatty—. Es una mala pasada. Sabemos muy bien que el señor Goon no te contaría todas esas… cosas si pensase que ibas a repetirlas.
Ern lanzó uno de sus resoplidos.
—¡Repato! ¿Para qué pensáis que me lo dice? ¡Claro que quiere que os lo cuente! Es un medio bien sencillo para ser grosero con vosotros.
—¿De veras? —exclamó Fatty—. Bueno, pues a ese juego pueden jugar dos. Dile a tu tío que lo considero un…
—Oh, no, Fatty —le dijo Bets alarmada—. Sólo conseguirás que vuelva a quejarse a nuestros padres.
—No puede ir a quejarse a «tus» padres por lo que yo diga —replicó Fatty.
—Oh, sí que puede —intervino Pip—. Debieras verle entrar en nuestra casa como un «bull-dog» de pies planos, tan pomposo como un…
Ern lanzó tal resoplido que todos pegaron un respingo. Pip se detuvo en seco.
—¡Eso es muy bueno, vaya si lo es! —dijo Ern—. ¡Repato, cómo me gustará ver la cara que pone tío Teófilo cuando se lo cuente!
—¡Si lo repites te pegaré! —le amenazó Pip, furioso consigo mismo por decir semejantes tontería delante de Ern—. Te aplastaré tu fea nariz y…
—Cállate, Pip —dijo Fatty—. Si ni siquiera sabes boxear. Tendrías que aprender boxeo en el colegio como yo. ¡Debieras verme boxear! Vaya, el curso pasado derroté a un chico que hacía dos como yo, y en cinco minutos, yo…
—Le tumbaste de espaldas con un par de ojos a la funerala y una oreja desgarrada —concluyó Larry.
Fatty le miró sorprendido.
—¿Cómo lo sabes? —exclamó—. ¿Te lo había contado ya?
—No, pero tus historias siempre terminan por el estilo —sonrió Larry.
—¿Todavía no habéis descubierto ningún misterio? —preguntó Ern, a quien no le gustaba verse apartado de la conversación mucho tiempo, y Fatty al punto se hizo el misterioso.
—Bueno —dijo, pero luego vaciló—. Creo que será mejor que no te lo cuente, Ern. Irías a decírselo a tu tío. No eres capaz de tener la boca cerrada.
Ern comenzó a dar muestras de excitación.
—¡Vamos! Ya sabes algo, lo sé. Tú dijiste que si descubrías algún misterio me lo contarías. ¡Repato! ¿Verdad que sería un golpe para mi tío, si yo interviniera en un misterio y lo resolviera antes de que él «lofateara»?
—¿Cuál ha sido la última palabra? —preguntó Fatty. Ern tenía la curiosa costumbre de pronunciar juntas algunas palabras—. ¿«Lofateara»? ¿Qué es eso?
—¡«Lofateara»! —repitió Ern—. ¿Es que no entiendes lo que digo? «Lofateara».
—Quiere decir «lo olfateara» —dijo Daisy.
—«Sodicho» —dijo Ern frunciendo el ceño.
—«Sodicho» —repitió Fatty a los demás.
Todos rieron, y Ern acentuó su ceño. No le gustaba que los demás se burlaran de él, pero pronto se animó.
—Continúa…, háblame de ese misterio que has descubierto —suplicó a Fatty.
Fatty, naturalmente, no estaba al corriente de ningún misterio. En realidad, las vacaciones se extendían ante él, aburridas y monótonas, sin el menor asomo de misterio por parte alguna. Sólo Ern prometía algo de diversión y Fatty se hizo el misterioso.
Comenzó a hablar en un susurro.
—Bueno —dijo—, es lo siguiente. —Se detuvo mirando por encima de su hombro por si había alguien escuchando. Ern comenzó a emocionarse.
Entonces Fatty volvió a menear la cabeza con recelosa decisión.
—No. Ern. No puedo contártelo aún. No creo que fuese conveniente. Estoy sólo al principio; esperaré a saber algo más.
Ern apenas podía contener su excitación, y se agarró al brazo de Fatty.
—¡Escucha, «tienes» que contármelo! —le aseguró—. ¡No diré ni una palabra a mi tío! Vamos, Fatty, sé bueno.
Los otros miraron a Fatty procurando no soltar la carcajada. Sabían que no tenía nada que contar. Pobre Ern… se tragaba todo lo que decían.
—Aguardaré hasta que tenga algo más que contar —le dijo Fatty—. No, es inútil, Ern. Ni siquiera los otros saben nada todavía. Aún no ha llegado el momento de revelar el caso.
—¡Repato! Qué bien suena eso —exclamó Ern, impresionado—. Está bien, esperaré. Escucha… ¿tú crees que debiera comprarme un librito de notas para escribirlo todo como la pequeña Bets lo escribió en el que te regaló?
—No sería mala idea —dijo Fatty—. Saca ése que llevas en el bolsillo… y te enseñaré lo que tienes que escribir.
—No. Ésta es mi libreta de «posía» —replicó Ern—. No puedo escribir en ella más que «posía» —la sacó volviendo sus páginas—. Mirad… anoche escribí un poema… y muy bueno por cierto. Se titula «Pobre jamelgo viejo». ¿Queréis que os lo lea?
—Pues, no… ahora no —dijo Fatty mirando su reloj y adoptando una expresión de sobresalto—. Cielos… mirad qué hora es. Lo siento, viejo jamelgo…, pobre viejo jamelgo…, pero hoy no puedo entretenerme. Otro día, tal vez. Cómprate una libreta, Ern, y te enseñaremos todo lo que debes anotar en un cuaderno de misterios.
Y los cinco se alejaron sonrientes con «Buster». Ern regresó al lado de su tío, preguntándose si debía repetir las palabras de Pip… ¿Cómo dijo? Un «bull-dog» de pies planos. Qué bueno. ¡Tan bueno como para ponerlo en un poema!
—¡Vaya con Ern, sus poemas y sus «posías»! —rio Daisy—. Ojalá pudiera conseguir ese cuaderno de «posía»… ¡escribiría un poema que haría saltar de su silla al Ahuyentador!
—¡Buena idea! —exclamó Fatty reservándola mentalmente para emplearla en el futuro—. ¡Y ahora, Pesquisidores, será mejor que planeemos alguna pista absurda para enviar a Ern tras ella! No podemos decepcionarle. Tenemos que darle algo de emoción.
Fueron al cuarto de jugar de Pip para trazar su plan.
—No sería mala idea ensayar algunos disfraces —dijo Fatty pensativo—. No parece que vayamos a tener grandes diversiones estas fiestas, así que podríamos inventarlas nosotros.
—Oh, sí… ensayemos disfraces —exclamó Bets, excitada.
—Vamos a pasarlo muy bien con el bueno de Ern —rio Fatty—. Y ahora nuestro plan. ¿Tenéis alguna idea que sea aprovechable?
—Pues… ¿qué os parece un rapto misterioso o algo por el estilo? —propuso Larry—. Hombres que raptan a niños ricos y los tienen prisioneros. Podríamos hacer que Ern tratase de rescatarlos.
—O podríamos hacer que brillaran luces misteriosas por la noche, y enviar a Ern para que averiguase lo que eran —dijo Bets.
—Adelante. Estamos consiguiendo ideas muy buenas —exclamó Fatty.
—¿O qué os parece un robo con el botín escondido en algún sitio… y Ern tuviera que encontrarlo? —sugirió la pequeña Daisy.
—O una serie de pistas para intrigar a Ern. Ya sabes, como aquella vez que pusiste un montón de pistas para que las encontrase el Ahuyentador —dijo Pip—. Palabra… nunca lo olvidaré.
Todos rieron, y Fatty se golpeó las rodillas con su lápiz mientras pensaba.
—Todas son ideas muy buenas —dijo—. Superiores, ésa es la verdad. Voto porque las utilicemos todas. Con Ern no hay que escamotear. Y si el viejo Goon se interesa también por ellas, tanto mejor. Apuesto a que Ern no es capaz de mantenerlas en secreto. Goon sabrá que hay algo extraño… pero ignorará lo que es mentira y lo que es verdad. ¡Los tendremos a los dos sobre ascuas!
—No será tan bueno como un auténtico misterio, pero resultará divertido —dijo Bets—. ¡Y le estará bien empleado al señor Goon por venir a quejarse a papá y mamá! ¡Y por tratar de apartarnos de cualquier misterio durante estas vacaciones!
—Y no es que por el momento haya el menor asomo de ninguno —se lamentó Daisy.
—Bueno, ahora manos a la obra —dijo Fatty—. Ern vendrá con su cuaderno de notas la próxima vez que le veamos, estoy seguro. Escribiremos los encabezamientos de costumbre… Pistas, Sospechosos, Progresos y demás. Luego empezaremos por proporcionarle algunas pistas. Será mejor que dejemos que sea él quien las encuentre. Será mucho mejor si cree que es más listo que nosotros para descubrir cosas. Yo inventaré alguna historia, que ahora no os digo, para que os resulte completamente nueva. ¡Así podréis escucharla abriendo mucho los ojos y conteniendo la respiración!
—¿Qué significa conteniendo la respiración? —preguntó Bets—. ¿Es que hemos de respirar más de prisa, o algo así?
—No… sólo contenerla, tonta —replicó Pip—. Y no vayas a descubrir el juego, Bets. ¡Sería muy propio de ti!
—¡«No» es cierto! —replicó Bets, indignada—. ¿Verdad, Fatty?
—No. Eres una buena Pesquisadora —dijo Fatty para consolarla—. Y apuesto a que sabes contener la respiración mejor que nadie. Hola, ¿qué es esto?
—La campana anunciando la comida —dijo Pip con pesar—. Siempre suena cuando estamos a mitad de alguna cosa.
—«Elástima» —dijo Fatty poniéndose en pie.
—¿Qué quiere decir «elástima»? —preguntó Larry.
—¡Quiere decir… que «es una lástima»! —exclamó Bets riendo.
—«Sodicho» —contestó Fatty, disponiéndose a marchar.