28 DE DICIEMBRE DE 2011
SELINSGROVE, PENSILVANIA
Julia y Gabriel estaban juntos en el cuarto de baño de su habitación de casa de Richard, mirando fijamente dos pruebas de embarazo que estaban sobre el mármol del lavabo. Las dos daban el mismo resultado.
—¿Julianne? —La voz de él era un susurro desgarrador.
Ella siguió con la vista clavada en las pruebas. Estaba inmóvil. Como un ciervo ante un depredador.
—Es culpa mía. —Levantó una mano para tocarla, pero se lo repensó.
Julia se volvió hacia él como si acabara de darse cuenta de su presencia.
—¿Cómo va a ser culpa tuya?
Él guardó silencio, buscando desesperadamente las palabras adecuadas.
—No te protegí. Sabía que te preocupaba la posibilidad de quedarte embarazada. Debí haber usado preservativo. Debí recordarte que te tomaras la píldora. Te he fallado —añadió con un hilo de voz.
La joven cerró los ojos y respiró profundamente.
—Gabriel, no me has fallado. Soy yo la idiota que me he olvidado de tomarme la píldora. —Una lágrima le cayó por el rabillo del ojo y le resbaló por la mejilla.
Él la capturó con un dedo.
—No vuelvas a decir eso. No eres idiota. Tenías prisa porque querías reunirte conmigo. Como siempre, estabas más preocupada por los demás que por tus cosas.
Más lágrimas siguieron a la primera. Los hombros le empezaron a temblar.
—Es demasiado tarde.
Gabriel la acercó a él y ella se aferró a su camisa como si se estuviera ahogando.