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Jules.

Tom le sacudió el hombro suavemente, tratando de despertarla. Estaba sentada en la sala de espera de la unidad de partos especiales. Gabriel estaba de pie, con un café en la mano. Un café muy malo.

(Por suerte, habría reprimido el impulso de ir a hablar con la dirección del hospital y quejarse de la calidad de los productos de sus máquinas expendedoras).

La chica abrió los ojos, pero en seguida volvió a entornarlos, porque le molestaba la luz del techo.

Su padre se acuclilló delante de ella.

—El bebé está aquí.

—¿Está bien?

—Han tenido que operarlo inmediatamente, pero se está recuperando y Diane está con él. —Se sacó el móvil del bolsillo y se lo ofreció—. Es un niño muy guapo.

Julia desplazó el dedo por la pantalla y vio varias fotos de Diane, con aspecto cansado pero exultante, y un niño con la piel color café con leche y el pelo negro y rizado.

—Es precioso, papá. Me alegro mucho por ti. —Le devolvió el teléfono.

Tom se quedó unos instantes mirando la última foto y acariciando suavemente la cabecita del niño.

—Thomas Lamar Mitchell. Tres kilos y medio. Nacido hoy, once de diciembre.

—No sabía que fueras a ponerle tu nombre.

—Un chico debe llevar el nombre de su padre —sentenció Tom, emocionado—. Pero bueno, Diane quiere llamarlo Tommy. De momento.

—Pues Tommy será. —Julia se volvió hacia Gabriel, que miraba el café con el cejo fruncido.

—Volved al hotel, chicos —dijo Tom entonces—. Os llamaré si hay alguna novedad, pero hoy no os dejarán verlo. Lo tienen en observación. Tendrán que hacerle una nueva intervención dentro de unos días.

—De acuerdo, papá. —Julia le dio un abrazo—. Felicidades.