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AGOSTO DE 2011

UMBRÍA, ITALIA

Gabriel no podía dormir, atormentado por confusos recuerdos del pasado. Su mente vagaba en varias direcciones, tirando de él de un lado a otro. Finalmente, cansado de dar vueltas sin poder dormir, se levantó y fue a la cocina para servirse una copa.

Al llegar allí, soltó un taco. Se había deshecho de todo el alcohol de la casa, con excepción de un par de botellas de vino blanco para Julianne. Para él el vino no era suficiente. No en el estado en que se encontraba esa noche.

El cuerpo le pedía un whisky escocés. Quería sentir su suavidad en la lengua, el ardor en la boca y la garganta, el calor que se extendería por su interior.

—Sólo una. Sólo necesito una copa.

Pero suplicar no le sirvió de nada. No había whisky en la casa.

Pensó entonces en Julianne, que dormía plácidamente en la cama, ajena a los demonios que lo atormentaban. Las manos le temblaban.

Rápidamente repasó los doce pasos de Narcóticos Anónimos, antes de centrarse en el paso número dos.

«Un poder superior a mí puede sanarme.

»Ayúdame, Dios mío.

»Por favor».

Cerró los ojos e hizo la señal de la cruz, con el alma atormentada.

Sabía que las llaves del Mercedes estaban muy cerca. Podía ir a la taberna más cercana y beber. Julia estaba durmiendo profundamente. Podría volver a la cama sin que se diera cuenta.

Abrió los ojos.

Fue a buscar las llaves.