ENERO DE 2011
CERCA DE ESSEX JUNCTION, VERMONT
Paul Norris pisó una gran caca de vaca.
—¡Joder! —exclamó, levantando la bota.
Bessie, una de las queridas vacas Holstein de su padre, le dirigió una mirada de desaprobación.
—Perdona, Bessie. Quería decir ¡jolín! —Palmeó el cuello del animal antes de limpiarse la bota.
Mientras recogía el estiércol de la granja de su padre de buena mañana, reflexionaba sobre los secretos del universo, el karma y sobre su vida. Luego pensó en Julia.
Su amiga iba a casarse con aquel cabrón. A esa misma hora del día siguiente, el matrimonio ya se habría celebrado.
No se lo podía creer.
Después de todo lo que Emerson le había hecho pasar… Después de toda su mierda paternalista y controladora, Julia volvía con él. No, no es que volviera a salir con él… ¡Se casaba con él!
Con el asno de Emerson.
¿Por qué?
¿Por qué los buenos siempre llegaban tarde?
¿Por qué los Emerson de este mundo siempre se quedaban con la chica?
«No hay justicia en este mundo. Él se la lleva a ella y yo tengo que limpiar mierda».
Julia decía que Emerson había cambiado, pero ¿hasta qué punto podía cambiar un hombre en seis meses?
Se alegraba de no haber aceptado la invitación a la boda. Tener que estar allí, presenciando cómo se miraban a los ojos e intercambiaban los votos sabiendo que, al terminar, el Profesor se la iba a llevar a un hotel y…
Paul gruñó. Era el gruñido de un hombre enamorado que ha perdido a la mujer que ama.
(Al menos tenía una montaña de estiércol con la que mantenerse ocupado).
Estaba trabajando en la granja de su familia en Vermont porque su padre había sufrido un ataque al corazón. A pesar de que estaba ya bastante recuperado, los médicos le habían dicho que no realizara tareas muy pesadas.
A las ocho de la mañana, Paul volvió a la casa para desayunar. Hacía frío y el viento soplaba entre los árboles que algún antepasado Norris había plantado para proteger la gran extensión de la granja de los vendavales. Incluso Max, el border collie de la familia, tenía frío. Corría en círculos, ladrándole a la nieve y pidiendo que lo dejaran entrar en la casa.
Un coche se acercó por el camino y se detuvo a escasos centímetros. Paul reconoció el coche de inmediato, un Volkswagen escarabajo color verde lima. Y reconoció a la conductora en cuanto puso una bota Ugg en el camino del que acababa de quitar la nieve.
Allison tenía los ojos azules, el pelo oscuro y ondulado y pecas en la nariz. Era divertida e inteligente y trabajaba como maestra de guardería en Burlington. También era la ex novia de Paul.
—Hola —lo saludó—. He traído café del Dunkie’s.
Vio que llevaba una bandeja con cuatro grandes cafés del Dunkin’ Donuts y una bolsa con misteriosas delicias. Esperaba que al menos una de ellas fuera un donuts de azúcar.
—Entra —la invitó, señalando la casa con la mano enguantada y caminando detrás de ella y de Max sobre la nieve—. Hace mucho frío.
Paul se quitó las botas y el anorak en el cuartito ropero de la entrada y colgó los guantes para que se secaran. Luego se lavó las manos, frotándoselas vigorosamente bajo el agua templada.
Su madre, Louise, estaba hablando con Allison en la cocina, pero no oía lo que decían. No parecía sorprendida por la inesperada visita de su ex novia. Tal vez la visita no fuera tan inesperada al fin y al cabo.
Cuando entró en la cocina, su madre desapareció con dos cafés en las manos.
—¿Cómo está tu padre? —le preguntó Allison, dándole uno de los vasos.
Él se lo llevó a los labios rápidamente para no tener que responder todavía. El café estaba justo a su gusto: solo, con dos azucarillos. Ali sabía cómo le gustaba.
—Está mejor —respondió al fin secamente, mientras se sentaba a la mesa de la cocina frente a ella—. Sigue tratando de trabajar y mamá sigue diciéndole que se esté quieto. Al menos hemos conseguido que no saliera de casa esta mañana. Mamá lo ha atrapado justo a tiempo.
—Mandamos flores al hospital.
—Las vi. Gracias.
Permanecieron un rato sentados en un silencio incómodo, hasta que Allison alargó el brazo y apoyó la mano sobre la manaza de Paul.
—Me he enterado de lo de la boda.
Él la miró sorprendido.
—Tu madre se lo contó a la mía. Se encontraron el otro día en el supermercado, en Hannaford’s —dijo, poniendo los ojos en blanco.
Él negó con la cabeza en silencio.
—Por si te sirve de consuelo, lo siento. Está claro que esa chica es tonta.
—No lo es, pero gracias.
Paul le apretó la mano. Había pensado retirarla, pero se dio cuenta de que el contacto le resultaba agradable. Era un contacto familiar y reconfortante. Y, francamente, necesitaba consuelo, así que dejó la mano donde estaba.
Allison sonrió antes de beber un sorbo de café.
—Sé que estás pasando por un mal momento. Sólo quería que supieras que estoy aquí si me necesitas.
Él cambió de postura, sin apartar la mirada del vaso.
—¿Quieres que vayamos al cine? —preguntó ella de pronto—. Quiero decir… algún día. No hace falta que sea ahora mismo. Ya sé que es demasiado pronto —añadió, mirándolo y ruborizándose.
—No lo sé —replicó Paul, soltándole la mano y echándose hacia atrás en la silla.
—No quiero que nos sintamos incómodos. Somos amigos desde siempre y prometimos que siempre lo seríamos. —Allison empezó a hacer marcas con la uña en el vaso de poliestireno.
—Es que las cosas ahora mismo son… complicadas.
Ella rascó la tapa.
—No trato de atraparte ni nada. Sólo quiero que seamos amigos. Sé que estás ocupado y… esas cosas. —Empezó a arrancar trocitos de papel del vaso y a dejarlos ordenadamente encima de la mesa.
—¡Eh! —Paul alargó el brazo y le atrapó la muñeca cuando ella estaba a medio arrancar otro trozo de papel—. Relájate.
Al levantar la vista, Allison vio que la estaba mirando con aceptación y amabilidad y soltó el aire aliviada.
Él volvió a apartar la mano y rodeó su propio vaso con ella.
—Nuestra relación viene de lejos y hemos pasado muy buenos momentos juntos…, pero no quiero que volvamos a salir como si no hubiera pasado nada. Sería demasiado fácil.
—Nunca he sido fácil, Paul. —Allison sonaba ofendida. Él se aclaró la garganta y la miró fijamente.
—Nunca he dicho que lo fueras. Lo que quiero decir es que podemos caer en la tentación de retomar la relación que teníamos por comodidad. Y tú te mereces estar con alguien que vaya en serio, no con alguien que sólo se implique a medias.
Paul se perdió en sus pensamientos hasta que se dio cuenta de que Allison estaba esperando algo.
—¿Qué? —le preguntó, parpadeando.
—Nada —replicó ella—. Entonces, ¿qué? ¿Iremos al cine algún día? Hasta puede que te invite a cenar, ahora que gano una pasta como maestra.
Paul sonrió y se dio cuenta de que era una sonrisa sincera.
—Sólo si dejas que te invite a desayunar en Mirabelle’s.
—Genial. ¿Cuándo?
—Coge el abrigo.
Paul la siguió hasta la puerta de atrás y la ayudó a ponérselo. Cuando Allison estuvo a punto de caerse al calzarse las Uggs, él se arrodilló en el suelo manchado de tierra y sal y la ayudó.
—La mitad de ti siempre será mejor que cualquier otra persona al completo —dijo ella, en un murmullo casi inaudible.