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Lenguaje

¿Cómo habla cada comunidad en su historia? Si tiene a personajes de más de un país, puede que empleen distintos idiomas; si son de distintos planetas, con seguridad lo harán.

Quizá exista una lingua franca, un lenguaje para el comercio como el pidgin del Pacífico o el swahili en el África Oriental o el inglés en India, que sólo unos pocos consideran como su idioma materno pero que todo el mundo habla lo suficientemente bien como para comunicarse con los demás. Algunos escritores llegaron tan lejos como para crear varios lenguajes —recordemos a Tolkien y El señor de los anillos—, pero no es algo realmente necesario.

De hecho, probablemente no debería hacerlo. Por una razón: es posible que termine por quedar en evidencia. No muchos somos, como Tolkien, lingüistas dotados y de amplia formación, capaces de crear lenguajes inventados que suenen tan reales, en parte porque todos están basados, aunque sea vagamente, en lenguajes humanos reales.

Nuevas palabras para nuevos significados

Nada chirría más que lanzar un montón de palabras de aspecto extraño en una historia sin otra razón que la de poner algo que suene extraño. James Blish llamaba a esas palabras acuñadas sin necesidad «shmeerps». Si parece un conejo y se comporta como un conejo, llamarlo «shmeerp» no lo convierte en extraterrestre.

Si «mugubasala» significa «pan», ¡entonces escriba «pan»! Use sólo palabras creadas cuando las emplee para un concepto para el que no existen palabras en su idioma. Si el personaje narrador cree que el mugubasala no es más que pan, pero luego descubre que se prepara mediante un proceso especial que libera una droga presente en el grano nativo, y esa droga resulta ser la fuente del poder telepático que se sospecha que poseen los extraterrestres, entonces está totalmente justificado que llame a ese pan mugubasala. Realmente es distinto, y merece que se le conceda la importancia adicional que confiere un nombre extraño.

En portugués, hay una expresión común basada en el verbo «dar». Si pregunta a alguien «será que dá p’ra entrar?», la respuesta puede ser «Nao dá». La traducción literal sería: «¿Da para entrar?», y la respuesta significa «No da». Pero eso no transmite lo que significa la expresión. Cuando se pregunta si «da» hacer algo, significa: «¿Es posible? ¿Es adecuado? ¿Es correcto? ¿Es seguro? ¿Se resistirá?». Aunque ninguna de esas preguntas transmite el significado preciso. De hecho, no hay equivalente exacto.

Un lenguaje inventado debe tener conceptos que no pueden ser traducidos, no para que se puedan soltar frases de sonido estupendo como «hlobet mesh nay beggessahn dohlerem», sino para que pueda desarrollar —y el lector pueda entender— las diferencias culturales e intelectuales entre las sociedades.

Pero no deje esas frases sin traducir. La forma comúnmente aceptada de manejar esta situación es repetir la frase en el idioma del texto inmediatamente después, demostrando que el personaje narrador entiende el lenguaje.

All I want is a little coffee —dije. Todo lo que quería era tomarme un cafetito.

De hecho, nunca debe usar el lenguaje extranjero para transmitir un efecto. Después de todo, se supone que está traduciendo todo el diálogo y la narración de todas las historias que no estén situadas en un entorno castellanoparlante contemporáneo, así que, ¿por qué elegir arbitrariamente unas pocas palabras para dejarlas sin traducir, especialmente si no son importantes para la historia?

—Dios me de fuerza para no matarte por haber visto mi fealdad —me dijo.

Parpadeé una vez, y luego me di cuenta de que estaba hablando en samvoric y me había dado el saludo ritual entre iguales. No había oído hablar samvoric en mucho tiempo, pero todavía me sonaba más natural que la lengua común.

—Dios me perdone por no haberme cegado después de haber contemplado tu gloria —dije.

Entonces sonreímos y nos dimos un lengüetazo en la mejilla del otro. Sabía a sudor. En un día como ése, significaba que había estado bebiendo o trabajando duro. Probablemente las dos cosas.

No hay ninguna palabra inventada en todo el párrafo (excepto el nombre del lenguaje, por supuesto) y con todo transmite con certeza la idea de que estamos tratando con un lenguaje extraño, de hecho con toda una cultura extraña.

(Por cierto que si utiliza un lenguaje extranjero conocido, conviene que se tome el tiempo y el esfuerzo de hacerlo correctamente. Entre sus lectores siempre habrá alguien que hable ese lenguaje como un nativo. Si comete errores, esos lectores perderán la fe en usted, y con razón. Donde pueda ser veraz, debe ser veraz; si sus lectores pueden ver que actúa según ese credo, confiarán en usted, y merecerá su confianza. Pero si le pillan en una falsedad, y haciéndolo tan descuidadamente que se le pueda descubrir con facilidad, considerarán que la historia no le merecía hacer el esfuerzo, y en consecuencia tampoco debe merecérselo a ellos. Puede que les siga gustando la historia, pero habrá hecho mella en su interés).

¿Puede pronunciarlo una boca humana?

Tenga presente, también, que el lenguaje que esté inventando sea pronunciable para sus lectores. Las palabras que son simples recopilaciones de letras extrañas, como xxyqhhp o h’psps’t, son doblemente estúpidas: en primer lugar porque distraen constantemente al lector y le obligan a salirse de la historia y pensar en las letras, y en segundo lugar porque incluso los idiomas más extraños y difíciles deben seguir las convenciones del alfabeto romano cuando se traducen a él.

Si duda al respecto, fíjese en cómo se representan lenguajes tan diversos como el chino, el navajo, el árabe, el griego o el quechua cuando se trasladan a nuestro alfabeto. El resultado no tiene sentido para quien no hable ese lenguaje, y cuando los pronuncie como se escriben, tampoco sonarán del todo como el auténtico lenguaje. Pero se pueden pronunciar, después de todo.

Y no distraen de la historia, sino que ayudan a que su escenario parezca más real y completo.

Esto se aplica especialmente a los nombres extranjeros y extraterrestres. Se pretende que el nombre sea una etiqueta instantánea para un personaje o un lugar, pero hay que recordar que no puede ser una etiqueta meramente visual. Incluso si la mayoría de sus lectores no mueven sus labios, debemos tener en cuenta el hecho de que muchos —si no casi todos— tenemos un fuerte componente oral en la lectura. En nuestras mentes leemos en voz alta, y si llegamos a un nombre o una palabra que no podemos pronunciar, nos paramos en seco. Los símbolos visuales —las letras— se traducen continuamente a sonidos del lenguaje hablado en nuestras mentes. Y para quienes leen de esa forma, nombres como Ahxpxqwt son escollos permanentes.

Variantes del idioma

Con todo, la mayor parte del tiempo el lenguaje en que se desarrolle la historia será el suyo. O una variante.

Cada comunidad desarrolla su propia jerga, palabras que tienen sentido en el contexto del grupo pero que fuera de él no significan lo mismo, o no quieren decir nada en absoluto. La naranja mecánica, de Anthony Burgess, es un caso extremo. El lector se ve casi superado por la extraña y al comienzo incomprensible jerga de esos matones callejeros. Pero este futuro argot callejero está tan primorosamente diseñado que de hecho se van comprendiendo los significados de la mayor parte de las expresiones de forma intuitiva, y rápidamente se entiende el resto por el contexto. En pocas páginas se sentirá como si hubiera hablado esa jerga toda su vida.

Pero Burgess es mejor que la mayoría de nosotros: su jerga inventada es tan efectiva porque de hecho él comprende los mecanismos con los que se desarrolla un lenguaje: circunloquios, eufemismos, rimas, ironía, préstamos de otros idiomas y mucho, mucho más. Cuando hace que sus personajes usen el término «horrorshow» cuando quieren decir «realmente genial», está en parte siguiendo el mismo camino que llevó al uso por parte de la juventud negra americana de la palabra «malo» como «realmente genial».

No es necesario llegar a los extremos de Burgess para usar lenguajes inventados de forma efectiva; de hecho, es probable que no deba hacerlo. Los lenguajes inventados son mucho más divertidos de crear que de emplear en una historia. La mayor parte del tiempo usará sólo unos pocos términos para insinuar una jerga o argot, igual que sólo necesita unas pocas frases para dejar sentado que dos personajes hablan en un lenguaje extranjero conocido.