El parto normal, a término, ocurre entre las semanas 37 y 42 de gestación (los médicos no hablamos de meses de embarazo, sino de semanas).
Si el parto ocurre antes de las 37 semanas de embarazo, se considera un parto prematuro, y al recién nacido se le calificará de pretérmino o prematuro. Lógicamente, cuanto más se adelante el parto, más pequeño y más inmaduro será el bebé: inmadurez de los pulmones, de los riñones, del cerebro, etcétera. Por lo general, un bebé de 36 semanas suele nacer bien y puede estar con su madre. Sin embargo, los grandes prematuros, los nacidos antes de las 32 semanas de gestación (o con menos de 1.500 g de peso) son bebés de alto riesgo y precisan cuidados en la unidad neonatal. El pronóstico de supervivencia sin complicaciones ni secuelas varía mucho, dependiendo del peso del bebé al nacer, del grado de maduración de los órganos, de la patología asociada, etcétera.
Recientemente también se habla mucho de los denominados prematuros tardíos, que son los bebés que nacen entre las 34 y 37 semanas (véase más adelante).
Si el parto ocurre después de las 42 semanas, el bebé se considera postérmino o posmaduro. Los embarazos prolongados también pueden acarrear problemas. Entre ellos, el que conlleva mayor riesgo es que el bebé manche el líquido amniótico con heces y pueda aspirar el meconio, lo que podría producir una dificultad respiratoria grave, acompañada de hipertensión pulmonar, lo que puede complicar mucho el tratamiento.
En el caso de que tu bebé sea prematuro o posmaduro, los pediatras que le atiendan te informarán cumplidamente de todos estos detalles.
Prematuros tardíos
Actualmente se habla de niños prematuros tardíos para referirse a los bebés nacidos entre la semana 34 y la 37 de gestación. Hasta ahora se le prestaba poca atención a este grupo de bebés, porque se consideraba que no tenían mayores problemas, dado que son «casi a término», en contraposición a los prematuros menores de 34 semanas. Sin embargo, en trabajos recientes se ha comprobado que estos bebés tienen más riesgo de presentar problemas en los primeros días de vida que los que nacen a término. Y tampoco son tan saludables como se creía. Por ello, a ser posible y siempre que no haya motivos médicos justificados, no se debería provocar el parto ni hacer una cesárea electiva antes de las 38-39 semanas.