No se sabe exactamente cuál es el origen de los naipes. En un principio se creyó que eran de origen oriental, después cada nación ha querido tener el orgullo, si de ello se puede sacar orgullo, de haber sido la cuna de esta invención. En Francia se dice que se inventaron en el año 1391 para diversión del rey Carlos VI, de resultas de hallarse atacado de una fatal melancolía, pero se dice también que en Italia eran conocidos hacia 1299, al tiempo que se popularizó el grabado en madera. Según esta teoría, también pudiera ser que los griegos fugitivos de Constantinopla diesen a conocer los naipes en Venecia y en Florencia, pero ello sería a tenor de los muchos disturbios que hubo en esa ciudad o bien que los diesen a conocer cuando se intentó en Roma buscar la unión entre las Iglesias ortodoxa oriental y la católica occidental.
En España se ha sostenido que habían sido inventados en 1330 por un tal Nicolás Pepín o Papin, pero resulta que por esta época, o poco después, se cita en Italia los naibi como cosa corriente y ordinaria y en algunos estatutos de comunidades religiosas se ve ya prohibido el uso de los naipes o cartas de juego bajo el nombre de paginae.
En su origen, las cartas estaban solamente divididas en dos secciones, una negra y otra encarnada, pero luego se hicieron multitud de combinaciones, aunque desde el comienzo se emplearon las figuras. Se puede decir que los naipes se desarrollaron con la invención de la xilografía o grabado en madera, que permitió el abaratamiento de los naipes. A los impresores de estos juegos se los llamó grabadores de formas, y a los encargados de iluminar las cartas negras se los llamaba pintores de cartas. Se ha dicho que junto con la Biblia Pauperum y otras obras por el estilo, los naipes están en los orígenes de la invención de la imprenta.
Al parecer, la primera indicación que se halla de los naipes o cartas de jugar impresas es un decreto expedido por el Senado de Venecia en 1441, en el cual se dice que, habiendo decaído mucho la fabricación de las cartas y de las figuras impresas con motivo del gran número de las que se introducían de fuera, se prohíbe el uso de los naipes que no estuviesen impresos en la ciudad del Adriático. De ello se deduce que la invención debía de tener ya cierta edad por cuanto se había popularizado.
De todos modos, en España se conoció desde tiempos anteriores, lo que ha hecho suponer a algunos historiadores que probablemente fueron los musulmanes quienes introdujeron su uso en la península, lo que no sería de extrañar si, efectivamente, los naipes tuviesen un origen oriental y que, como tantas cosas, pasasen al Occidente europeo a través de Córdoba y Sevilla. En los estatutos de la Orden de caballería de la Banda, fundada en 1331 por don Alfonso XI de Castilla, se prohíbe a los caballeros de ella jugar a los naipes, y Juan I, también de Castilla, prohibió también el juego de naipes y dados en el año 1387.
Covarrubias es partidario de creer que los naipes fueron inventados en España por el ya citado Nicolás Papin y que la palabra «naipe» se forjó de las dos letras n y p iniciales del nombre y apellido de su inventor.
En una obra del siglo pasado se dice que entre los jugadores de Andalucía corría una especie de tradición que suponía que los naipes fueron inventados por un tal Vilhan, acerca del cual andaban tres opiniones. Unos decían que era francés, porque los primeros naipes vinieron de Francia a España; otros que era flamenco, fundados acaso en que las damas de aquella provincia inventaron el juego de los cientos; y otros, que era natural de Madrid, y también lo hicieron barcelonés algunos; y con este motivo contaban la vida y hechos de este supuesto padre e inventor de los naipes según las apócrifas memorias de los tahúres.
Todo esto está muy bien. Pero ¿qué dicen los autores modernos? El benemérito Corominas, en su monumental e insustituible Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, dedica más de cuatro páginas a analizar el origen de la palabra naipes y al propio tiempo es una mina de conocimientos sobre el tema.
Según él, las citadas prohibiciones de las ordenanzas de la Orden de la Banda no es justa por cuanto cree que la palabra «naipes» está interpolada en una copia posterior. También duda del origen árabe de los naipes, por cuanto muchos de los nombres con que en países musulmanes se conocen las cartas son de origen romance; así, por ejemplo, los nombres turcos oria, «oros», kupa «copas» y spadi «espadas». Subraya también el autor que la ausencia de toda alusión a los naipes en Las mil y una noches se ha considerado prueba de que por entonces no estaban en uso en el mundo árabe de los siglos XIV y XV, aunque igual conclusión se ha sacado del silencio de Dante y Boccaccio referente al mundo latino de principios del siglo XIV. Cita también Corominas un inventario del duque de Orleans de 1408 que menciona naipes sarracenos junto a los lombardos, y Jaume Thos, notario catalán, cita en 1460 «jochs de nayp plans» (catalanes), opuestos a «altres jochs moreschs». Pero en realidad esto sólo prueba que en el siglo XV (no en el XIV) el juego de naipes estaba arraigado en la Morería como en la Romania; y teniendo en cuenta el hábito romance de achacar a los moros todo lo que es antiguo e inexplicable, nada de esto constituiría, en caso alguno, prueba concluyente ni permitiría de ninguna manera suplir el silencio de las fuentes musulmanas, mucho más autorizadas en semejante controversia. Una autoridad arabista como la de Engelmann estaba convencida del origen europeo de los naipes y Dozy, todavía más sabio en esos temas, se adhiere tácitamente a su opinión al refundir su glosario. En realidad seguimos a oscuras.
Si eso lo dice Corominas, ¿qué voy a decir yo?
Se dice que hay tres modos de arruinarse: las mujeres, el juego y los negocios. El primero es el más agradable; el segundo, el más rápido, y el tercero, el más seguro. Ustedes escojan.