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—¿Que trabajaba en narcóticos? —dijo Angie—. Debes de estar bromeando.

Me encogí de hombros.

—Es sólo lo que Bubba ha oído por ahí. Ya sabes cómo son los rumores: puede que sea totalmente falso o totalmente cierto. Es demasiado pronto para saberlo.

—¿Y… quieres decir que Gutiérrez actuó en secreto durante seis años, que colaboró con Cheese Olamon, que se involucró en el secuestro de una niña de cuatro años y no informó a sus superiores?

—No tiene mucho sentido, ¿verdad?

—No, pero ¿hay algo que lo tenga?

Me recosté en la silla de la cocina y tuve que hacer un gran esfuerzo para no golpear la pared. Era uno de los casos más inquietantes en los que había trabajado. Nada tenía sentido. Una niña de cuatro años desaparece. Averiguamos que la niña ha sido secuestrada por unos traficantes de drogas estafados por la madre. Una mujer, que según parece, trabaja para los traficantes nos comunica las condiciones del rescate para recuperar el dinero robado. El lugar del rescate es una emboscada. Asesinan a los traficantes. Existe la posibilidad de que uno de ellos fuera un agente secreto a las órdenes del Gobierno federal. La niña sigue sin aparecer o yace en el fondo de la cantera.

Angie se inclinó por encima de la mesa y me tocó la muñeca con su cálida mano.

—Al menos, deberíamos intentar dormir unas horas.

Le cogí la mano.

—¿Hay algo en este caso que te parezca lógico?

—¿Ahora que Gutiérrez y Mullen han sido eliminados? No. No hay nadie en la banda de Cheese que pueda tomar las riendas. De hecho, no hay nadie en esa banda que sea lo bastante inteligente como para haber organizado todo esto.

—Espera un momento…

—¿Qué?

—Lo acabas de decir tú misma. Ahora hay un vacío de poder en la banda de Olamon. ¿Y si ése fuera precisamente el objetivo?

—¿Eh?

—¿Y si Cheese sabía que Gutiérrez y Mullen tenían intención de quitarle de en medio? ¿O quizá sabía, o había oído rumores, de que Gutiérrez no era quien decía que era? Cheese podría haber planeado todo esto, el secuestro, el rescate, etcétera, para eliminar a Gutiérrez y a Mullen.

Me soltó la mano.

—¿Estás hablando en serio?

—Es una teoría.

—Una teoría estúpida —sentenció Angie.

—¡Eh!

—No, a ver, ¿por qué iba a molestarse en planear todo esto cuando era más sencillo contratar a un par de matones que se cargaran a Gutiérrez y a Mullen mientras dormían?

—También está enfadado con Helene y quiere recuperar sus doscientos mil dólares.

—¿Me estás diciendo que le ordenó a Mullen que secuestrara a la niña, que planeó esta complicada estratagema para cambiar la niña por el dinero y que contrató a alguien para que se encargara de eliminar a Mullen?

—¿Por qué no?

—Porque entonces, ¿dónde está Amanda? ¿Dónde está el dinero? ¿Quién disparaba desde los árboles ayer por la noche? ¿Quién dejó a Bubba fuera de juego? ¿Cómo puede ser que Mullen no se diera cuenta de que le estaban tendiendo una trampa? ¿Te das cuenta de la cantidad de gente de la banda de Cheese que tendría que haber participado en esta gigantesca y complicada conspiración para que saliera bien? Además, Mullen no era estúpido. Era el tipo más listo de la banda de Cheese. ¿No crees que se habría olido que la banda tenía intención de quitarle de en medio?

Me froté los ojos.

—¡Dios! Me duele la cabeza.

—A mí también. Y no eres de gran ayuda, que digamos.

La miré con el ceño fruncido y sonrió.

—De acuerdo —dijo—, volvamos a empezar. Secuestran a Amanda. ¿Por qué?

—Porque su madre le robó a Cheese doscientos mil dólares.

—¿Y por qué Cheese sencillamente no envió a alguien para amenazarla? Estoy casi segura de que Helene no hubiera ofrecido ningún tipo de resistencia. Y seguro que ellos también lo sabían.

—Hubieran necesitado tres meses para averiguar que el dinero no fue confiscado por la policía cuando hicieron la redada a los motoristas.

—De acuerdo, pero seguro que habrían actuado con rapidez. Ray Likanski ya tenía los ojos a la funerala el día que lo vimos.

—¿Y crees que Mullen fue el responsable?

—Si Mullen hubiera creído que le había estafado, le habría hecho cosas mucho peores que ponerle los ojos amoratados. ¿Entiendes lo que te quiero decir? Si Mullen realmente hubiera creído que Likanski y Helene habían estafado a la banda, no hubiera secuestrado a la hija de Helene. Sencillamente se la habría cargado.

—Así pues, ¿quizá no fue Cheese el que mandó secuestrar a Amanda?

—Quizá no.

—¿Y los doscientos mil dólares son una coincidencia?

Ladeé la cabeza y la miré con atención.

—Lo que me estás intentando decir es que son demasiadas coincidencias.

—Lo que quiero decir es que es una coincidencia del tamaño de Vermont. Teniendo en cuenta, además, que la nota que encontramos en la ropa interior de Kimmie decía que los doscientos mil dólares eran intercambiables por la niña.

Asintió con la cabeza, cogió la taza de café y la movió arriba y abajo.

—De acuerdo. Volvamos a Cheese y a todas esas preguntas de por qué tendría que haber ideado semejante montaje.

—Estoy de acuerdo en que no tiene ningún sentido y que no parece la manera de actuar de Cheese.

Alzó la mirada de la taza.

—¿Dónde está la niña, Patrick?

—Está en la cantera, Ange —contesté.

—¿Por qué?

—No lo sé.

—Alguien secuestra a una niña, pide el rescate y la mata. ¿Así de simple?

—Sí.

—¿Por qué?

—¿Porque había visto la cara de los secuestradores? ¿Porque quienquiera que fuera el que estuviera en la cantera ayer por la noche se olió que estaba lleno de policías y sabía que estábamos intentando jugar con dos bazas? No lo sé. Sencillamente porque hay gente que se dedica a matar niños.

Se levantó.

—Vamos a ver a Cheese —decidió.

—¿No íbamos a dormir un poco?

—Ya dormiremos cuando estemos muertos.