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Lincoln dio un salto y se lanzó hacia los pies de Hércules. Le atrapó por las rodillas y tiró con todas sus fuerzas. Las piernas musculosas de su amigo se mantuvieron firmes unos instantes, pero al final cedieron y los dos rodaron por la alfombra. Lincoln agarró la mano donde llevaba la pistola Hércules y forcejeó con él. El rostro de su amigo permanecía inexpresivo a pesar del dolor y el esfuerzo. Lincoln logró golpearle con el puño izquierdo en la cara, pero Hércules apenas reaccionó.

—¡Maldita sea, Hércules! ¡Despierte! —gritó Lincoln mientras su amigo lograba removerle y colocarle bajo él.

Hércules comenzó a mover su mano y colocó el cañón de la pistola sobre la cabeza de Lincoln. Su fuerza era increíble y los esfuerzos de Lincoln no lograron retorcerle la mano. Cerró los ojos para intensificar su empuje.

Hércules, con la mirada inexpresiva, apretó el gatillo y el sonido de la bala retumbó en toda la gran sala.