La mesa del embajador estaba muy bien provista. Después de semanas a base de queso de cabra, tortas de trigo, arroz y latas de sardinas, aquello les pareció a todos un manjar. Por unos momentos olvidaron sus preocupaciones, la tensión de las últimas semanas y la gran matanza que se avecinaba. El embajador les había disuadido para que no partieran aquella misma tarde, la noche no era segura en la ciudad. Grupos de vándalos iban a la caza de los armenios y de todo occidental que se cruzara en su camino.
—Me alegro de que se hayan quedado —dijo el embajador.
—¿Por qué tiene tantas cajas acumuladas por toda la embajada? —preguntó Lincoln.
—Bueno, me imagino que ya no es un secreto que nuestro Gobierno tiene intención de entrar en la guerra. Debemos estar preparados para abandonar el país en cualquier momento.
—¿No podríamos causar un problema diplomático al recibir su ayuda? —preguntó Alicia.
—Es muy posible, por eso los hombres que he asignado para que les ayuden no pueden vincularse directamente con la embajada.
—Pero ¿son profesionales? —preguntó Lincoln.
—Naturalmente. Es un grupo de apoyo que tenemos en situaciones de emergencia, pero oficialmente están en el país como hombres de negocios. Lo que no me han dicho es dónde sucederá la matanza.
—No estamos seguros del todo, pero pensamos que será en un edificio grande, posiblemente una mezquita —contestó Nikos.
—En Estambul hay muchas mezquitas grandes —dijo el embajador.
—Tendremos que visitarlas una a una —dijo Lincoln.
—Eso podría llevar días —dijo el embajador.
—¿Qué otra alternativa nos queda? —preguntó Alicia.
El embajador se quedó pensativo, con la mano apoyada en la barbilla y la vista perdida.
—Veamos —dijo pensativo el embajador.
—La mezquita más grande es la de Santa Sofía —dijo Alicia.
—No, es un error muy común entre los turistas. La mezquita más grande de Estambul es la mezquita de Süleymaniye, en turco, Süleymaniye Camii. Fue construida por orden del sultán Suleimán I, conocido en Occidente por el nombre de Suleimán el Magnífico.
—Nunca había oído nada acerca de esa mezquita —dijo Lincoln extrañado.
—Tiene razón el embajador, la mezquita de Süleymaniye es la más grande de la ciudad. Está considerada como una especie de respuesta a la arquitectura bizantina de Santa Sofía. La obra bizantina fue encargada por el emperador Justiniano. Después de la ocupación de la ciudad por los turcos, la iglesia de Santa Sofía fue convertida en mezquita por Mehmed II, y sirvió de modelo a otras muchas mezquitas otomanas en Estambul. Suleimán el Magnífico quería superar a Santa Sofía y construir un edificio más suntuoso —dijo Nikos.
—Entonces, si quisieran hacer un ceremonial, ¿serviría perfectamente para congregar a una gran multitud? —preguntó Lincoln.
—Sin duda —dijo el embajador.
—Entonces, puede que sea el sitio que buscamos —dijo Nikos.
—La mezquita de Sinan Süleymaniye es de formas más simétricas que Santa Sofía. Suleimán quería convertirse en un «segundo Salomón». Por eso, construyó la mezquita, intentando superar a Justiniano, que tras concluir Santa Sofía exclamó: ¡Salomón, te he superado!
—Entonces, el sitio elegido puede ser esa mezquita —dijo Lincoln.
—Pero hay un problema, ¿cómo va a llevar a tantos armenios a la mezquita? —dijo el embajador—. Aunque la segunda cuestión es aún más difícil de contestar. ¿Cómo los va a matar a todos a la vez?